after school (II)

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Jeno me conduce hacia la atracción donde supuestamente los demás nos están esperando. Es el Aserradero, otra atracción acuática de troncos que avanzan por un río y bajan un par de cascadas empinadas. La cola es tan larga que llega a la salida, y no vemos por ningún lado a los demás.

—¿Tú los ves? —le pregunto con ansiedad enmascarada en la voz. No quiero admitir que la idea de quedarme a solas con él me pone un poco demasiado nervioso.

Jeno estira el cuello buscándoles con la mirada, pero sin éxito. Parpadea varias veces con ojos redondos, como si nuestros amigos le hubieran traicionado diciéndole el lugar equivocado, y al final niega y me mira interrogante.

—¿Quieres montarte de todas formas?

Y tonto de mí, que digo sí.

Nos ponemos a la cola, a esperar 20 minutos en este incómodo silencio. Incómodo de nuevo solo para mí, porque él parece estar realmente tranquilo, disfrutando del asfixiante sol, de la agotadora espera, de todo lo que solo a mí me pone aparentemente de los nervios.

De verdad somos polos opuestos, pienso. Esto no iba a funcionar.

Sin previo aviso, Jeno se saca una mini botella de agua de la bandolera (¿cómo le cabe todo eso ahí?) y me la ofrece.

—Bebe.

—Tengo una.

—Pero seguro que está caliente. Bebe de esta. La he comprado antes —me la vuelve a ofrecer con una pequeña sonrisa amable. La tomo de sus manos, y el contraste de su piel caliente y la botella helada me da escalofríos.

La abro, y antes de hacer nada le pido permiso para beber del morro, porque eso de levantarla y beber a chorro siempre se me ha dado un poco muy mal, y no quiero hacer más el ridículo delante de él.

—Sabes que no me importa. Adelante —y me sonríe de nuevo.

Jeno vuelve a sacar tema de conversación un par de veces más en los 20 minutos que estamos haciendo cola. Me dice que Chenle lo ha dejado con la novia por la distancia, y que por eso está desesperado y amargado, y probablemente quiera perseguir ahora a Shuhua. Me esfuerzo por contestarle con ánimos, de verdad lo intento, pero es que desde que he estado en el baño mi ánimo ha caído en picado, y no sé si tengo fuerzas para aparentar que no estoy agotado física y emocionalmente, aunque a mi lado tenga a la persona más maravillosa del mundo intentando hacerme reír.

Finalmente nos toca montar, y cuál es mi sorpresa al ver que las barcas son para dos personas, y que no tienen separación de asientos, es decir, es un único asiento con barras laterales para sujetarse, y nada más.

Jeno se sienta primero al fondo, y me extiende una mano educada para ayudarme a entrar, que tomo con nerviosismo y anticipación. Mis piernas tiemblan y él se ríe por ello, pero tengo suerte porque parece que es la inestabilidad flotante del aparato la que me hace sacudirme como un flan, y no porque su caballerosidad me haga sentir especial con cada estúpido detalle que tiene conmigo. El asiento del tronco está mojado y me empapa el culo haciendo que dé un pequeño brinco de la impresión, y mis oídos vuelven a captar su suave risa a mis espaldas, muy cerca de mí.

Me aseguro con nerviosismo de colocar bien los pies en los pedales y las manos en las resbaladizas barras laterales para no salir volando en las supuestas caídas, pero todo eso pasa a segundo plano cuando noto unas manos fuertes caer sobre mis hombros, y mi corazón salta en mi pecho como loco cuando me doy cuenta de que es Jeno el que me está tocando.

—¿Te da miedo esta atracción? —me pregunta y le siento cerca de mi oído, muy cerca. Ay Dios mío.

Aprieta con manos firmes la línea de mis hombros, en un masaje que más que tranquilizarme, me pone aún más tenso.

My First And Last | NominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora