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Mira, la cosa es esta: cuando una Calíope Kane de doce años y medio deseópasar un setenta y tres horas viviendo como la icónica y abeja reina Blair Waldorf, no se refería precisamente al día de Acción de Gracias y a los días que lo seguían; pues, a pesar de que una gran parte de su corta vida fuera aburrida, habían momentos en los que el drama y los problemas la perseguían, y hoy, por ejemplo, era uno de esos.
Y sí bien, la noche del viernes no había terminado tan mal como esperaba ━al menos después de llegar a la casa de los Bowen y haber tenido una conversación con Ricky sobre lo que pasaba por su mente━, había preparado un bol gigante de palomitas de maíz mientras el dueño de casa buscaba alguna serie o película para mirar, después, alrededor de las once de la noche, One Direction, Shawn Mendes y Taylor Swift habían sido la razón por la que, una hora después, no tenían la mejor voz para hablar y una nula energía para mantenerse despiertos, por lo que Ricky le ofreció dormir en su habitación mientras que él se quedaría en la de su papá.
Todo iba perfectamente, hasta que en la mañana del día lunes, Calíope había despertado antes de que su quinta alarma volviera a recordarle que era inicio de semana, por una sola razón: su móvil no dejaba de vibrar a causa de los constantes mensajes que Natalie Bagley había enviado, avisando que la señorita Jenn necesitaba a todos sus alumnos en la escuela en treinta minutos a más tardar, ya que en la noche de acción de gracias, un incendio había afectado el teatro, donde al finalizar la semana se presentaría la obra High School Musical: The Musical ━el nombre que los participantes y la maestra habían acordado nombrarlo━.
Así que aquí estaba, en el ahora destruido teatro, parada a un lado de sus mejores amigos presentes y el resto de los nuevos Linces de la preparatoria tratando de escuchar las explicaciones de la señorita Jenn y de los bomberos de lo ocurrido la noche anterior, mientras lo único que podía su mente concentrarse era en saber como se encontraba Gina, ya que la chica no había contestado ninguno de sus mensajes o llamadas, ni siquiera los que Ricky y Jazzmyn les habían enviado.
─Muy bien, chicos. Abracen a alguien y tómense un momento, nos reuniremos en la cafetería al término de las clases ─comentó la mujer de rubia cabellera, alejando de su rostro un el balón de básquetbol entre sus manos que desprendía un poco de humo desde su parte superior─. Ricky y Nini, hagan correr la voz ─la chica asintió, mientras que el castaño no despegaba su vista de su celular─. ¿Ricky? ¡Ricky!
El chico levantó su confundida mirada del celular cuando escuchó a la maestra volver a llamarle por su nombre y al sentir como Zweig peñiscaba su brazo.
