13

2 0 0
                                    


"Quisiera mi diario, maldita sea. Pobre Giordana, no puedo exigirle más. Ya quiero irme, quiero buscar a Ronnie, quiero llamar por teléfono, quiero saber de mis amigos, quiero..." Recordé mi página de Facebook, y sin entender por qué la abrí. Tenía muchísimos mensajes, pero solo me importaba enviar uno: Entre ellos estaban todos los que le había escrito en épocas en las que mi tiempo libre estaba destinado a escribir poemas y cartas que creí que jamás leería, y algo inusual me sorprendió:

Inbox recibido: "Hola Morena: He leído tus escritos y cartas y en verdad te agradezco tanto amor. Quisiera un día poder agradecerte personalmente, principalmente en estas épocas de tanto caos. Dadas las circunstancias y lamentando no haber hecho caso de tus mensajes antes, como el de tantos otros fans por quienes he estado orando con muchas fuerzas, espero obtener tu respuesta para saber que te encuentras a salvo. Como tantos artistas aquí, estoy en una lucha contra el tiempo y la burocracia por ustedes, como imaginarás; por ello espero ansioso que leas este mensaje. Ronnie."

La emoción se apoderó de mí de tal modo que sentí un enorme vacío al querer responder, comencé a escribir mi respuesta y quería hacerlo como antes, pero la sensación era tal que tuve miedo, miedo de que no fuera él quien leyera, en tal caso mi respuesta debería ser concisa y estructurada, pero no sabría cómo. Temía que mi mensaje resultara histérico, como una típica fan, -si en mis más profundos pensamientos me obligaba a no estallar en gritos ante la más mínima muestra de atención suya, en el hipotético caso que sucediera- entonces dejé enfriar mi mente un instante: "Piensa Morena, piensa... Ronnie, no me lo creo ¿Cómo te cuento que vine a buscarte? ¿Te lo escribo? ¿Será el momento? ¡Esa extraña conexión entre los dos existe!... ¡No, Morena, no seas idiota! Les escribió a otros; y si, eres una privilegiada, pero no eres la única."

Sabía que la posibilidad era casi nula de volver a recibir respuesta y aunque definitivamente respondería, había un alto grado de otra probabilidad: alguien más entre sus colaboradores tendría acceso a su cuenta, y no sería él el primero en leerlo, y por ende, lo más seguro era que Ronnie ni siquiera hubiera escrito aquel mensaje. Con todas aquellas conjeturas invadiendo mi mente, mi corazón estaba tan inquieto que lo escuchaba luchar por escapar, él no comprendía de formalidades y probabilidades; tenía un mensaje con el que había soñado media vida y requería respuesta urgente:

Inbox enviado: Hola Ronnie: Gracias por leerme. Ha sido difícil salir de aquel caos, y me complace decirte que me encuentro bien, mis amigos y yo logramos cruzar a salvo. Es una emoción muy grande encontrarme con tu mensaje después de lo sucedido, ayuda a seguir adelante. Un abrazo. Morena."

Releí su mensaje unas diez veces sin lograr salir de mi asombro, de la emoción, la esperanza renovada y la fe en él de la que jamás dudé. Sabía que no estaría de brazos cruzados ante una catástrofe de tal magnitud.

Para devolverle al universo tanta emoción, comencé a abrir cada mensaje recibido, leyendo cada uno y respondiendo pertinentemente acorde a lo leído, y para mi descontento encontré muchas cuentas cerradas, seguramente de personas que ya no estaban... Por primera vez en mucho tiempo pensé en los demás, en el resto, en las personas que excluidas de mi círculo social reducido a trece personas, considerando mis recientes amistades; sentí ganas de llorar, impotencia, angustia e incluso culpa por haber sobrevivido cuando tantas madres, padres e hijos, familias enteras habían encontrado la muerte tan trágicamente, mientras yo y mi aversión a los mandatos sociales que implicaban personas dependientes unos de otros, estábamos allí, solas. En aquella cama de hospital, donde por un extraño milagro alguien había salvado mi vida... Pensé en Petra, una buena mujer con una hermosa familia y buena voluntad que no solo había salvado mi vida, sino que a diario salvaba más allí en el hospital de campaña, y me sentí indigna de mi suerte; comprendí que había quienes la necesitaban más que yo...

Los días se hacían más largos en el hospital, a pesar del cariño y las atenciones algo más me esperaba afuera, lo sabía y quienes me rodeaban lo sabían.

Tadeo empezó a convertirse en el juguete favorito de mi mente, de mi cuerpo y de mi corazón, y sin notar en qué momento exacto sucedía me descubría soñando despierta con sus ojos verdes, sus rizos negros e imaginándome momentos eróticos y románticos. Y aunque quería hacerme a la idea de que era probable que no volviera a verlo, algo dentro de mi hacía sentir lo contrario, una extraña sensación de que no era aquel nuestro momento pero que llegaría.

"¿Y qué hago ahora con esto? ¿Dónde me guardo el amor ahora? Quiero llegar, quiero ver a Ronnie... Debo llegar, debo ver a Ronnie. ¡Diablos, esto se pone difícil! Mal momento para enamorarme, mal momento para cambiar de meta, mal momento para... Estoy pensando en Ronnie como algo necesario, eso no es bueno. ¿Cuándo me emocioné por última vez? Anteayer, su mensaje... Claro. Lo recuerdo. Creo que ya está dicho, el camino está hecho, o casi. El retorno solo será posible con su ayuda... O no... Pero volvería por Tadeo, ahora; con el egoísmo de quien ama y a quien el resto no le importa, si, volvería por él si estuviera segura que vendría conmigo."

Los médicos dijeron que evolucionaba bien, que pronto estaría en casa, que debería cuidarme de las emociones fuertes e ir despacio mientras terminaba de reponerme. "¿Despacio? ¿Cuidar las emociones? Es un mal chiste, ¿Verdad?" Esos monstruos evitaban que yo siguiera mi camino, que cumpliera mi sueño, que siguiera adelante, que buscara a Ronnie, que corriera a los brazos de Tadeo... No les dirigía la palabra, los escuchaba indiferente, y en el inútil intento de ignorarlos las batas blancas me recordaban las primeras pesadillas y las lágrimas me delataban.

-¿Quieres que llamemos a alguien?

Mi respuesta seguía siendo un silencio tenso y una mirada de odio, porque los odiaba. Mi cabeza, mi decisión, ahora no había tumor... Antes tampoco, al menos yo no sabía que estaba ahí entonces no había de que preocuparme. Ahora me preocupaban las complicaciones, ahora era vulnerable, ahora tenía miedo. "Maldición, ahora tenía miedo..."

El alta médico llegó un viernes, el señor Michael fue por mí al hospital, Giordana me ayudó a vestirme y preparar mis cosas, faltaba poco para Navidad y extrañaba a mis amigos, pero ante las recomendaciones de los monstruos elegí ocultar mis emociones y no demostrar la felicidad que sentía porque había llegado el día de irme para no verlos jamás:

-...en diez días tendrás que venir a hacer un control de rutina Morena. -Dijo el jefe de los monstruos con tono amable y compasivo.

Lo fulminé con la mirada y notó mi negativa, entonces insistió.

-No es necesario que cuentes los días exactos, pero tienes que prometer que vendrás. -Y ostentando poder con mi carpeta clínica en la mano concluyó, -No firmaré si no me lo prometes.

-Lo haré... -Dije entre dientes.

-Eso no me convence. -Dijo entre irónico y cómplice.

-¡Lo haré! ¿De acuerdo? -Grité y lo miré con odio.

Su amable despedida me pasó inadvertida, ni siquiera respondí. Solo caminé hacia la puerta tan despacio colgada del brazo de Giordana que parecían los tres metros más extensos del mundo; me sentía físicamente agotada pero estaba determinada a correr si intentaban detenerme. Una enfermera tuvo el primer gesto de amabilidad de acercarme una silla de ruedas, pero el ascensor me provocó vértigo, me sentí desvanecer un instante pero mi terquedad no me dejó desmayarme y soporté los cuatro pisos.

-¿Puedo empujar tu silla? - La tierna voz de Mike me robó la primera sonrisa en un largo tiempo.

-Solo si me das un beso primero. - Le dije.

Después del abrazo y el beso el camino se hizo divertido hasta el estacionamiento, chocamos con cada contenedor, enfermero o personal de limpieza que se nos cruzaba. Creo que necesitaba reír, y el niño me lo concedía.

Voy a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora