advertencia: ninguna advertencia, solo que escuchéis la canción porque es importante para que luego no os perdáis cuando salga la letra u-u
eso y que os preparéis para tener que enfrentaros a muchos cambios de tiempo y pensamientos muy intensitos de un niño muy enamorado u--u
Después de aquella noche, algo cambió entre nosotros. Tal vez el aire se hizo un poco más ligero, más fácil de respirar, tal vez era su aura que adquirió un matiz dorado, más libre. Casi como si después de contarme la tragedia de su infancia, de revelarme en la oscuridad de nuestra habitación todo por lo que tuvo que pasar, se hubiera quitado un peso de encima, tan obvio que hasta se notaba en la forma que caminaba con diferente garbo y suspiraba con menos frecuencia y pesadez. Pero claro, esto del color de su aura o la cantidad de veces que suspiraba en un minuto eran cosas que solo yo podía ver, porque estaba demasiado obsesionado con él.
Tan obsesionado que era enfermizo.
El verano que pasé junto a él fue, simple y llanamente, la mejor época de mi vida. Desde el día que le recogimos y las manos me temblaban al levantar su maleta, pero no con un temblor propio del esfuerzo al levantar peso, sino de los nervios que acumulaba mi ser tras haberle esperado durante un mes entero, como un loco que se lo intenta sacar de la cabeza machacándose del gimnasio a la piscina, de la piscina al gimnasio, porque sabe que cuanto menos piense en él más rápido pasará el tiempo y llegará el día en el que lo vuelva a ver, pero cuando llega el día no puedo hacer más que buscar una forma de verle lo antes posible, ya sea siendo un pesado con mi padre para que arranque rápido o preguntarle a él mismo si quiere que le ayude a bajar las maletas.
Me encantaba cómo se adaptaba con naturalidad a mi entorno, como si siempre hubiera tenido un hueco allí a mi lado, esperándole, aunque más tarde descubriese que había tenido que desarrollar esa habilidad a la fuerza por las circunstancias de su vida. La forma en la que los gatos salvajes tomaron confianza con él enseguida, cuando a mí me había costado años y años de esfuerzo para domesticarlos y poder dar un paso hacia ellos sin que salieran corriendo despavoridos entre la maleza; cada vez que íbamos a la cochera a por las bicis y por mucho cuidado que gastásemos para que no nos oyesen salían de su escondite para enroscar sus colas en sus tobillos reclamando su atención y sus caricias; su bienvenida a la comunidad gatuna y las tardes enteras sentados contra la pared de termoarcilla jugando con ellos, su amplia sonrisa cuando lograba acordarse de los nombres de todos, o su preocupación genuina por mí cada vez que estornudaba por mi alergia al pelaje animal... Sentía que me había ganado el cielo, y más que eso, que ya estaba en él.
Me seguía a todos los sitios a los que le arrastraba con impaciencia digna de un chiquillo de cinco años, pero es que le tenía por fin a mi lado, y aquello había que celebrarlo enseñándole cada rincón de aquella casa y aquella huerta que habían sido mi oasis durante tantos veranos de mi infancia. Los mininos, los videojuegos frente a los que me evadía durante horas, los paseos en bicicleta por los caminos arbolados que conducían hacia el corazón del pequeño bosque y desembocaban en mi prado favorito de amapolas, las incontables mañanas y atardeceres, cuando la temperatura nos lo permitía, en las que se sentaría junto a mí bajo la sombra de un roble viejo y hablaríamos de trivialidades de la vida mientras merendábamos, me fijaría en cada palabra que saliese por su boca para grabarla en mi cerebro, las saborearía y guardaría con cautelosa atención para llegar a entenderle mejor y que no se me escapase ningún detalle de su personalidad, de lo que le gustaba y lo que no, de lo que hacía que sus ojos se iluminasen con ilusión y lo que hacía que apartase la mirada y se perdiera en sus pensamientos. Necesitaba compartir cada rincón con él, que pasara a formar parte de mi oasis, que sobreescribiera aquellos recuerdos tintados de ligero amargor con su presencia, con su olor a lavanda en mi cama, con el repique de su risa grave en el silencio de aquella enorme casa, con su sonrisa iluminando la penumbra de mis noches.
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My First And Last | Nomin
Fanfiction¿Debería intervenir en este caos de destino que ha decidido jugar con nuestras almas en un juego sin fin? Tengo miedo de que si lo hago, el destino querrá quitarte de mi vida. ¿Te perderé para siempre? - No sabía que te estaba buscando, y sin embarg...