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Siempre estoy haciéndome la dura, siempre estoy fingiendo que nada puede hacerme daño. Que soy hermosa como un diamante pero mas fuerte que una roca.
Siempre estoy actuando. Miento tanto que me considero una mentirosa profesional. Aunque últimamente las mentiras comienzan a pesar, y la resignación párese ser la única opción.
¿De verdad se acabo?
Una parte de mi se siente decepcionada al no recibir más cartas. Supongo que ambos tomamos una decisión.
¿Por qué duele? No tendría que doler de esta manera, no debería sentir qué hay un espacio vacío en mi pecho, como si me hubieran robado el corazón de una mala manera y ahora no tuviera la capacidad de sentir.
Hacia mucho tiempo que me había resignado a estar enamorada de Regulus Black, pero jamás me imagine que este dolor sería el precio a pagar por el corromper de mi alma, por caer ante lo prohibido, a lo profano.
Además de mentir, parecía que últimamente sólo sabía llorar, huir y dejar de luchar.
Y es que toda la situación me parecía desesperante. Tenia ganas de correr a la mesa de Slytherin, sentarme en frente de Regulus y gritarle ¿Por qué la besaste? ¿Por qué dejaste de enviar cartas? ¿Por qué dejaste de luchar por mi?
Y por otro lado estaba mi madre. El futuro que había planeado para mí y que yo tanto me había convencido a desearlo.
Bajo mi almohada guardaba las cartas no enviadas que en medio de la noche escribí a lágrimas. Gritos desesperados de mi corazón que decían:
" ¡No! ¡No quiero casarme! ¡No lo haré!"
Pero solo eran cartas, solo eran mis profundos deseos deseando lo imposible, y desear lo imposible fue lo que me causó este corazón roto en primer lugar, por eso ignoraría esa rabia y mentiría, sería cobarde y patética pero al menos, habré cumplido con mi deber.
Aunque vestía rojo sangre y pertenecía a la casa de los leones, debía dejar a un lado el fuego que ardía en mi interior, debía dejar de ser tan impulsiva.
Y le rogaría a Merlin:
"Por favor, quiero ser feliz. Has que deje de doler."
Era primavera, los árboles presumían su color y las flores brotaban por todo el paisaje del castillo escocés. Un par de semanas y las vacaciones de primavera empezarían, un par de semanas y conocería a mi prometido en la fiesta de compromiso. Y ya no habría vuelta atrás.
—¿Mirando el paisaje reina mía?—preguntó Amanda al entrar al dormitorio. Últimamente siempre estábamos juntas, parecía la única verdadera interesada en obligarme a cumplir mi deber, y la seguiría para no desviarme del camino otra vez.
