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Las clases virtuales apestaban.

Si antes apenas podía equilibrar su vida entre sus estudios, el trabajo, sus hobbies y algún intento de socialización, pues ahora era imposible. Mayuzumi reconoce que siempre prefirió quedarse en casa, pero hasta él debía admitir que todo tenía un límite y que extrañaba sus viajes a la librería.

Sentado frente a su laptop, audífonos conectados, cámara encendida y libreta de apuntes a un lado, escuchaba lo más concentrado que podía a su profesor mientras intentaba pasar desapercibido entre sus veinti tantos compañeros y atender a las posibles necesidades de su pequeño novio, quien en este momento se dirige a preparar café. Mayuzumi le avisó con antelación que nadie le oiría si tenía algo que decir o preguntar. Y es exactamente lo que hizo.

--Chihiro, ¿dónde guardas el café?

--En el cajón de la derecha.

Un minuto.

--Chihiro, las tazas...

--Puedes usar la que quieras.

Un bostezo escapó de la boca de Mayuzumi y sacudió la cabeza. No durmió nada. Ninguno de los dos lo hizo y al observar los ojos de su chico con notables rastros de llanto suspiraba sintiendose frustrado e impotente. No era la primera vez que Akashi Seijuurou se presentaba en su puerta a las dos y media de la mañana agitado, con lágrimas nublando sus ojos y todo su ser sobrepasado de emociones.

Y lo único que Chihiro podía hacer era abrir sus brazos y ser su lugar seguro, susurrar dulces afirmaciones que jamás repetiría en voz alta y distraerlo contándole alguna de las tantas historias que leyó últimamente hasta que sus párpados no pudiesen permanecer abiertos más tiempo.

Akashi depositó dos tazas en la mesa y ocupó el asiento junto a Chihiro sin intención de permanecer lejos de él en ningún momento. Chihiro sabía que en estas situaciones no le gustaba estar solo y no decía nada.

--¿Cómo te sientes? --preguntó tras quince minutos escuchando a su profesor. Había desconectado los audífonos para que Akashi pudiese oír también y distraerse.

--Estoy bien --murmuró con una pequeña sonrisa apenas despegando la mirada de la pantalla --. Lamento haber venido sin avisar, olvidé tus clases.

Mayuzumi empujó su rodilla con la suya.

--Sabes que no me importa.

--Sí.

--¿No quieres ir a la cama? Deberías dormir un poco más.

--No creo que pueda --sacudió la cabeza antes de mirar a Chihiro --. Te necesito conmigo.

Chihiro ignoró el aleteo en su estómago y, suspirando por lo blando que este chico lo volvía, apagó la cámara de su laptop, abrió los brazos en una clara invitación que Seijuurou aceptó sin pensarlo dos veces y lo acomodó en su regazo. El pelirrojo recostó la cabeza en su hombro e inspirando profundamente cerró los ojos quedandose dormido casi de inmediato.

Chihiro besó su coronilla y continuó con su clase sujetando con firmeza la cintura de su novio.



drabbles; mayuakaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora