Capítulo Doce

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- Necesitas un amigo, - anunció Winn. Estaba terminando su segundo bistec con huevos. Yo permanecía fiel a mi té con miel.

- Tengo una. - dije melancólicamente. - Mi amiga Imra.

- Quiero decir a alguien tonto y malo, no alguien del club de las secretarias. - Le apunté con un dedo a la cara.

- Ante todo, no te burles de las secretarias, ni de sus clubes, fui secretaria hasta la semana pasada.

- ¿Luego te moriste?

- No, fui despedida del trabajo. Luego morí. De hecho, debería darme una vuelta por el lugar... lo mas probable es que ahora este en llamas. - Reí con maligna satisfacción. - Cuando despidieron al personal administrativo, perdieron la capacidad de llamar a sus clientes, hacer funcionar sus ordenadores y la máquina fotocopiadora, poder ordenar la compra de útiles de oficina, actualizar la base de datos, entender el funcionamiento de la máquina de franqueo... oh, la humanidad. - Sonreí abiertamente ante esa imagen mental, luego regresé a lo nuestro. - Segundo, Imra es, al menos, el doble de lista que cualquiera de los sentados en esta mesa. Tercero... cáspita, ¿cuánto vas a comer? - Durante mi reprimenda había llamado a la camarera.

- He estado demasiado deprimido como para tener hambre, - dijo a la defensiva. - Además, simplemente estas celosa.

- Tienes razón sobre eso. Mi madre me preparó mi comida favorita la otra noche y la vomité por todo su cuarto de baño.

- ¿Pero puedes beber? - Inclinó la cabeza hacía mi té.

- Aparentemente. No me hace nada... y sobretodo no me hace menos sedienta. Pero es familiar, ¿entiendes?

- Efectivamente. Por eso mismo permanezco en el ER. Deprime como el infierno y no te enteras de como terminan las cosas, pero por lo menos sabes dónde te encuentras.

- Eso es ridículo. Si eres tan infeliz en ese trabajo, déjalo. Trabaja en una agradable clínica familiar en alguna parte. - Se encogió de hombros, mirando hacía su plato.

- Si, Bueno...

- Solo digo, que debe ser duro. Trabajar en el hospital con niños.

- E increíblemente horroroso, - dijo con tono pesimista. - No creerías lo que las malas personas de mierda les hacen a los niños.

- No quiero oírlo, - dije rápidamente.

- No quiero hablar de eso, pero ese es mí trabajo. Realmente, quiero hablar contigo de eso. ¿Has conseguido... alimentarte, correctamente? Pues bien, te podría dar una lista de padres abusadores, a los que les gusta usar a sus bebés como ceniceros, o los que deciden marcar con un hierro caliente a un niño, porque cerró la puerta demasiado fuerte. Y podrías... arreglar las cosas.

- ¿Una vigilante chupadora de sangre? - Estaba horrorizada. E intrigada. No, estaba horrorizada - ¿No me escuchaste antes? ¿Eso de que hasta la última semana era una simple secretaria?

- Ya no, - Dijo Winn con aire satisfecho. Ahora que creía que había encontrado un objetivo, toda su conducta - ¡Hasta su olor!- era diferente. Se había ido el niño de ojos tristes, con una gran depresión a la espalda. En su lugar estaba el chico de las ideas. - ¿No me dijiste que pensabas luchar contra el crimen para expiar tus hábitos alimenticios? Pues bien, ¿Dónde mejor para empezar? - Simplemente negué con la cabeza y removí el té. - Bueno, entonces ¿cual es la alternativa? No pareces el tipo de persona que anda a escondidas por las sombras para atraer a algún incauto a tu diabólico abrazo. - La imagen mental me hizo reír. - Y otra cosa... los vampiros no se ríen tontamente.

Vampira & SolteraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora