8

149 22 5
                                    

KELA

"Pero aquí nadie soy. No tengo cara. Tanta gente, todas vestidas de sarga castaña, me ha robado la identidad... La violencia de mis emociones estremece mi cuerpo. Imagino que esas gentes sin nombre me vigilan detrás de arbustos.... De entre todos ésos ¿quién soy yo?".

—Si tú, Virginia Woolf, no sabías quién eras ¿qué quedará para mí? —le hablo al libro que está en mis manos, es un ejemplar de "Las Olas", tiene las tapas deterioradas y las hojas un tanto pálidas, pero cada palabra es legible y te deja cavilando en el trasfondo de aquello que la autora quería decir allí—. Ven, dolor, aliméntate de mí. Hunde tus colmillos en mi carne. Desgárrame en trozos...

Me detengo.

Y por supuesto, frunzo el ceño.

Le doy un sorbo largo a mi jugo de moras y meto una gran cantidad de palomitas de maíz en mi boca, y cuando hablo con la boca llena mis palabras salen como balbuceos.

—¿Sabes, Virginia? Intento comprender cómo es que eres mi autora favorita, no eres muy alentadora que digamos. Esto es atroz, desgarrador, y atrofiante —me quedo observando la pared de enfrente, pensando—. Me encanta.

Dejo el libro de lado un rato para descansar la vista y recuesto la espalda del cabecero de la cama.

Toda mi habitación está a oscuras, a excepción de la luz de luna que se cuela por la ventana a través de las cortinas y la lámpara de la mesita de noche junto a mí, quizás por eso siento que me voy quedando más ciega con cada capítulo que leo.

Estoy sola en casa, mis padres están de viaje otra vez y llegan mañana por la tarde, y Denna se fue hace un rato a... no sé exactamente dónde, creo que me lo dijo, pero volverá mañana, o al menos eso aseguró. «Como si me importara».

¿Realmente no te importa?

¿Y si no regresan por ti?

—Papá volverá, es lo importante. —afirmo sonriendo con los labios sellados, negándome a escuchar esa voz otra vez.

Le echo un vistazo al reloj y gimo impasible; son apenas las 8pm. «Será una larga noche».

Deberías dormir, no tienes nada mejor que hacer.

Duérmete.

¿O prefieres seguir escuchando todo lo que tengo para decir?

—No voy a dormir, es temprano, y si lo hago despertaré aquí mismo, en mi habitación.

¿Y si despiertas en otro sitio?

¿Y si despiertas atada en una camilla?

—Eso no pasará, no de nuevo, ya basta. —murmuro lo más serena que puedo y bebo lo que queda del rico jugo que me preparó papá antes de irse por el fin de semana.

Me cruzo de piernas al tiempo que tamborileo con un lápiz una de mis rodillas, y trato de imaginar lo que sintió Virginia minutos antes de morir para distraerme.

«¿Te distraes pensando en muerte?» me cuestiona mi conciencia.

—Me distraigo pensando en cualquier cosa que no sea la mía, así que cállate que intento pensar.

¿Virginia tendría miedo?

Virginia Woolf era una escritora maravillosa, pero también vivía con cadenas internas que no la dejaban vivir como se lo merecía; vivía atormentada, tenía sus momentos buenos, claro, pero como todo lo agradable de esta vida, no eran más que efímero, y ella lo sabía. ¿Te imaginas no poder disfrutar de tu luz porque sabes que en cualquier momento se puede apagar?

BICOLOR ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora