21. Las atrapadas.

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Capítulo veintiuno.

Abro lentamente mis ojos y lo primero que veo es a Azrael durmiendo cómodamente a mi lado.

Mierda, si lo hicimos.

Estoy acostada sobre su brazo y una de mis manos está sobre su pecho.

Sonrío inconscientemente al verlo dormir. Su expresión no es seria ni tensa, sino relajada.

Ver a Azrael relajado, sin necesidad de que se esté burlando, es algo que no se ve todos los días.

Bajo la mirada a su abdomen marcado, no puedo creer que enserio haya pasado de nuevo. Luego de casi jurarle a Abby que Azrael y yo no nos volveríamos acostar.

Entro en cuenta de que estoy desnuda a su lado y mis mejillas se encienden calentándose como una llama. ¿Cómo es que aún me sigo avergonzando de esto?

Lo más delicada y sigilosa posible retiro mi mano de su pecho y me levanto de la cama. Busco mi ropa por todos lados y la encuentro tirada al pie de esta. La recojo y me la coloco lo más rápido que puedo. Intento buscar mi ropa interior, pero luego me acuerdo de que no la traía.

Así que ahora mi última misión es salir sin que Azrael despierte.

Sé que no está bien que haga eso, pero debo aparentar de que no pasó nada entre él y yo. Solo hasta contárselo a Abby.

Según la claridad del día, aún es temprano. Así que, si llego a la habitación de las chicas antes de que despierten, nadie se dará cuenta de que me la pasé aquí.

Con delicadeza y sumamente despacio logro abrir la puerta y camino en puntillas tratando de no hacer ruido.

A un paso de salir del marco de la puerta y a punto de cantar victoria, una que se encontraba a mi diagonal se abrió y automáticamente me puse tensa.

Solo espero que no sea nadie que conozca.

Abro los ojos con algo de vergüenza por ver de quien se trataba y casi me ahogo con mi saliva al ver el cabello rubio totalmente despeinado de Abigaíl.

- Carajo ¡Abby! – es lo único que sale de mi boca por lo sorprendida que estaba.

Su mirada se encuentra conmigo y abre su boca tanto como yo.

- ¡Rachel! – grita tratando de entender como estaba yo ahí.

- ¡¿Q-qué haces aquí?! – chillo algo confundida.

- ¡¿Y-yo?! ¡¿Qué haces tú aquí?! – contraataca ella y yo ya no sé qué decirle.

- ¿Por qué tanta bulla? – una voz fina y algo ronca sonó en la puerta frente a la mía, las dos volteamos. Esta se abrió y enarqué mis cejas cuando Chiara se hizo presente usando una camisa blanca que le quedaba como vestido.

- Oh, mierda. – Abby murmuró mirándola y ella se sonrojó al instante.

El sonido de otra puerta abrirse nos hizo voltear y sin duda casi nos caemos cuando vimos a Cristina salir lo más silenciosa posible de uno de los cuartos, daba pequeños pasitos de puntillas como si no quisiese hacer ruido, cerró la puerta y se volteó soltando un suspiro de alivio. Pero su expresión cambió a una de horror cuando nos vio, al igual que todas. Sus mejillas se sonrojaron y se dio la vuelta, intentó volver a entrar, pero para su mala suerte, la puerta ya no habría.

De acuerdo, eso tal vez no me lo esperaba.

Asu vez, la manecilla de la puerta de al lado de ella empezó a girar y vimos salir a Estela con una tela en sus manos que parecía encaje, estaba haciendo un mohín con sus labios en señal de tristeza, pero esta mueca se desvaneció cuando nos vio y automáticamente escondió detrás de ella lo que traía.

Todo Comenzó Con Tu MiradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora