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Mail recibido: "Hola Morena: Espero que te encuentres bien después de todo este tiempo sin comunicarnos. Quisiera saber si has recibido el paquete con mi invitación y poder conocerte vía Skype antes del evento."

Mail enviado: "¡Hola Ronnie!: Estaba ansiosa por tu mensaje. Si, lo recibí y estoy muy emocionada y agradecida por esta oportunidad. ¿Cómo pasaste tus vacaciones? ¿Cómo está la pequeña Marcia? He visto sus fotos, crece muy rápido y es bella, te felicito.

En cuanto a Skype, supongo que no tendré problemas en recibir tu video-llamada en un horario prudente. No quiero extenderme y robarte tiempo. Te mando un beso."

Los días pasaban volando, las personas alrededor se alegraban por mí y yo empezaba de nuevo a ser feliz.

Volvía a cuidar de Mike, las vacaciones de Navidad habían concluido y me hacía feliz verme en taxi con el uniforme de empleada doméstica acompañando al pequeño a la escuela.

De regreso caminaba con mi celular y mis audífonos; sentía que volvía a ser aquella que poco más de un año atrás caminaba despreocupada por las calles de mi ciudad, aunque ahora debía tener algunos cuidados, nada me impedía disfrutar de las cosas buenas que me estaban pasando. Pero a veces, mientras andaba en las calles me detenía a pensar en los acontecimientos preguntándome cuánto más habría de pasarme de ahí en adelante; quién sería el ángel que según Petra habían puesto en mi camino. Pensaba en Tadeo, en mis amigos, en Emilia... Mis ángeles eras varios, no olvidaría nunca mis promesas, ni las suyas; pero en especial las mías.

Los días se sucedían de uno en uno, con anécdotas, pero se sucedían con una energía diferente porque algo increíble estaba por pasar y mi corazón, mi mente y mi cuerpo lo sabían; la familia lo sabía y la felicidad parecía contagiarse por cada rincón de la casa.

El viernes regresé a casa a eso de las 10:00 am. Después de dejar a Mike en la escuela y pasar por casa de Giordana a saludar a su madre y preguntar cómo iba Taylor con sus estudios, ya que la familia de mi amiga y compañera de trabajo se había mostrado preocupada por mi salud quise devolver la atención.

Me quité el abrigo y preparé café mientras Gio limpiaba el despacho del señor. Sentadas en la cocina frente a las tazas me observó con preocupación:

-Te ves agotada.

-Me siento bien. –Le dije convencida.

-Estas pálida. –Insistió.

-Debe ser por el frío. –Acoté y con algo de fastidio agregué. –Gio, de verdad estoy bien, ¿sí? Caminé un poco, eso es todo...

-¿Un poco? ¿Cuánto es un po...

Mi celular sonó; era Ronnie. Con la felicidad en el rostro y los nervios en el resto del cuerpo le hice una seña a mi amiga para que hiciera silencio, a lo que ella asintió con desgano y gesto de resignación.

Skype: -Hola, ¿Puedes oírme? –Ronnie se veía nervioso.

-Sí, te escucho bien. Hola. –Respondí tratando de disimular la ansiedad.

-Cuéntame como estas. ¿Te ha gustado mi regalo? –Preguntó con su característica sonrisa.

-Sí, gracias. –Dije sonriendo sin poder evitar la alegría. –Discúlpame. Es una emoción enorme estar hablando contigo.

-También lo es para mí. –Dijo. –Créeme que me hace muy feliz. Siento una gran satisfacción. De verdad, no sé qué decirte...

-Ni yo... –Dije y nos reímos juntos de nuestra torpeza.

Estaba temblando, sabía que debía calmarme por mi salud, pero la idea de que Ronnie estuviera viéndome, hablando conmigo, interesándose en lo que yo tuviera para decirle era más de lo que hubiera soñado jamás:

Voy a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora