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NIAM

El viento recio azota las ventanas con ímpetu; Laila se acerca a ponerles el seguro para que dejen de abrirse de golpe y no se mojen los materiales que están en el aula. Algunos estornudan debido al frío, otros se ajustan las sudaderas e incluso se colocan guantes de lana. Yo por mi parte solo me limito a cubrirme la cabeza con la capucha y tamborilear los dedos sobre la hoja blanca que está en mi mesa.

No sé por qué narices no he leído lo que escribió Kela.

Tanta intriga que me provoca cuando la miro y no he sido capaz de darle vuelta a la hoja para leer aquello que con tanta concentración estuvo escribiendo desde que llegó.

Siento que será algo... No sé, ¿intenso?

Porque eso es lo que veo en sus ojos: intensidad, misterio y ferocidad.

Pero no el tipo de fiereza agresiva, sino de la que sabes que siempre saldrá algo puro y sin filtros; palabras crudas que emergen del rincón más profundo del alma.

Aunque debo admitir que una parte de mí no lo ha leído el escrito todavía porque no quiero encontrarme con algo común y ordinario, y terminar decepcionado. «Porque es lo que siempre pasa, y probablemente sea mi culpa por tener expectativas tan altas».

¿Y en qué ámbito es más difícil impresionarme?

En la literatura.

He leído infinidad de libros, y tengo muchas obras favoritas, pero puedo contar con los dedos de una mano las veces que un escrito corto, frase o poema me ha atrapado y enganchado desde la primera línea.

«La conociste hoy, no te obsesiones, ni la idealices, mejor si es impredecible» me repito al instante, bien es cierto que ella no debe impresionarme a mi o a nadie, no sé qué me pasa hoy.

No lo he admitido en voz alta, pero cuando me gusta algo o alguien tiendo a ser indiscreto y en ocasiones imprudente, lo cual es un defecto que intento corregir porque no me siento bien invadiendo el espacio íntimo de las personas. No quiero espantar a Kela, así que más me vale comportarme como una persona normal.

Decido hacer lo mío primero, así cada uno observará el trabajo del otro al mismo tiempo.

Desde que Laila explicó lo que teníamos que hacer, supe en quien me inspiraría para hacer mi dibujo.

En la chica bonita que tengo a mi lado.

Puedo percibir su perfume, es un leve olor a alhelí, y se mezcla con el aroma de la lluvia en su cabello húmedo.

«Ella huele a invierno».

No quiero ofuscarla, así que la observo de reojo mientras tomo el lápiz entre mis dedos y dejo que las líneas fluyan en el papel, hago un trazo tras otro hasta que el bosquejo toma forma; difumino con la yema de mi dedo índice los pómulos del rostro que estoy dibujando, borro los bordes que no me gustan y repito lospequeños detalles que me salen mal al primer intento.

Una persona aparece de pie frente a mí y me desconcentro cuando se aclara la garganta para captar mi atención. Levanto la cabeza, encontrándome con una chica que aprieta un libro contra su pecho y sonríe con muchísimas ganas.

—¿Necesitas ayuda en algo? —le pregunto amablemente.

Se mete una hebra de cabello tras la oreja antes de dejar caer su mano en mi mesa, rozando intencionalmente la yema de sus dedos con los míos.

—Me preguntaba si podría ser tu compañera en la dinámica.

Mis cejas se hunden como si me hubiera dicho un acertijo indescifrable. ¿No nota que ya hay alguien junto a mí?

BICOLOR ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora