28. Riesgos y tentaciones

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Vi, con mi cabeza colgando contra su espalda musculosa y amplia, que salía de la cocina y subía las escaleras

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Vi, con mi cabeza colgando contra su espalda musculosa y amplia, que salía de la cocina y subía las escaleras. Giró a mi cuarto, abrió la puerta, la cerró y unos pasos después me dejó sobre la cama, siendo muy cuidadoso, aunque estuviera cayendo en el colchón.

Se tiró a mi lado y me jaló contra su cuerpo, atrapándome entre sus brazos. No me quejé. Emmett disfrutaba de abrazarme, especialmente en la cama. Nunca me dejaba dormir sobre una almohada, a él le gustaba que usara su brazo o su pecho, y que me aferrara a él como un koala. Eso era un rasgo que no llegué a imaginarme en él antes de conocerlo, y del que definitivamente no me quejaba.

Iba a doler, ahora estaba segura al cien porciento. Algún día nos separaremos y eso me romperá el alma. No volver a sentirlo, a abrazarlo, escuchar su risa... era algo que no podía imaginarme.

¿Por qué lo quería tan intensamente? ¿Cómo había logrado enamorarme de esta forma? Había oído que el amor podía ser doloroso, pero nunca pensé que sería de esta magnitud.

Lo peor estaba en el hecho de que nunca encontraría a nadie mejor, conocer a una persona que consiguiera sentirme una décima parte de lo que él me hacía sentir sería un milagro.

Era como si una parte de mí lo hubiera adoptado a mi vida, pensando que se quedaría para siempre, y recordar que no sería así... me hacía querer llorar.

Para siempre.

Emmett viviría para siempre. Si no era algún problema en la relación, algún cambio de sentimiento por su parte, nos separaría algo más: mi envejecimiento... o la muerte. Nuestra relación estaba destinada al fracaso. Lo único que podía hacer, era disfrutar cada momento juntos.

—Ophelia, ¿qué ocurre?

Parpadeé, dándome cuenta de que mis pensamientos me habían llevado a abrazarlo con todas mis fuerzas, como si necesitara el constante recuerdo de que, por ahora, era mío.

—Ophelia.

En ese momento no me gustó que me conociera tan bien. Podía ver que algo estaba molestándome. Quería decirle, pero temía que fuera a reaccionar de mala manera.

—Estaba pensando —murmuré, mirando la camisa que se pegaba a su abdomen como una segunda piel, era fácil verlo por el ángulo en que mi cabeza descansaba sobre su pecho—. Es sólo que... bueno, me di cuenta de lo mucho que me dolerá el día en que ya no estemos juntos.

Esta vez, fue él quien se aferró a mí con más fuerza. No me lastimaba, pero si yo intentara apartarlo, no lograría moverlo un centímetro. Lo sentí tensarse y su abdomen subió y bajó más agitado.

—No vamos a separarnos, Ophelia.

No respondí, y él entendió que mi silencio significaba que estaba en desacuerdo. Se movió, y a mí con él. Nos acostamos de lado, frente a frente. Nos puso a la misma altura y me obligó a mirarlo a los ojos. Estaba molesto y preocupado, tal vez, hasta apostaría que asustado. No le gustaba el nuevo curso de la conversación.

beastly | emmett cullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora