la última cena

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Aviso: Capítulo largo, 19k palabras. (Disfrutad!)


Envidiaba las mentes de aquellos que no tenían un monólogo interno constante. De aquellos que podían irse a dormir por la noche sin rememorar todos los momentos embarazosos de su día, sin una vocecilla incansable que les enumerase todas y cada una de las formas en las que uno podía despreciarse a sí mismo. De aquellos que no escuchaban un runrún incesante diciéndoles que iban a morir envenenados o descuartizados por su suegra con la que todavía no habían tenido el placer de intercambiar una sola palabra.

—¿Crees que voy muy mal?

Termino de hacer la lista mental de todos mis defectos frente al espejo por quincuagésima vez. Debería haberme cortado el pelo para no parecer un hippie, mi nariz cada día está más grande y estoy empezando a pensar que tengo la cara completamente torcida porque mis gafas no paran de ladeadarse. No sé ni por qué me importa tanto que su madre piense que soy feo, si al que le debo de gustar es a él y nadie más. Quizás porque si apareciese por la puerta luciendo Tom Cruise en Top Gun, las cosas serían mucho más fáciles.

Me giro hacia Chenle con ambos brazos extendidos. Su mirada me escanea de arriba abajo mientras se recuesta en el marco de la puerta del baño. Parece un modista francés a punto de arrestarme por cometer un crimer de terrorismo estilístico.

—Hm... La corbata sobra. ¿Por qué te has puesto gafas?

Me las recoloco inconscientemente:— Para... ¿Para parecer más inteligente?

Su risa escandalosa me avergüenza tanto que estoy a punto de arrancármelas junto a la corbata.

—Jeno, vas a una cena casual para conocer a tus suegros, no a una entrevista de trabajo —me observa con cierta lástima en los ojos pero una sonrisa picarona—. Qué gracioso eres, me das casi pena.

—Se siente peor que todo eso —murmuro volviendo a mi reflejo en el espejo del lavabo, comenzando a deshacer el nudo de la corbata con torpeza entre mis dedos. Se siente como si estuviera dirigiéndome a mi propio funeral.

El único pensamiento que me reconforta ahora mismo es saber que Jaemin va a estar ahí.

—No te preocupes tanto, a cualquier madre le encantaría tenerte como yerno.

—No a la madre de Jaemin —refuto estresado con la corbata aún entre mis dedos—. Dios, ¿¡cómo puede ser esto tan complicado?!

—Espera, te ayudo.

Chenle acude a mi rescate y deshace el nudo en menos de dos segundos con una facilidad que me impresiona. Se vuelve a reír de mí con la misma sonrisa de gato que pone cuando sabe que estoy a punto de perder los estribos y lo mucho que me molesta.

Tal vez eso era lo que más impotencia me daba. Que yo podría ser perfecto, podría reunir todas las cualidades que me harían un yerno ideal, y aun así seguiría sin gustarle a la madre de Jaemin por el simple hecho de ser homosexual. Jaemin y yo habíamos hablado de ello por videollamada, de lo absurdo y bizarro de la situación, y aunque me había querido mostrar optimista y entusiasmado con la idea para reconfortarle, lo cierto es que estaba igual o más asustado que él por lo que pudiera ocurrir, sobretodo después de conocer (y ver) todo lo que aquella mujer era capaz de hacer.

—¿Ya te vas?

Renjun interrumpe en el baño, posiblemente con la intención de usarlo. Me quito la corbata rápido intentando no despeinarme y la arrugo entre mis manos mientras asiento y camino fuera.

—¡Buena suerte!

Me detengo por un segundo para ver una sonrisa en su rostro. Es sincera y relajada, una que llevo meses sin observar. Me hace sonreír también, aunque solo sea por unos instantes.

My First And Last | NominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora