Capítulo 20

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Él era el niño apartado del salón. Aquel niño que jugaba solo en un rincón con juguetes propios, el que no destacaba por sus notas ni su personalidad.
Pero, después de todo, era un niño, y no se daba cuenta.

Volvía a casa caminando con felicidad y alegría. Era el último día de clases por dos meses, también era navidad y la ciudad estaba cubierta de nieve.
Su madre tomó su mano y le sonrió con sinceridad.

— ¿Cómo te fue hoy? — Preguntó curiosa.

Su mamá era una mujer muy hermosa. Sus facciones eran irreales; cualquiera que la veía podría pensar que era de la más importante realeza. Su piel era pálida y su rostro pequeño. Tenía los pómulos ligeramente marcados, ojos grandes y con doble párpado. Sus labios eran esponjosos y rojizos por naturaleza, su nariz estaba perfectamente marcada y era muy empinada. Su cabello solía lucir al aire libre, suelto y peinado únicamente por el viento. Este era de un profundo café, al igual que sus ojos. Respecto a su carácter.. bueno, ella era divina. Fina como la tela más cara de una casa de moda. Era una mujer muy natural, que cada vez que podía intentaba inculcar los valores más puros a su pequeño hijo. Amaba a los animales, pero su marido nunca la había dejado adoptar uno. También era conocida por ser generosa y amable con todos, siempre le sonreía a cualquiera por las calles, pese a que no lo conociera. Algo que le trajo muchos problemas.

— ¡Bien, mami! — Respondió Yeonjun, emocionado. Apretó su unión de manos y sonrió achinando sus ojos. — ¡Hice un nuevo amigo! Su nombre es Soobin. ¡Y es más alto que yo!

La señora rió achinando sus ojos, copiándolo. Acarició la piel de su hijo con su dedo pulgar. Según lo que recordaba, era la primera vez que su pequeño llegaba con semejante notición.

— ¿En serio, Jun? ¡Estoy muy feliz por ti! — Opinó su madre, tan hermosa como siempre. — En celebración.. Hoy tendremos una cena maravillosa. ¡Cocinaré tu comida favorita!

— ¿¡De verdad!? — Exclamó Yeonjun, dando pequeños saltitos en su lugar, como si fuera una pequeña ranita. — ¡Eres la mejor, mamá! ¡te amo!

La señora le sonrió emocionada. Tan, tan emocionada que una lágrima se resbaló de su ojo izquierdo. Su corazón se revolvía en su pecho.
No pasaron ni dos segundos para que la preocupación del menor fuera en ascenso.

— ¿Por qué lloras? — Preguntó el inocente niño, angustiado por verla en ese estado.

— No es por nada, corazón. Es solo que me haces muy feliz. — Respondió regalándole otra sonrisa más. — Vamos a casa.

Caminaron abrazados hasta la entrada de su hogar. Este tenía las paredes vacías; sin cuadros ni recuerdos. Los muebles también. Ni una sola foto familiar como en cualquier otro amoroso hogar.
Su padre era un hombre bastante serio, alto, siempre iba de traje y peinado hacia atrás. Sus facciones eran promedio, de hecho su hijo siempre pensó que se quedaba muy corto comparado a la belleza de su madre, pero esta siempre dijo estar profundamente enamorada de él.. aunque fuera una mentira. O más bien, un trato.

Las horas pasaban volando. Yeonjun no podía esperar al día siguiente para abrir sus regalos de navidad. Sentía mucha curiosidad de saber qué le había elegido Santa ese año.
Su madre los llamó a comer. Como era costumbre, la cena transcurrió en silencio hasta que el "hombre de la casa" terminó el pavo y se retiró. Su madre ahora tenía que limpiar la mesa, los muebles, barrer el piso y luego trapearlo. Yeonjun la ayudaba y hacía de cuenta que pasaba trapos secos por las paredes.

— Sigues malcriando a nuestro hijo, va a terminar siendo un maricón. — Los regañó su padre, sentado en un amplio sofá bordó. — Eres una inútil.

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