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- ¡Escuchen... es música!

No escuchaba ese sonido desde hacía más o menos un año y tenía miedo de estar delirando... Todo alrededor estaba vacío, una especie de desierto negro; caminábamos pisando cenizas, y tanta eternidad junta nos había absorbido, así que llevábamos esas cenizas en la ropa, en la cara... en el alma.

-No, gorda. Estas divagando.- Yess me decía gorda desde la época en que de verdad era gorda. Me acuerdo que entonces evitaba los espejos como ahora, pero por otras razones, lo triste es que de aquellos días no son los espejos lo que extraño, cuando no estoy pensando Ronnie solo pienso en comer: cuatro comidas al día. Y si, tener hambre me pone de mal humor, aunque soy malhumorada por naturaleza, no comer me pone particularmente de mal humor, aún después de más o menos un año de estar en esta situación inmunda.

-Sí, ¿no? Yo divago.- Que me hagan quedar como una loca es otro motivo para un brote de aquellos.

-Yo no escucho nada.- Elena, a veces me parece... corrección: no me parece, le tiene miedo a Yess. ¡Miedo! Después de lo que pasamos y salimos vivos, no entiendo tal sentimiento, yo a lo único que le temo es al universo.

-Y no, obvio. ¿Qué vas a escuchar? Si parece que en la desesperación ella se quedó con tus oídos y tú con su lengua. Chicos, ¿ustedes escuchan? - Claudio y Diego me miraron con el asombro de "yo no sé nada, a mí no me metas"

-Si, a ver... escucho... tres loros...- Claudio es sarcástico y maldita sea, parezco tener el don de contagiarle mi estado de ánimo.

Miré a Diego y era como perder el tiempo, jamás me hubiera contestado nada que no fuera verdad, pero con imparcialidad. No hubiera bromeado con mi pregunta, ni me hubiera mentido para tranquilizarme, así que deduje que no escuchaba la música. Me decepcioné, como siempre, porque la decepción es moneda corriente en la ciudad de ángeles y diablitos de mi cerebro, cuando algo no me sale bien, me decepciono, es mi salida rápida; y apuré el paso, para sacarles ventaja y lloré en silencio caminando rápido y me enceguecí mirando el camino inexistente pateando cenizas. Estaba tan enojada que los sonidos de mis movimientos tapaban cualquier indicio de la canción de Ronnie que creía haber escuchado... "Dios, si estos imbéciles me tratan de loca por escuchar música en este agujero del mundo olvidado por Dios, si les dijera que escucho a Ronnie me dejarían tirada atada a un árbol... ¡Mierda! Yo haría lo mismo. Me estoy volviendo loca, Dios; ¿Ronnie, mi amor, dónde estás? Te extraño" Miré para atrás y tenía una ventaja de unos ciento cincuenta metros, que no era mucho, pero al menos no escuchaba sus melodramas, así que desvié los pasos en diagonal para alejarme de su camino y me senté en el piso con la cara entre las rodillas a llorar, a extrañar porque estaba tan sola con mi dolor, y no tenía por qué ser así, porque yo también había perdido lo más importante, pero ellos no lo consideraban así. Creo que Diego entendía, pero para el caso daba igual porque todas las discusiones terminaban en dos bandos de tres contra uno con un árbitro ciego, sordo y mudo.

Traté de escuchar otra vez, me quedé en silencio, conteniendo la respiración sin cambiar de posición, pero cuando logré un poco de concentración lo que llegó a mis oídos fue el parloteo incesante de Yess, a lo que también desarrollé un sistema de defensa que me permite escuchar que habla pero no entender una palabra, que la verdad es inútil diré, porque su voz chillona es como un bombo que me retumba en la cabeza y por la densidad del sonido estaban a menos de diez metros:

-Cállate un minuto. ¿Me haces ese favor?- Traté de ser amable, pero soné irónica.

-Dale, gorda, hay que seguir antes que baje el sol.- Yess trataba de levantarme el ánimo como si mañana fuéramos a despertar y nos esperara un desayuno completo en la isla de una cocina. - En una de esas hay un lugar de donde viene la música que escu...

Voy a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora