Capítulo veinticuatro.
Mis días pasaron como una estrella fugaz. Con la promesa de cumplir un deseo, pero al final terminando como una estúpida mentira creada por la sociedad.
Dejándome más rota de lo que ya me sentía.
Mañana es mi cumpleaños número dieciocho. Y aunque debería estar emocionada de que por fin podré sacar una licencia para conducir, o tomar alcohol en bares sin que me los nieguen por ser menor de edad, no lo estoy.
Mi corazón sigue igual de roto que antes.
He dejado de llorar, mis ojos ya no me arden y estoy empezando a comer con normalidad. Pero ahora siento a mi corazón doler cada que pienso en Azrael. Eso es una mierda.
Hubiera preferido quedarme como antes a sentir este estúpido dolor en el pecho.
Estoy recostada sobre el sofá de la sala con la mirada fija en el techo. Me siento algo feliz. Mi padre me llamó esta mañana, no había hablado con él en meses. Enserio lo extraño, pero entiendo su trabajo. Me sigue recordando que soy su princesa y que cuando me vea me abrazará tanto que explotaré por esto. Me deseó un feliz cumpleaños y se disculpó por no estar este año conmigo. Me dijo que me amaba y yo le dije que yo lo amaba a él. Luego se escuchó una tercera voz diciéndole que su tiempo terminó y él se despidió de mí.
Si, definitivamente ya sé que profesión no quiero tener. No digo que sea una mala carrera, pero si quiero tener una familia en un futuro, pues me aseguraré de estar con ella el mayor tiempo posible.
Mi crisis existencial es interrumpida por el sonido del timbre.
Gruño un poco al recordar que mi madre se llevó a Thiago al dentista, el pobre no podía disimular su expresión de horror. Definitivamente estoy sola en casa. Me levando toda desganada y arrastro cada pisada hasta llegar a la puerta.
Mi sorpresa es tanta cuando veo a Abby en la entrada. Está en un pésimo estado.
- ¿Qué... pasó? – es lo único que puedo musitar al verla.
Sus ojos estaban cristalizados y la forma en la que estaba reteniendo sus lágrimas hicieron que mis sentidos se pusieran en alerta.
- Abby... - murmuré y ella se lanzó a abrazarme.
Yo cerré la puerta y la sostuve para evitar que caiga. Era la primera vez que la veía así de rota. Mil preguntas se cruzaron por mi cabeza, pero estas se desvanecieron cuando ella empezó a sollozar sin control.
Me senté en el sofá y ella enterró su cabeza en mi cuello sin dejar de llorar.
Sentí sus lágrimas mojar mi camiseta, pero no me importó. Seguí dándole pequeñas palmaditas en la espalda y acariciando su cabello para tratar de tranquilizarla.
Era la primera vez que veía a Abigaíl tan lastimada. Siempre era tan fuerte y segura de sí misma, y ahora estaba rota y destrozada. No tenía idea de que decirle o que hacer para que dejara de llorar. Solo me limité a seguir acariciándole el cabello sin dejar de abrazarla para que parara de llorar.
Ella se calmó luego de unos minutos... su respiración era pausada y los soniditos que hacía con su nariz me confirmaba que le costaba respirar un poco.
- Abby... - hablo tratando de que me cuente que es lo que sucedió.
- Uriel me botó. – la escucho musitar aún con su cabeza en mi pecho.
- ¿Qué? – enserio me sorprendió demasiado algo así - Pero...
- Sí – ella me interrumpe incorporándose - fui a su casa a decirle que lo quería... Que quería hacer pública nuestra relación, que iba a enfrentar a mi padre por él. Le dije que lo amaba, Rachel – su voz se vuelve aguda y sus ojos se vuelve a cristalizar, la rabia en ellos era visible - le confesé mis ridículos sentimientos y él solo me dijo que me fuera y me cerró la puerta en la cara. – sus palabras salen forzadas, como si se estuviera resistiendo de no volver a llorar – Me enamoré tanto que duele... nunca me había sentido así por nadie, y tengo tanta mala suerte que la primera y única persona que hace que mi estómago se llene de mariposas, sea la que también me termine lastimando.
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Todo Comenzó Con Tu Mirada
Roman d'amour¿Alguna vez se han enamorado? Y no, no me refiero al "estoy enamorada del chico más perfecto de la preparatoria" como lo creía yo, me refiero a ese amor que no solo se mete en tú cabeza, sino también en tú corazón, a ese desgraciado amor que aparece...