16. La bella y la bestia

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Al sonar la campana y salir de Geometría, seguí el mismo camino que el resto de los estudiantes, hacia la cafetería

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Al sonar la campana y salir de Geometría, seguí el mismo camino que el resto de los estudiantes, hacia la cafetería. Mike me saludó desde la mesa donde él, Jessica, Bella, Angela, Eric y Tyler ya estaban sentados, facilitándome su encuentro. Le devolví el saludo y me formé en la línea del bufé, de donde agarré una hamburguesa, papas y una botella de agua.

Una vez que pagué la bandeja de comida y me volví hacia las mesas, inmediatamente noté a Emmett parado junto a la mesa más alejada de las demás. Me esperaba con nada más que una manzana y una botella de agua medio llena.

¿El chico que me gustaba... o mis amigos?

La sonrisa que Emmett me dedicó desde la distancia respondió mi dilema. Qué fácil corrompía todos mis pensamientos y alteraba mi corazón.

En el extremo opuesto de la larga mesa, un grupo de chicos de último curso nos miraron anonadados cuando nos sentamos uno junto al otro. Emmett actuó ajeno a este hecho.

—¿Qué harías si alguien te desafiara a comer? —le pregunté, apuntando a la manzana mientras me llevaba una papa a la boca.

Hizo una mueca y sacudió la cabeza. Me observó fijamente, atrapando mi mirada, mientras alzaba la manzana, la mordía una sola vez, la masticaba rápidamente y se la tragaba. Lo miré con los ojos abiertos como platos.

—Si alguien te desafía a tragar tierra, puedes, ¿verdad? —preguntó con sus cejas alzadas y una sonrisa de tono divertido.

Arrugué la nariz, recordando un momento de mi niñez.

—Una vez lo hice... en un reto —admití—. En ese entonces no tenía mi implante coclear y acababa de ver Willy Wonka y la Fábrica de Chocolate. Un día en el receso, Mike me dio un plato con tierra mojada y me dijo que era chocolate. Aunque sentí el olor a tierra, le creí —me encogí de hombros—. Mike era la única persona de la escuela en quien yo confiaba, porque sólo él entendía la lengua de signos, y él se aprovechó de eso —me reí.

Emmett no lo encontró muy gracioso, a pesar de saber que sólo éramos unos niños. Le echó una mirada fulminante a mi primo.

—Puedo hacerlo comer tierra ahora, si quieres.

Me reí un poco, hasta que vi la determinación en sus ojos.

—¡Dios, no! —exclamé, sin alzar la voz— Fue sólo una broma, y no soy una persona vengativa.

—Está bien —dijo, volviendo a mirarme, y me guiñó el ojo—. Puedo ser lo suficientemente vengativo por los dos.

Puse los ojos en blanco y él sonrió.

Algo por encima de mi hombro pareció atraer su atención.

—Jessica no ha dejado de hablar de ti, y Mike suena bastante molesto de que estés conmigo —comentó.

Empujó hacia mí el resto de la manzana. La mención de Jessica le dio a su semblante algo de irritación. Dejé las papas y tomé la manzana antes de que se oxidara.

beastly | emmett cullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora