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Se había cortado la luz, sin dudas, porque la oscuridad era total. Un zumbido agudo me aturdía, me dolía la nuca y en la pierna izquierda tenía un dolor punzante. No recordaba dónde estaba ni tenía la menor idea de qué hora era. Me llevé la mano a la cara y me sentí sucia, tenía sed y la boca seca. Hice un gran esfuerzo para levantarme del piso y al incorporarme me sentí mareada, me mantuve un momento quieta, desorientada... caminé unos pasos y choqué con algo, traté de reconocer al tacto y se aferró a mi brazo... grité del susto pero no supe qué tan fuerte lo hice; respiré agitada un momento y cuando logré estabilizar mis emociones seguí el contorno del cuerpo lo suficiente para calcular el camino sin pisarlo. Encontré la puerta del placar abierta y me acordé, como quien recuerda un sueño lejano, que estaba en el sótano.

Tenía una linterna en el cajón derecho del escritorio, en el extremo opuesto de la enorme habitación, así que me pegué a la pared y caminé pasando por la cocina; sentía objetos bajo mis pies que pateaba para seguir hasta llegar a la puerta que daba al patio que reconocí al tacto para mantenerme orientada; un par de pasos más y doblé a la derecha; el baño estaba abierto y tuve un inútil intento de encender la luz. Seguí hasta llegar al escritorio. El cajón estaba atascado así que busqué inútilmente encima del mueble algo con qué forzarlo, pero además de vidrios y pedazos de yeso no había nada. Caminé en diagonal atravesando la habitación y busqué en la mesada de la cocina una cuchilla; el zumbido en mis oídos empezaba a disminuir porque escuché levemente el sonido del metal de los cubiertos que, al tacto estaba sucio de polvo... "El teléfono...si, lo dejé... ¿dónde dejé el teléfono?... en la mesa de centro... La linterna... sí, eso mismo, la linterna está más cerca". Escuché el sonido de mis pasos y algunos ruidos ininteligibles en el camino de vuelta al cajón que forcé con la cuchilla mientras tiraba de la manija, hasta qué, después de lo que pareció una eternidad, cedió.

Yess estaba de espaldas detrás del sofá con la cara cubierta de polvillo de yeso, dejé la linterna en la mesita con la luz en dirección a ella y la ayudé a sentarse. Intentaba hablarme con la mirada desencajada pero mi sentido auditivo todavía no se terminaba de recuperar así que solo escuché un murmullo:

-No te escucho Yess. –Le dije (o le grité)- Vamos, haz un esfuerzo, a ver si puedes sentarte en el sofá.

Fui por la luz para alumbrar en todas las direcciones y buscar a los demás

Sobre la cama estaba Elena, entonces recordé que se había quedado dormida con la idea de que la despertásemos cuando estuviéramos listos. Me acerqué y la sacudí, se movió y pude ver su cara arañada y la nariz sangrante. Traté de contener la desesperación y le dije apartándole el pelo del rostro.

-No te duermas. Voy a buscar algo con que curarte.

Caminé con un dolor punzante en la pierna que ignoré y en la mesada traté de cargar agua en una ensaladera, pero el grifo estaba seco. Fui al baño y busqué en el botiquín algo que pudiera servirme: alcohol, povidona, y gasas. Después abrí la cortina de la ducha para buscar agua y encontré a Diego sentado en la bañera con el pelo blanco de cal y la mirada perdida:

-Diego, ¿estás bien?

Ni siquiera se movió. Me agaché y le toqué la mejilla pero no reaccionó, así que le tomé la cara con ambas manos y lo obligué a mirarme:

-Diego, ¿estás bien? – Repetí.

Me miró y se le cayó una lágrima.

-¿Estas lastimado? – Le insistí.- ¿Me escuchas?

Le ofrecí las manos para ayudarlo a levantarse y se quedó de pie a un costado lo que me permitió abrir el grifo y un hilo de agua empezó a cargar mi recipiente. Atiné a volver por una botella vacía para apartar un poco que nos sirviera de bebida.

Voy a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora