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Claudio miraba el mapa en mi diario, en todas las posiciones tratando de descifrarlo y murmuraba cosas pero cuando le preguntaba si entendía el camino no respondía.

Estaba nerviosa, ansiosa; "¿Por qué no viniste conmigo Tadeo?"

Los silencios de Claudio me estaban alterando y Elena solo miraba el puente, callada, pensando, y no me animaba a preguntarle en qué. No tenía idea de qué hacer... estaba asustada; antes había tenido miedo, pero ahora no era como esas otras veces en que se pasa cuando te duermes, o cuando cantas o te distraes. El miedo era real, tangible, y tenía su propia voz: "Vuelve, las cosas no saldrán bien... Vuelve, no cruces... vuelve".

Pensé mucho en Ronnie, como hacía para distraerme, pero ese miedo era más fuerte cuando pensaba en él esta vez, ahora, en la mitad del camino cuando todo hasta ese momento dentro de mí decía que llegaría, que él entendería; "¿Y si no lo entiende?¿Si llego y ni siquiera acepta verme?... ¡Qué idiota soy! Es obvio que no va a querer verme. Una loca más de tantas que pide verlo por una inexistente importancia... Solo a mí se me ocurre pensar que sería posible." Pero lo intentaría; ya había llegado hasta allí y no podía volver atrás y abandonar cuando la meta estaba tan cerca que la veía.

Él era el único ser confiable del otro lado del puente, capaz de efectuar un cambio y abrir los ojos de las masas. Tenía que intentarlo...

El sol había sido abrazador aquel día, pero empezaba a refrescar con el atardecer. No sé si era bueno o malo, pero la primavera se acercaba; más de un año pasó desde la noche en el sótano. Mi cumpleaños había pasado como el de todos, sin pena ni gloria. Había perdido la cuenta de los días cuando noté que era inútil contar el tiempo si no había nada que hacer más que buscar quizás, una utopía que nos mantuviera con vida.

El sol bajó. Vimos movimiento en el puente. Claudio levanto la vista de mi diario.

-Ya falta poco.

-¿Qué hacemos? –Pregunté.

-Esperar a que se vaya el guardia y cruzar...

-Lo dices tan fácil.

-Según tu amigo, lo es. Si seguimos el mapa.

-El mapa que solo tú entiendes.

-Solo síganme.

Las dos mochilas estaban ligeras. Ya no necesitaríamos más de lo que llevábamos, si todo salía bien..."si no salía bien tampoco".

Elena se acercó a nosotros, se veía asustada.

-Ahí se va. Andando. –Dijo Claudio.

Elena se colgó de mi cuello y me abrazó fuerte; la abracé y se aferró a mí temblando por un momento. Yo tenía tanto o más miedo que ella, y no me atreví a decirle nada; antes de poder consolar a alguien más tenía que poder liberarme y en ese momento era imposible.

Caminamos despacio, haciendo el menor ruido posible hasta el pie del enorme puente, siempre detrás de Claudio. Nos adentramos unos cuantos pasos hasta una puerta que chirrió mucho al abrirse. Nos ocultamos detrás de ella en la oscuridad por un momento eterno. Encender la linterna sería firmar nuestra muerte, así que buscamos a tientas hasta encontrar un escalón... otro... uno más. Una escalera de caños se alzaba en la pared y mi amigo comenzó a subirla, Elena detrás de su esposo y por último yo.

Arriba, después de unos diez interminables metros el pasillo era angosto y largo. Caminábamos despacio, encorvados, el espacio era lo suficientemente ancho para una sola persona a la vez y yo seguía siendo la última. Mi conciencia gritaba que volviera y pensé en dar la vuelta y salir corriendo por donde entré; pero el pequeño pasillo se abrió en un tipo de galería enorme y vacía, que se extendía hacia la derecha con unas cuantas puertas a cada lado.

Voy a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora