Capítulo 40

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EL CHICO


—¿Qué piensas? —Max se acostó a mi lado. Habíamos llegado a casa y cómo había empezado a llover los dos nos habíamos metimos a mi cama. Era impresionante la confianza que nos teníamos Max y yo justo ahora. Si mi madre me mirara en esta situación con un chico se moriría de los nervios.

—En el arete —respondí abrazando mi almohada mientras lo miraba.

—Nunca se lo he visto a nadie. Deben de ser muchos, ¿no crees? —me miró.

—Quizás sí —bostecé un poco cubriéndome la boca— Tengo mucho sueño, me siento cansada de todo el día de hoy —admití, sentía mis ojos pesados y con mucho sueño.

—Duerme, mañana será otro día —Max se acercó más a mi y me acarició el pelo. El toque en mi cabello me relajaba y me hacía sentir satisfacción.

—Está bien, descansa, Max.

Daba por terminado ese día de una vez por todas.




A la mañana siguiente Max y yo bajamos a la sala listos para irnos a la universidad. No revisé mi horario así que no tenía ni idea de qué clases tocaban hoy.

—¿No desayunarás? —me preguntó.

—No tengo mucha hambre, comeré en la universidad —respondí.

—Debes de cuidarte más —me toma de la mano y hace que nos detengamos antes de siquiera abrir la puerta. Lo miré. —Me preocupo por ti, Nish, eres muy importante para mí y sé que algo te preocupa.

Bajé la vista un momento pero él me toma el mentón y hace que lo mire.

—Puedes decirme lo que sea.

No sabía cómo decirle que me estaba enamorando más y más cada día que pasaba y que probablemente sufriría mucho cuando él se fuera. No podía decirle eso.

—No es nada, es solo que tengo pereza cocinar algo ahorita, prefiero comprar algo en la universidad—sonreí para que no se preocupara más.

—¿Estás segura?

—Así es —me puse de puntillas y le di un beso en los labios. Era suave, cálido, tímido. Max me hacía sentir tantas cosas, pero tenía que parar. Parar de una vez por todas. —¿Nos vamos?

Él asintió.




—Nish, es él.

Cuando pusimos un pie en la universidad Max me señaló a un chico a la distancia. Era alto, moreno y delgado.

—¿Quién? —fruncí el ceño al verlo.

—Theo Anderson —mencionó. Y fue donde recordé la platica de la otra vez. Era el chico gay que pasó vergüenzas gracias a Max. Sentía que Max necesitaba su perdón pero ¿cómo me acercaré a él?

—Entiendo. ¿Qué haremos?

—No lo sé, igual ya estoy muerto así que... no puedo decirle que me disculpe ni nada de eso —se rascó la parte trasera de la cabeza.

La misteriosa muerte de Max  ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora