(TN) vive con su padre Gold D. Roger y su hermanastro Portgas D. Ace, en las a fueras de una ciudad de Estados Unidos. Su padre sufre una depresión y, finalmente, es internado en un centro psiquiátrico. Los dos hermanastros deben trabajar para sacar...
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(Narra Law)
No podía negar que, desde que todo empezó con (TN), los días pasaban más rápido y entretenidos.
Jamás había experimentado aquella sensación. Tener a alguien a tu lado que hiciera que todo fuera más sencillo.
Una sonrisa ladina se dibujó en mi rostro al pensar lo ridículo que me veía a sí mismo, pero no me importaba. En absoluto.
Aquel lunes empezábamos las vacaciones de primavera. La consulta permanecería cinco días cerradas y atendería las cuestiones urgentes de manera telefónica.
(TN) iba a pasar el día en mi casa. Había estado todo el fin de semana con su padre y su hermanastro.
Estuve sentado en el sofá, leyendo un libro y con un documental de fondo mientras esperaba a que sonara el timbre. Y, cuando por fin lo hizo, no tardé ni un segundo en levantarme para abrir.
—Law, Law, espera —farfulló, desde el otro lado del telefonillo.
—¿Sí?
—¿Me acompañas un momento a la consulta? Me dejé una cosa el viernes.
—Enseguida bajo.
Me acercaré al mueble de la entrada para coger la cartera y guardarla en uno de los bolsillos traseros de mis pantalones. Cogí las llaves y salí por la puerta.
¿Por qué me había pedido que le acompañase? Ella tenía llaves y podía haberse pasado un momento antes de venir a mí casa.
¿Tal vez quería...?
A lo mejor no era eso, pero estaba claro que algo tramaba.
—Hola, Law —saludó, sonriente, nada más salí por el portal.
Me acerqué para darle un beso en los labios. Se me hacía raro mostrar afecto en público, aunque me iba acostumbrando poco a poco.
—¿Qué te has dejado? —pregunté, mientras cruzábamos la calle.
—El cargador del portátil —respondió, mientras ladeaba la cabeza para mirarme—. Se me acabó la batería ayer, pero como no me corría prisa he preferido esperar hasta hoy que iba a acercarme.
Subimos las escaleras en silencio y, una vez en frente de la puerta, comenzó a rebuscar en su bolso.
—Uf... No encuentro las llaves —murmuró, mientras continuaba mirando en el interior—. ¿Las has cogido?
—Sí. —Las llevaba en el mismo llavero que las de casa.
Se hizo a un lado y me dejó abrir a mi la puerta. Seguía notando algo sospechoso, aunque no parecía mentir. O al menos estaba muy tranquila.
—¡Sorpresa! —escuche exclamar a varias voces conocidas, nada más abrir la puerta.
Podría haber sospechado varías cosas, pero jamás se me hubiera ocurrido que (TN) se hubiera puesto en contacto con mi familia y mis amigos para organizar aquel... Evento.
