SHINSO HITOSHI

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Si se lo preguntan, su historial con Denki Kaminari no era exactamente el mejor.

Y no, no lo malinterpreten, no creía que el rubio fuera un delincuente o algún tipo de peligro para la humanidad... bueno, tal vez el último un poco; sin embargo, si le pidieran describir al niño rubio que vivía a dos casa de distancia definitivamente debería de usar algo más que un par de palabras.

Lo había conocido once años atrás, cuando sus padres decidieron mudarse a ese bonito vecindario excusándose en que "era necesario un cambio" y evitando decir la dolorosa verdad de su mudanza: el bullying que sufría su hijo en cada escuela que pisaba.

Exactamente dos días después de llegar a la nueva casa había conocido aquel ser de baja estatura y ojos brillantes... y a su patín de pokemon que le arrancó la cabeza a su juguete favorito.

Shinso recuerda estar en su nueva habitación, escuchando a lo lejos la música de su padre en la planta baja y el movimiento de los trates en la cocina... y luego la ventana romperse.

Si, justo así.

Atravesando el vidrio de su ventana un patín multicolor había aparecido, llevándose consigo su figura de cabeza de nabo, uno de los personajes de la película el castillo ambulante que tanto le había costado conseguir.

Su padre Hizashi no tardó en aparecer, con una espátula como arma y la mirada alerta.

Y lo demás fue historia.

Una historia que incluía a un hiperactivo niño rubio como vecino y una figura de colección pegada con cinta adhesiva con estampado de dinosaurios.

¿Lindo, no?

Pues las historias "lindas" no terminaron ahí, pues cuatro años después, a los once, Kaminari le regaló un conejo mascota en su cumpleaños.

¿Adivinen quien descubrió su alergia por los conejos justo el día de su cumpleaños?

Aja, Hitoshi.

En su cumpleaños número once termino comiendo pastel en una camilla de hospital mientras Denki se llevaba a su casa al señor conejo para no "contagiarlo de la peligrosisima enfermedad de Hitoshi".

Y un año después, cuando se encontraba en la puerta de su casa esperando a su padre Shouta, un Denki Kamianri salvaje y lleno de pintura se estrelló contra el, llenándolo de pintura y dejando una mancha gigante en forma de tortuga en su camiseta favorita.

Y podría seguir con la lista; como la vez que le regalo un sándwich de crayolas, o aquella ocasión que dejó escapar al señor conejo y de alguna forma terminó durmiendo en la cama de Hitoshi mientras este se iba al hospital con una nueva alergia.

Sin embargo, dejemos la historia de cuando le regalo una pluma de avestruz como obsequio de cumpleaños y centrémonos en una anécdota en especial.

Su declaración.

Porque si, él mismo niño que lo había mandado al hospital -dos veces- y que había roto su figura favorita del castillo ambulante, también se le había declarado.

Si, así sin más.

Durante la tarde de la víspera de navidad, mientras Hitoshi jugaba en su patio trasero, escuchó un ruido demasiado singular, notando a un rubio tambaleante intentando subir la cerca de madera que separaba su jardín del resto del vecindario.

Un poco extrañado pero nada asombrado lo ayudó a pasar, notando un olor demasiado peculiar.

— Te recuerdo qué hay una puerta por allá. —señaló, sin recriminarle verdaderamente nada—. Da igual, si quieres parecer un delincuente cada que quieras venir de visita, no me-

— Me gustas.

Y tal vez hubiera sido algo mágico; con los copos de nieve cayendo a su alrededor, las lucecitas navideñas resplandeciendo a lo lejos y el aire frío coloreando sus narices y mejillas.

Claro, sin contar el hecho de que posterior a su declaración Kamianri salió corriendo en busca del baño, para luego vaciar su estómago en el retrete.

Al parecer, el idiota de su tío le había retado a beber dos shots de vodka, y como el terco e irresponsable que era Denki Kaminari había aceptado el reto sin pensar en las consecuencias.

Una consecuencia en forma de declaración amorosa y vomito instantáneo. Muy mala combinación a su parecer.

Sin embargo y aún con el largo historial de travesías con Denki Kaminari, jamás podría decir que odiaba al chico, ni siquiera se atrevería a decir que le caía un poquito mal o que desearía no haberlo conocido; porque al final de todo, seguía siendo Denki Kaminari, una persona que llegaba para quedarse.

Y aunque estaba acostumbrado a todo lo que pudiera pasar en la explosiva y sorprendente mente del niño de ojos brillantes, jura que se sorprendió al menos un poco cuando lo vio cruzar nuevamente la cerca del jardín, ahora en sus cinco sentidos.

— ¿Si recuerdas en donde está la puerta?

— Hitoshi ¡justo a quien buscaba!

— Sería raro que entraras por mi patio buscando a alguien más.

— Necesito tu ayuda. —pidió rápidamente.

— ¿Mi ayuda? ¿Estas bien? ¿La policia está involucrada en esto?

— Nada de eso.

— ¿Entonces?

— Toshi, necesito que me enseñes a jugar basquetbol.

¡HEY, CAPITÁN! -SHINKAMI-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora