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Ya tenía un año de haber entrado a la universidad pero aún sentía que no me acostumbraba al ritmo de ésta, la época de proyectos era un infierno por la que tenía que pasar una vez más.

Estaba de mal humor después de enterarme de la nota baja que uno que mis profesores me había dado. Deseada simplemente ir a casa y tirarme en cama todo el día, pero para mi mala suerte ese día la madre de Bright nos había invitado a comer.

—¡Ya estoy en casa! —avisé quitándome los zapatos para entrar.

—Me alegro cariño, ¿llegaste bien?

—¿Cuántas veces te e dicho que no me llames cariño? Suenas como mi tía —Me tiré a la cama para luego mirar a Bright esperando que se acostara a mi lado—. Puedes llamarme lindo, mi chico, amor, mi niño, dulcesito, guapo, hasta puedes llamarme molestia, si quieres —Mencioné algunos de los apodos que me había puesto mi dulce novio mientras los contaba con los dedos.

—Me gusta molestarte, cariño~ —se acomodó a mi lado mostrándome una dulce sonrisa.

Bright y yo vivíamos en un departamento que estaba cerca de la universidad, no era muy grande pero era cómodo y se ajustaba a nuestro presupuesto. 3 años atrás habíamos prometido ser roomies, en ese momento sonó como una promesa al aire y ninguno pensó que realmente iba a cumplirse, pero después de pasar el primer semestre de la U sin poder vernos tanto como lo hacíamos antes, decidimos que lo mejor era vivir juntos para no extrañarnos y poder hacer nuestra relación más fuerte.

—¿A que hora tenemos que ir a casa de tu mamá?

—A las cinco en punto —miró el reloj de su celular—. Falta una hora.

En ese tiempo logramos arreglarnos y llegar a la casa un poco antes de la hora acordada, probablemente el padrastro de Bright estaría ahí así que ya estaba preparándome mentalmente para escuchar una de sus clásicas charlas homofóbicas. El señor sabía de nuestra relación y aún después de tanto tiempo no podía aceptarlo. Bright ya era un adulto y obviamente no podía obligarlo a terminar conmigo, no nos importaba lo que dijera, pero sentía pena por la madre de mi chico, siempre terminaba disculpándose por su marido a pesar de aclararle que no tenía porque hacerlo.

—Uh, desde aquí huele a galletas recién horneadas —Me dijo Bright tomando mi mano en cuanto nos acercamos a la puerta de la casa.

—Tienes suerte de que mis galletas favoritas sean las mismas que las tuyas~ —toqué la puerta riendo suavemente.

—Mi madre te consciente demasiado, seguro preparó más para ti. En cuanto llegamos a casa repartimos las galletas en partes iguales ¿okey? —rió de igual forma, la puerta se abrió y la madre de Bright nos recibió con un fuerte abrazo.

Pasamos a la sala, el padrastro de Bright ya estaba comiendo con la televisión encendida y el volumen muy alto, ni siquiera se dignó a vernos.

—Deberían sentarse, les serviré de comer en un momento, aún me falta poner unas galletas a hornear —la señora tomó el control de la T.V y bajó el volumen para que la escucháramos mejor. Su esposo la miró y suspiró ruidosamente pero ella lo ignoró —. Bright ¿podrías ayudarme mientras yo sirvo la comida?

Bright aceptó y fue a la cocina con su madre para poder ayudarla, no sin antes decirme que volvía enseguida. No quería hablar con el padrastro del chico pero parecía que él tenía otros planes.

—Oí que aún estás estudiando periodismo, que bien —me habló con la vista pegada en la televisión.

—Sí, es difícil, pero creo que está empezando a gustarme.

¿Podrías escucharme? •Brightwin•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora