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KELA

Sigo esperando tú visita, estas paredes blancas son bastante aburridas si no estás aquí.

¿Qué esperas para volver?

¿O es que acaso quiere que yo vaya por ti?

Dulce Kela, mi paciencia se acaba, no me provoques.

Anhelo verte pronto.

—L.

Rasgo el papel con rabia, rompiendo cada palabra hasta que solo quedan retazos diminutos de la hoja.

El aroma a té de hierbas se cuela por mis fosas nasales; ese olor proviene de la carta, el maniático siempre ha amado ese repugnante líquido, y por eso lo detesto tanto, me recuerda lo que no quiero recordar.

No entiendo cómo es que sigue enviándome cartas, no debería tener permitido ni siquiera sujetar un lápiz con el nivel de desequilibrio mental que tiene; y lo que menos comprendo es por qué él y yo llegamos a compartir habitación en algún momento, es evidente que estoy mucho más cuerda que él.

Tres golpes en la puerta de mi habitación me sacan de las cavilaciones, tiro en la papelera los trozos de papel y antes de que pueda decir algo para rehuir a quién sea que esté ahí, la puerta se abre de todas maneras.

«Claro, porque a quién le importa mi privacidad».

—Por supuesto, puedes pasar, ponte cómoda. ¿Gustas una revista o un libro?

—No estoy de humor para tus estupideces, Kela.

—Como si lo estuvieras alguna vez. ¿En qué puedo ayudarte en esta ocasión, Denna? —inquiero desde la ventana sin mirarla, el repiqueteo impaciente de la punta de su zapato en el piso me indica que es cierto que no está de humor y sinceramente me importa un bledo.

Nuestros padres están de viaje por el fin de semana, no recuerdo exactamente a dónde, así que he tenido que tolerar cruzarme con ella más veces de las que me gustaría, y ahora, su presencia mancha mi cuarto.

—Voy a salir.

—¿Me estás avisando o es que me convertí en tu madre sustituta y debo darte mi consentimiento?

Volteo a mirarla y no me sorprende que sus mejillas estén de color carmesí, normalmente solo debo aparecer frente a ella para que se enfade y empiece a soltar palabrotas.

—Te estoy informando que saldré porque no sé a qué hora regrese, y...

—¿Me afecta de alguna forma? Sé vivir sola, lo hago hasta cuando ustedes están aquí.

—Kela, mamá me pidió que no te dejara sola mucho tiempo, y sabes por qué.

—También sé que no te interesa lo que me pase, así que te puede ahorrar el discurso.

Respira hondo y hago lo mismo intentando no echarla a patadas cuando me mira como si quisiera aniquilarme.

—Eres un dolor de cabeza, y odio tener que cuidarte, pero no desobedeceré a mamá porque...

—Porque sin su aprobación estás perdida, ambas lo sabemos, ahora lárgate que no me mataré mientras no estás. Te extrañaré mucho, disfruta tu salida —vuelvo la vista a la ventada, hundiendo las cejas—. Si te hace sentir mejor, le diré a mamá que me cuidaste de día y de noche.

—¡Cállate ya!

Sus deseos son órdenes.

Reprimo una sonrisa y me convierto en una muda, atraigo una almohada a mi pecho para abrazarla más que todo por costumbre y suspiro cuando todavía no se ha ido de mi habitación. ¿Qué más quiere?

BICOLOR ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora