Prólogo

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Era el último año de carrera. Estaba ansiosa por acabar de una vez. La verdad que estudiar Diseño de Indumentaria, no era para nada fácil. Te tenía que gustar demasiado para acabarla. Consta de dieciocho semestres y por suerte a mi solo me faltan dos.

Caminaba por los pasillos  como siempre cargada de libros y libretas. Me encantaba anotar todo tipo de ayuda. Mi madre decía: Cuanto más anotes y más practiques, mejor.—Cuanto la echo de menos.—Repetía mi cabeza una y otra vez.

Me dirigía a la clase de costura.—Oh Dios, que horror.—Exhalaba mientras abría la puerta.

—Llega tarde.—Veo como sus ojos posan entrecerrados, mirándome, mientras que posa un lápiz en su boca.

—Lo siento, Ian.–– Intento hablar, pero balbuceo.

—Annabella, te he dicho miles de veces que me llames Sr. Somerhald.— Asiento dirigiéndome a mi pupitre.

No me gusta para nada esta clase, ya que me toca con él. Ian Somerhald, mi profesor de diseño y costura. Tiene locas a todas las chicas de la clase. Según ellas «es el hombre más atractivo del mundo», otras se limitan a mencionar con toda la libertar del mundo; «que está buenísimo»

Para mi no es más que mi profesor. Nunca, jamás, podría pensar de otra manera.

—Bien chicas, hoy comenzaremos a diseñar. Coged un lápiz y papel. Comiencen a plasmar en esa hoja con toda su imaginación, un vestido perfecto para ustedes.— Lo miré y suspiré. Bien visto no esta nada mal.

«No, no, no. ¡Annabella céntrate, por dios!»

Empecé con algo muy simple: Un boceto. Con mucha delicadeza, comencé a dibujar un vestido no muy largo: unos diez centímetros por encima de la rodilla, muy ajustado de cintura, con un pecho en forma de corazón.

Ian iba pasando por los distintos escritorios para ver los trabajos de mis compañeras, hasta que desgraciadamente paró en el mio. Se quedó varios segundos mirándome. Sabe perfectamente que me pone muy nerviosa que me miren mientras trabajo, pero él lo hace a posta, para molestar.
Retoco algunos detalles y con un lápiz B3 relleno todo lo blanco.

—¡Que barbaridad!— Alza la voz, mientras quita el dibujo posado en mi mesa.— Esta genial Annabella.

Todas las compañeras se giran para ver que sucede.

—¿Te importaría pasarte después por mi despacho?

«¿Por su despacho?, este hombre esta realmente loco. No, ni de broma me pasaré»

—Esta bien Sr. Somerhald.— Genial. no se para que pienso antes de hablar.
Veo como esboza una media sonrisa que me hace estremecer de nuevo.

—Esta bien.—Posa el esbozo donde estaba, pero esta vez acaricia con suavidad mi mano.—Después nos vemos.

—S..sí.

En cero coma, aquella alarma dio por finalizada la clase. Más bien aparentaba aviso de incendio, tan sonora y chirriante.

Cuando me di cuenta, todas las alumnas habían vaciado aquella sala en la que solo me encontraba yo y mi estúpido profesor.

—Annabella, ¿aún sigue aquí?—Pregunta acercándose hacía mi posición.

—Si Sr. Somerhald, disculpe si le molesto.— Yo y mi mala costumbre de pedir perdón por todo.

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