Capítulo 5.

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No recuerdo como llegue a Montevideo, seguramente Natalia puso alguna pastilla debajo de mi lengua que me permitió viajar hasta aquí lo bastante tranquila para no ser bajada de un avión. Aunque debo admitir que el efecto de la pastilla se estaba terminado ya que mi tranquilidad era nula nuevamente. Mis pies estaban clavados frente a la puerta del lugar donde velarían a mi padre y yo no tenía ningún plan de entrar. No tenía fuerzas para enfrentarme con la realidad.

Fran se había quedado con Petuña en su casa y Natalia había venido conmigo, la necesitaba hoy más que nunca junto a mí. No me soltó la mano desde que me subí a ese avión hace más de 14 horas y sabía que no me la iba a soltar hasta que estuviéramos nuevamente en la casa de Fran. Tenía una amiga incondicional, mejor dicho, una hermana incondicional.

Las personas entraban al lugar sin fijarse en mí. Un velorio concurrido, tal y como mi padre le hubiera gustado. Lo "mejor" de la sociedad Montevideana estaba aquí hoy, reunidos para despedir a un "gran hombre", pero yo en cambio venía a despedir a prácticamente un desconocido.

Algunas personas, se daban cuenta que era la hija rebelde y me daban el pésame, antes de entrar, como la buena etiqueta lo exigía. Mire a Natalia y me saque los lentes de sol por un momento

- ¿Entramos Marie?

- Parece que no queda otra...tengo miedo

- Lo se linda, lo sé. Yo voy a estar contigo todo el tiempo y si en algún momento te queres ir nos vamos

- Gracias

Me envolví en valor y entre, en la recepción nos fijamos en que sala lo velaban y subimos las escaleras lentamente. Mi primer pensamiento fue: demasiadas personas. Tuve que respirar profundo para entrar a la sala, afuera de ellas habían muchísimos amigos, compañeros y meros conocidos de él que lo venían a despedir. Basto con que uno de ellos se diera cuenta quien era yo, para que absolutamente todas las personas que estaban en el hall hicieran fila para saludarme.

Natalia se encargó de que me dejaran en paz, entre en la pequeña habitación. Lo primero que me llamo la atención fue el olor, olor a viejo y flores, una combinación bastante agradable; lo segundo que me llamo la atención fue el ataúd caoba y brillante que tenía frente a mí. Hasta muerto mi padre sabia ser el centro de atención, bueno, era su velorio, creo que se lo podía permitir. Me reí en voz alta por mis pensamientos, odiaba y amaba por igual mi humor negro.

Me acerque hasta donde estaba el, por suerte habían decidido tener el cajón cerrado. Apoye una mano sobre la madera y espere que la lágrima llegara. No llego, creo que las había agotado todas. Sentí unas manos en mi espalda, sin darme la vuelta supe que era mi madre. Nos abrazamos de verdad, con sentimiento y con dolor. ¿Será que ahora que mi padre no estaba más para manipularnos, podríamos tener una relación nosotras dos?

Se la veía destruida, se fue el gran amor de su vida. Mi padre siempre fue su prioridad, aunque ella nunca fue la prioridad de él.

- Lo siento mucho mama – le dije yo y la abrace, pero esta vez procurando ser su sostén, quería que sintiera que yo estaba para ella. Que a mí no me había pedido.

- Lo se bebe, yo también – saco de su bolsillo un sobre cerrado y lo apoyo en su corazón – Esto es para vos, lo escribió tu padre hace unos meses, pero nunca se animó a enviarlo. Siempre creyó que te lo podría decir a la cara, que había tiempo...

Sus palabras y la carta me devastaron. No la pude agarrar, salí corriendo de allí. Nada de este dia tenía sentido, quería que se acabara, volver a Barcelona y olvidarme de todo. En la rapidez de mi escape no preste atención y choque contra un muro de músculos que hizo que cayera al piso.

UNA ULTIMA VEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora