Capítulo 10

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Diciembre 25, 1993, Marauder's Mansion, Inglaterra.

Nicholas salió de San Mungo justo para la mañana de Navidad, aunque según los sanadores tenía que descansar, Nicholas se sentía lo suficientemente bien como para poder levantarse de su cama y estar con sus amigos. Sam había estado con él todos los días que había estado en San Mungo, al igual que Severus, que no se había separado de la cama de su hijo.

Cuando Nicholas había llegado a la mansión de los Merodeadores, todos lo habían recibido con abrazos y sonrisas. Era verdad, todos se habían asustado mucho por lo que le había pasado a Nicholas, y por un segundo, todos habían pensado que lo habían perdido. Era algo de lo que no hablaban, pero el sentimiento de felicidad de tener a Nicholas en la casa era increíble.

El chico seguía con el pie completamente enyesado, ya que incluso para la magia su fractura había sido muy grave, y todavía no se podía sacar las vendas de la cabeza y el tórax, así que se veía más débil de lo normal, pero de todas maneras el chico no dejaba de sonreír y de moverse de un lado a otro con sus muletas. Sam no dejaba de mirar a su amigo como si estuviera realmente impresionado por su suerte y la verdad era que Sam no había podido superar tan fácilmente lo que había visto ese día. Todas las noches, desde el incidente, se despertaba en la mitad de la noche, completamente cubierto en sudor, con la imagen de Nicholas volando por los aires grabada en su mente. No tenía a Nicholas a su lado para decirle que tenía miedo, debido a que el chico había estado en el hospital, así que se sentía aún peor en la noche, solo, en medio de la oscuridad, que no dejaba de recordarle que él no se había movido. Normalmente no era capaz de seguir durmiendo, así que se quedaba mirando a John dormir.

Pero ahora, Nicholas se encontraba sentado, esa mañana, en el sillón de la sala de estar de la mansión de los Merodeadores, comiendo una galleta de las de su madre y hablando con Remus. Ya habían abierto los regalos y todos estaban en un ambiente festivo, felices. Sobretodo Nicholas, que sabía que su padre vendría a comer en la noche. Iris había insistido en que Nicholas no se moviera tanto por sus heridas, así que Severus había aceptado ir a comer a la mansión de los Merodeadores esa noche, para poder acompañar a su hijo.

Pero para los adultos la diversión no era tanta, la preocupación la superaba. Estaba comprobado, Lord Voldemort había vuelto, con todas sus fuerzas, ayudado por su fiel seguidor, Peter Pettigrew. Los Merodeadores, sus mujeres y Severus habían vuelto a entrar a la Orden del Fénix, ayudando a Dumbledore, y poco a poco se iban enterando de las atrocidades que estaba haciendo el mago tenebroso por todo el país. Esta vez se veía incluso peor que la última vez, mucho peor, pero los adultos estaban haciendo todo lo posible por no demostrar su miedo esa mañana de Navidad. Tal vez sería el último minuto normal que tendrían por mucho tiempo. La guerra había comenzado, peor que nunca.

-¿Te duele mucho la pierna, Nick?-preguntó Remus, apuntando a su pierna completamente enyesada.

Nicholas miró su pierna y negó-el sanador dijo que tengo que ir a sacarme esto antes de volver a Hogwarts.

Sam se acercó y se sentó en el suelo, apoyando su espalda en el sillón, con un plato de galletas frente a él. Se veía muy cansado, y tenía unas grandes ojeras debajo de los ojos. Ya llevaba dos noches sin poder dormir. Pero ahora que Nicholas había vuelto a la casa, creía que podría tener una noche más tranquila, así que nadie le borraba la sonrisa del rostro.

-El inválido-comentó Sam, riendo.

Nicholas le empujó la cabeza, también riendo.

John, que estaba sentado en uno de los asientos cerca, bajó la vista, nervioso. Primero que todo, y John lo había sabido siempre, era gay, completamente gay, y estaba locamente enamorado de Samuel Black desde que tenía 11 años. Al principio había creído que le tenía envidia por Becca, pero después, con el paso de los años, en los que Sam había crecido, convirtiéndose en un chico alto, guapo y carismático, John se había dado cuenta que su amor no estaba dirigido a Becca, sino a Sam. Intentaba que no se notara, pero había veces en las que no podía evitar quedarse mirándolo... mirar ese cabello ruliento, siempre perfectamente peinado, esos ojos cafés que brillaban cada vez que Sam sonreía, esa boca, oh su boca... siempre perfecta, sus dientes inmaculados... John amaba a Sam más que nada, y soñaba con el día en que pudiera atreverse a decirle a Sam lo que sentía. Pero lo dudaba. Estaba seguro que Sam era completamente heterosexual, y que estaba enamorado de Becca Macdonald, con la que eran muy cercanos. Nicholas y Sam eran los típicos chicos guapos y heterosexuales, y John no se sentía preparado para la cara de lástima que recibiría de Sam si le dijera que era uno más de los tontos que se había enamorado de Sam Black. Uno más de la lista que caía en los hechizos del chico.

Nicholas SnapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora