Veintinueve

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Al día siguiente, Lunes 24 de Diciembre.

Esther Vélez.

Abri los ojos en el momento en el que mi alarma sonó, eran las 6:00 a.m. apague la alarma y con pesadez quite las cobijas de mi cuerpo, me senté sobre la cama y talle mi ojos, observe a Chris, él continuaba durmiendo, ni siquiera se había inmutado por el sonido de la alarma.

Dejaría que durmiera un rato más, la ventaja de él es que no tenía que bañarse ni que cambiarse, eso es lo que envidiaba de los fantasmas, el tiempo no pasa para ellos, en este momento la ropa y todo lo que Chris llevaba puesto era como si se lo hubiera colocado está mañana, estaba fresco como una lechuga, bueno si descartamos el echo de que está perdiendo la conexión con su cuerpo.

Me levanté de la cama y me metí al baño para darme una ducha.

**

Agradecía que Ross nos había dado el día libre, aúnque bueno... Era obvio, los días festivos nunca laborabamos.

En este momento me encontraba sentada en el autobús de regreso a la Ciudad, Christopher iba a mi lado escuchando un par de canciones con mis auriculares, me aliviaba que la gente iba tan metida en sus asuntos que no se daban cuenta que las cosas que manipulaba Christopher flotaban.

Me sorprendía que desde el momento en el que Christopher me acompañaba a todos lados las almas malignas no me perseguían, eran como si el castaño fuera mi protección. Gire a verlo y esboce una pequeña sonrisa al encontrarlo tan concentrado cambiándole a la música de mi celular, parecía un niño pequeño.

— ¡Está es una joyita de canción! — exclamó emocionado, relamio sus labios y comenzó a cantar. — usted no sabe, lo que es el amor...y el miedo que causa la desolación, usted no sabe que daño causo, como ha destrozado a este corazón, que tan solo palpita, con el sonido de su voz...con el sonido de su voz...

Mientras cantaba no quise interrumpirlo, para mí era exquisito escuchar su voz, al finalizar de cantar esa estrofa, Christopher giro a verme y quitó uno de los auriculares de sus oídos.

— Algún día, cuando recupere mi cuerpo, te dedícare un concierto, Esther — me quedé asombrada ante sus palabras ¿Lo decía en serio? — Lo prometo.

Cada vez que Christopher me decía algo lindo, hacia que sintiera la sensación de tener mariposas en el estómago, y es que me estaba comenzando a gustar, más de lo que debería de gustarme.

No, Esther, no debes enamorarte de él, tarde o temprano se irá, seguirá con su vida, y tú también lo harás... Pronto él se olvidará de ti, mejor no te hagas ilusiones.

Me repetía aquello todos los días, además... Chris solo está conmigo por qué le ayudo a recuperar su cuerpo, no por qué yo le guste,  será mejor que deje de hacerme ilusiones.

— Eso sería algo muy lindo detalle — comenté.

— Después de todo lo que haces por mi te mereces eso y más.

Desvíe la mirada y esboce una sonrisa.

— Ya te dicho que lo hago solo por qué te lo debo, es culpa mía que este atorado aquí, si no hubiera roto esa perla, seguramente ya estuvieras disfrutando de la vida en tu cuerpo.

Christopher frunció el ceño.

— Esther... — soltó un suspiro — Después de todo lo que ya hemos vivido juntos, me resulta difícil pensar en un escenario de mi vida donde no estés tú, si no hubieras roto aquella noche la perla de Tanato, no hubiera tenido la oportunidad de conocerte.

**

Narrador omnisciente.

CNCO.

Los chicos estaban emocionados, se encontraban en la sala de estar de su casa envolviendo regalos para esa noche. La madre de Joel se encontraba con él en su habitación cuidando del chico.

— Iré por más palomitas — anunció Erick mientras se levantaba para ir a la cocina.

— Te acompaño — Christopher se levantó y fue detrás de él, en la mano llevaba las tijeras que estaba ocupando para cortar el papel con el que estaban envolviendo los regalos.

— ¿A quien te toco darle el regalo, Christopher? — cuestionó Erick mientras vaciaba una bolsa de palomitas en el recipiente.

— Se supone que no debemos decirlo — el ojiverde le dedicó una mirada cómplice.

— No le voy a decir a nadie, anda cuéntame.

Christopher se acercó lo suficiente a él, puso las tijeras con el filo hacia Erick para que esté al voltear se las clavará en el estómago.

— Adivina... — el demonio esbozo una sonrisa.

— ¿A Richard? — justo en ese momento, llegó Zabdiel, Christopher escondió las tijeras y Erick giro.

Si Zabdiel no hubiera llegado, Erick en ese momento estaría herido...o quizás muerto, lo que el demonio no sospechaba era que Zabdiel comenzaba a darse cuenta de su comportamiento y lo había estado espiando todo ese rato, por lo cual se había dado cuenta de lo que iba a hacer.

— Vine a ayudar a Erick. — dijo el puertorriqueño

— No tenías que hacerlo, Christopher ya estaba aquí.

Chris miraba a Zabdiel con una mirada asesina, había arruinado sus planes.

Alma En Pena |Christopher Vélez| [EN PAUSA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora