KELA
Nada.
No digo absolutamente nada.
En lugar de usar palabras, subo el nivel de desconcierto en los presentes, riendo como si hubiera escuchado el mejor de los chistes, porque eso soy para ella, un buen chiste. ¿Y qué haces cuando algo te parece chistoso?
Reír.
«Prefiero reír que enojarme o indignarme».
Oh, sí, por supuesto que lo prefiero, no les gustaría ver a un cordero enfadado zafándose de las garras de los que lo transportan al matadero.
—¿Qué es tan gracioso, Kela? —inquiere Denna con un deje de rareza en su tono, creo que no esperaba esta reacción de mi parte.
—Es increíble las cosas que inventas. —musito entre risitas fingidas, ignorando el golpeteo de mi corazón.
Alzo el papel a la altura de su cara.
—Esto huele a perfume barato, aléjalo de mí.
Denna me arrebata la carta con la mirada echando chispas mientras todos observan la escena con diversión, excepto Elías y yo.
Para mí no es gracioso, para mí no es divertido, para mí no es bueno.
«Ellos no deben saberlo, no lo puedo permitir, no así».
Sin embargo, por debajo de la mesa no puedo evitar agarrarme de la mano de Niam con fuerza, mis dedos están helados y juraría que estoy temblando, y él lo nota al instante, porque frota nuestras manos con suavidad y se acerca más a mí buscando darme apoyo ante la situación que no comprende del todo, y parece percibir que algo no anda bien.
Trago saliva repetidas veces y comparto miradas furtivas con Elías, que es el único sabe qué ocurre realmente, e indaga en mis ojos el nivel de autocontrol que tengo.
Dicho autocontrol está por acabarse, nada está bien, no respiro bien, la cabeza me pesa y el pecho me duele; quiero irme de aquí, ya no estoy cómoda, me ha abandonado la sensación de bienestar y no quiero incomodar a los demás con esto.
—No es un invento, lo sabes, ¿tus amigos no? —insiste Denna y aprieto el puño de mi mano libre.
Cállate, cállate, cállate.
Siento que me quedo sin aire para articular una palabra coherente y cierro la mano con más fuerza, clavándome las uñas en la palma y reprimiendo una mueca de dolor al sentir la piel abrirse con los diminutos cortes que empezaban a sanar.
Lo está arruinando, me está arruinando de nuevo, me está dañando otra vez y lo peor es que se lo estoy permitiendo.
No me siento cómoda hablando frente a tantas personas, y todos en la mesa lo saben, porque así son en este grupo, son buenos, no como yo, que traje contrariedades a su paz al sentarme aquí. «Donde voy yo, va el desastre, el caos, el ruido».
Por ello me propongo irme de aquí lo más pronto posible, pero Alina se mete en la conversación, rescatándome de la situación deshonrosa y desafiando a Denna con ojos rabiosos.
¿Pero qué estás haciendo, Alina?
—Y si así fuera, ¿qué pasa, Denna? Ir al psicólogo o al psiquiátrico no es cosa de locos, es de valientes. Mi madre padece episodios de estrés post traumático por un accidente que tuvo, y no hay una sola semana en la que falte a su terapia, eso no la vuelve menos persona que otro. Discriminar a alguien por atender su salud mental es caer muy bajo.
Le habla con tanta frialdad que la pelinegra aprieta los labios sin saber qué replicar, y la morena continúa.
—Avergonzar a un ser humano exponiendo sus miedos no te hace más grande o inteligente, te convierte en una cobarde, porque es sencillo desmantelar los temores de otros, pero, ¿y los tuyos? ¿Nos dejarás verlos?
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BICOLOR ✔
RomanceNo todos percibimos el mundo en una sola tonalidad, y Kela Class es la prueba andante de ello. La heterocromía en su iris no es más que una casualidad biológica que se complementa con la percepción atípica que tiene de su entorno, la cual se justifi...