1- Indescifrable

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-En algún lugar de Nueva Orleans-

Cuando eres camarera, el mundo es como un libro predecible. Distingues a las personas por sus expresiones y por lo que ordenan, y es ahí cuando sabes qué clase de personas son y cómo se portarán contigo cuando los atiendes.

Era lunes de nuevo, y el sinfín de mi rutina volvía a empezar. Me levanté como siempre a la seis de la mañana y me apresuré a preparar el desayuno, siempre llegábamos tarde cuando me levantaba a estas horas pero era la única forma de poder dormir unas cinco horas y no sentirme cansada durante el día.

Fui a ponerme el uniforme, un ridículo vestido color amarillo, peiné mi cabello en una coleta y luego fui a despertar a Milo, que era un reto en las mañanas.

-Cariño, es hora de levantarse- dije encendiendo la luz.

-No quiero ir a la escuela mamá- se quejó con su tierna voz.

Me reí- Vamos, será un buen día, hoy es la excursión al museo, ¿Recuerdas?- me acerqué a sacarlo de sus mantas de dinosaurio y lo tomé en brazos para ponerlo de pie sobre la cama.

-¡Sí!- dijo de pronto muy animado- ¡Dinosaurios!-

-¡Dinosaurios!- repetí con alegría y empecé a cambiarlo con el uniforme escolar- Listo, ahora a desayunar, rápido que se hace tarde- dije cuando terminé de ponerle los zapatos- Lávate la cara y luego toma tu cereal- dije por último y él salió corriendo al baño.

Fui de nuevo a la cocina/comedor del pequeño apartamento que puedo pagar y encendí el televisor que estaba sobre una mesita en la improvisada sala al lado. Me senté en una de las dos únicas sillas de la pequeña mesa redonda y tomé del café barato que traía del trabajo.

Milo llegó corriendo otra vez y se sentó a comer de sus Froot Loops cantando una canción de su programa favorito entre dientes, yo mientras tanto me tomé mis cinco minutos para mi sola.

Eran exacto cinco, los había contado, los únicos cinco minutos en donde podía sentarme libremente a no pensar en las cuentas, el trabajo y los problemas de los que me juré Milo nunca se enteraría. Eran cinco minutos en los que perdía la mirada en las noticias de la mañana y me imaginaba un mundo ideal, donde Milo crecía en una casa hermosa, con un jardín grande donde jugar, donde podía comprarle todos los juguetes que quisiera y no debía preocuparme en saber si irá o no a la universidad.

-¡Iré a lavarme los dientes!- dijo de pronto dejando su tazón limpio en el escurre platos como le había enseñado y volvió a salir corriendo.

Y los cinco minutos se habían acabado, de vuelta al mundo.

Largué un suspiro, y me levanté a dejar la taza en el fregadero. Fui a lavarme los dientes con Milo, que empezó a hablarme de su dinosaurio favorito, el diplodocus.

Y luego de ponerle su abrigo y el mío y verificar que tuviera todo en la mochila, bajábamos las escaleras de mi apartamento en el cuarto piso para ir a su escuela, que estaba a tres calles.

-Ten un buen día cariño- sonreí cuando llegamos al portón principal donde el autobús ya esperaba por los alumnos y los profesores iban de aquí para allá- Te amo- me incliné y besé su mejilla cuando me dio un abrazo de oso.

-Te amo mamá- dijo feliz antes de darme también un tierno beso en la mejilla y se fue corriendo junto a sus amigos que lo saludaron animados cuando se acercó.

Saludé con una sonrisa cuando me sonrió igualmente a su profesor, el señor Davis, un tierno hombre a punto de jubilarse que siempre me trataba como a una hija, y luego de asegurarme que todo estaba bien, di media vuelta y fui al trabajo, a cinco calles de aquí.

Broken Soul / 18+Donde viven las historias. Descúbrelo ahora