Capítulo Ocho

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Entré en mi garaje a las cuatro y media de la mañana. Había un coche extraño estacionado en mi calle, un Taurus blanco.

Cuando pasé a su lado miré a hurtadillas dentro y vi una luz parpadeando. Era de la policía. En el momento en que entré en mi casa pude oler el distintivo olor del Detective Mike Matthews. Lo que, en realidad, nunca había podido hacer antes.

Todo lo que llegaba a oler en la comisaría, cada vez que le iba a ver, era a cruasanes rancios (lo de los pequeños donuts es un mito) y café recalentado.

Salió corriendo de mi cocina y se paró en seco cuando me vio. Abrió su boca e hizo un movimiento hacía el arma en su pistolera.

- Oh, esto es genial, - contesté bruscamente. - No te atrevas a apuntarme con el arma en mí propia casa. ¿Y, dónde está tu autorización?

- No la necesité, creí que estabas muerta.

- Chico, ¿Imra no pudo esperar para decírtelo? - La estrangularía la siguiente vez que la viera. Le dije que mi estado de "no muerta" no era un secreto, pero no quise decir que tuviera que correr a contárselo a la policía antes que a nadie.

Su búsqueda de parejas para mi, iba a ser mi fin. Bien, probablemente no. Esa tonta..., tenerla de amiga es tan solo una bendición a medias.

- No la creí..., pensé que era un mal chiste..., pero le prometí que lo comprobaría. ¿Sabias que va en contra de la ley fingir tu muerte? La D.E.A. va a estar muy enojada.

- Aunque parezca mentira, Mike, ese es el menor de mis problemas en este momento.

Había tenido la vista clavada en mí mientras hablábamos, y cuando me quité las zapatillas cruzó el cuarto. Para mi completo asombro, me tomó en sus brazos como un héroe de una novela romántica.

- Dios mío - dijo, mirándome con los ojos fijos en los míos.

Sus ojos eran del color del café claro, con motas verdes. Sus pupilas parecían enormes.

- Eres tan bella. - Todavía no me podía mover del asombro.

Mike me había tocado algunas veces, en su mayor parte para estrechar mi mano al saludarnos, y en otra ocasión nuestros dedos se tocaron cuando me dio a un Milky Way, pero siempre había sido amable. Una persona agradable. Me había dado cuenta de que no tenía ningún interés por mi, por lo que nunca le había acosado; es por eso que las indirectas de Imra eran tan molestas. Pero ahora...

- Dios mío - me dijo otra vez, y me besó. Pero parecía más, como si estuviese tratando de tragarme. Su lengua empujó en mi boca y de repente me encontré respirando su aliento.

Esto me sorprendió, pero no me desagradó. Entonces:

- ¡Ay! - Él tonto retrocedió tocando su labio inferior, dónde había aparecido una diminuta gota de sangre. - Me mordiste.

- Lo siento, pero tú me haz bezado. Y me haz zorpdendido. Oh, mierzda. - No podía apartar la vista de esa diminuta gota acarminada. Resplandeció. Me cautivó. Me rogó que la saborease. - Mike, tienezz que izte. Ahora mismo.

- Pero eres tan bella, - me susurró, y me besó otra vez, esta más amablemente.

Saboreé su sangre, y eso fue suficiente. ¿Antes había creído que tenía sed? El deseo más fuerte y apremiante que alguna vez había sentido, me cayó encima. Le devolví el beso, succionado su labio inferior, y luego nos rompimos las ropas mutuamente como un par de adolescentes excitados sexualmente.

Oí el "clunk" de su pistolera pegando en el suelo, oí el tintineo de las monedas en sus bolsillos cuando sus pantalones también cayeron en un charco de poliéster, un rüüüüüüp me dijo que necesitaría comprarse una camisa nueva. No tengo ni idea de lo que les paso a mis mallas. Se las podría haber comido y no me habría dado cuenta. Arranque mi boca de la de él, moví con fuerza su cara hacía un lado, y le mordí en el cuello. No estaba ni remotamente horrorizada.

Vampira & SolteraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora