32. Entre batallas y reencuentros

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--¡Arqueros!-- grito Frank --¡Eiaculare flammas!

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--¡Arqueros!-- grito Frank --¡Eiaculare flammas!

Las puntas de las flechas de los zombis se encendieron espontáneamente y una oleada de muerte describió un arco sobre la línea de la legión, directa al enemigo

Ivy sonrió al mismo tiempo que enredaba su brazo contra un nacido de la tierra. Un movimiento brusco y el monstruo estaba en el suelo convirtiéndose en polvo

--¡Eh! ¿Alguien vio eso? ¡Fue genial!

Nico la miro y nadie dio crédito a lo que veían sus ojos. Nico Di Angelo se estaba riendo

--¡Eso es!-- dijo --¡Vamos a darle la vuelta a la tortilla!--

Todos sonrieron mientras las líneas de zombis dirigidas por Frank atravesaban la horda enemiga

--¡A un lado, Piper!

Ivy empuño su espada en el suelo. De el túnel detrás de ellos los Nacidos de la tierra seguían llegando por montones.

Clavo la espada con fuerza contra el suelo. La vibración sacudió el túnel por completo y derrumbo las gigantescas piedras sobre ellos

--¡Bien hecho, Ivs!-- grito Frank --¡Necesitamos más muertos! ¿puedes hacernos el favor?

--¡Enseguida, capitán!

Ivy levanto el cetro de Diocleciano que emitió un poderoso brillo morado todavía mucho más oscuro que el anterior. Más romanos fantasmales salieron de las paredes para unirse al combate

--¡Cuidado!

Un golpe. No, algo mucho mejor. Le atravesaron el hombro con una lanza.

Magnifico, pensó Ivy cuando cayó al suelo observando como el Cíclope se pavoneaba por su buena puntería

--¡Ivy, Ivy!

--¡Ve con ella, Piper!-- grito Frank

No supo la razón. Había soportado golpes y heridas mucho más fuertes que una en el hombro. Pero por alguna razón cayó en la oscuridad

Su miedo huele estupendamente. Ahora entiendo el atractivo de tener un cuerpo físico con tantos sentidos. Tal vez mi querida Gaia tenga razón al querer despertar de su sueño

Su rostro, si es que a eso se le podía llamar rostro hizo que todos los sentidos de Ivy se apagaran. Toda su cara era un remolino; un espiral de oscuridad que giraba hacia adentro

Deben sentirse honrados, pequeños semidioses. Ni siquiera los dioses del Olimpo han sido dignos de mi atención personal. ¡Pero ustedes serán aniquilados por el mismísimo Tártaro!

El aire se oscureció a su alrededor. Irradiaba una malevolencia tan pura que Ivy intentaba gritarse a si misma que despertara

Su mirada se dirigió hacia un lado en donde estaban las figuras demacradas y borrosas de Annabeth y Percy. Los ojos de ambos estaban clavados en aquel ser terrorífico. Por primera vez Ivy presenció como Percy había dejado caer su espada por el simple terror que se emanaba

Dear Jason | HoODonde viven las historias. Descúbrelo ahora