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Era ya algo tarde. Me había arreglado un poco. Mi cabello se veía asombro y aunque la ropa no era lo mejor me sentía conforme.

—Que guapo te ves peque. Recuerda no alejarte de tu amigo, siempre hay gente muy rara en esas fiestas.

—Quédese tranquila tía, no soy un bebé, puedo cuídame sólo.

—De igual forma quédate con gente que conoces. No sé como es que tu madre te dejo ir.

La puerta sonó antes de que pudiera contestar a mí tía.

—¡Debe ser Bright! —Corrí emocionado hacía la puerta para abrirla. Como esperaba, el apuesto chico estaba en mi entrada, y vaya que se veía apuesto.

—Buenas noches, joven —me sonrió mostrando sus dientes.

—Buenas noches, ¿Qué se le ofrece? —hacer de todo un juego ya era algo de nosotros.

—Vengo en busca de un hombre bastante apuesto que mide como esta altura —hizo referencia mi estura con una mano—. Vive aquí y es parecido a un tierno conejo.

—¿En serio? —miré a los lados haciendo como que buscaba a alguien—. No conozco a nadie con esas características, tal vez se equivocó de casa.

—Que lástima —sacó una bolsa de regalo que estuvo ocultando a lado de una pared—. Si hubiera encontrado a esa persona podría haberle darle esto.

—¿Uh? ¿Qué es eso? ¿Es para mí? —estaba realmente confundido. ¿Debías regalarle algo a tu acompañante de fiesta? Yo no había comprado nada.

—Sí, es para ti ¿Puedo pasar a tú casa? Así abres ésto con más comodidad.

—Ah, sí, sí, claro —Me hice a un lado para que el chico pasara.

—Tómalo —me tendió el regalo.

Tomé el presente con dudas y miré dentro de la bolsa.

—¿Bright tú...? —saqué lo que había dentro, era justo la camisa que me había gustado.

—Eso no es todo, mira —bajó el cierre de su chaqueta para mostrarme una bonita camisa blanca con rayas azules—¡Son los mismos colores pero a la inversa! ¿No es genial?

—Bright... No puedo aceptarlo, lo siento.

—Sé que es tu favorita, te veías muy seguro cuando te probaste. Deja las formalidades de lado y sólo úsala.

—No es eso es sólo que... —no pude aguantar más la risa—. Esto es tan infantil, me vería ridículo si combino contigo ¿Crees que aún somos niños?.

—¡Ey! ¿Qué dices?

—No pienso usarla.

—¿Hablas en serio? Si no vas a ponértela tú, te la pondré yo —Me tomó de la camisa intentando quitármela.

Puse mis manos sobre las suyas intentando evitar lo que quería hacer.

—Bright, detente.

—Chicos, recuerden que aún estoy aquí —habló mi tía y Bright se detuvo.

—Oh, disculpe señora, sólo estábamos jugando —Bright intentó acomodar mi camisa que ahora estaba arrugaba por su culpa.

—¿Por qué no usas lo que te trajo el vecino? Es de mala educación tratar así a alguien que se acordó de ti y te trajo un regalo.

—Pero tía...

—Anda, ve a ponértela y no seas grosero.

No podía desobedecer a mí tía así que hice caso, tomé la camisa y fui al baño para poder ponérmela. Era la talla perfecta y me veía muy bien. Debía de admitir que esa se convertiría en una de mis camisas favoritas. 

¿Podrías escucharme? •Brightwin•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora