NIAM
Su sangre baña mis manos.
Los gritos de Denna son un leve zumbido a mis oídos, al igual que las maldiciones de Andrés Class al fondo, no distingo nada de lo que me rodea, porque no me importa. Lo único que me interesa es la mujer que tengo en los brazos ahora.
Rápidamente tomo uno de los paños del lavabo y con el ejerzo presión en el abdomen de Kela que no deja de sangrar a borbotones, sus brazos tienen cortes que me hacen tragar grueso, su labio está roto y tiene el pómulo enrojecido e inflamado como si hubiese recibido un golpe muy fuerte. Me obligo a respirar hondo y sigo presionando sin distraerme ni aflojar.
Nada que llega la ambulancia y empiezo a desesperarme cuando la muevo y no responde.
—Kela —la llamo sin obtener respuesta, lo que provoca más llanto en su hermana, poniéndome peor a mí también—. ¡Kela! ¡Reacciona, por favor!
Su padre grita algo que no entiendo ni intento entender. La sigo sacudiendo y nada. Absolutamente nada. Su silencio y quietud es como un cuchillo ardiendo en el cuerpo. Un sabor amargo se me instala en la garganta cuando sus ojos no se abren ni sus manos se mueven, su pecho no sube y dejo de sentir el pulso en su muñeca.
Siento que se me escapa de las manos, que su vida se desprende de este mundo y me niego, me niego a dejar que su mirada se apague para siempre.
—¡¿Dónde está la maldita ambulancia?! —inquiero sin dejar de ejercer presión, si pierde más sangre no habrá esperanza.
—Ya vienen en camino... ya vienen... ya vienen... —chilla la hermana, arrinconada en una esquina sin dejar de mirar las gotas de sangre que hay por todo el piso junto a los cristales.
Todo a mi alrededor se vuelve irrelevante cuando la tengo a ella en mis brazos en este estado, no me importa nada más que volver a ver el color en sus mejillas y escuchar su voz. El miedo de perderla me carcome los huesos y sus últimas palabras hacen eco en mi cabeza, martilleando como un yunque que amenaza con arrancarme gritos descontrolados. ¡No puede morir!
Me lo dijo, me dijo que ya no quería irse, que tenía muchas cosas por hacer, que quería aprovechar su tiempo.
¡No puede irse, maldita sea!
—No te vayas, por favor... Quédate conmigo, Kela. Quédate —suplico aferrándome a su mano, deseando haberme dado cuenta antes de que algo andaba mal—. Lo dijiste, tienes muchas cosas que hacer aún... y tanto tiempo... ¡Kela! —muevo su brazo. «Nada».
Su ausencia me parte en mil pedazos, no sé qué hacer y solo me concentro en cubrir las heridas más profundas para evitar que se siga desangrando.
Su padre me pregunta algo que no escucho porque le sigo pidiendo a la chica de los calcetines que despierte y se quede con nosotros, las sirenas suenan a lo lejos y no me voy de su lado ni me muevo un solo centímetro; pongo mi mano en su pecho negándome a dejar de sentir su corazón latiendo, pero ya no responde, y yo tampoco. Sus latidos ya no están y creo sentir que me desgarro por dentro.
Miro a su padre solo un par de segundos, comunicándole lo que pasa con tan solo mirarlo; aprieta la mandíbula negando con la cabeza al tiempo que Denna parece que va a arrancarse la piel del cráneo con las uñas; pero ya no veo nada, solo a ella... sin vida.
—¡No! ¡Mi hija no puede estar muerta! —exclama el señor Andrés con la voz rota.
—Mi hermana... ella no... no puede... —llora Denna queriendo acercarse, pero la sangre no la deja.
—No te dejaré sola, lo prometí —la abrazo contra mí, haciéndome sordo a todo lo que sucede alrededor—. Estoy aquí, no me iré, no me iré a ningún lado.
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BICOLOR ✔
RomanceNo todos percibimos el mundo en una sola tonalidad, y Kela Class es la prueba andante de ello. La heterocromía en su iris no es más que una casualidad biológica que se complementa con la percepción atípica que tiene de su entorno, la cual se justifi...