15. Paraíso Azrael Quiroga.

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Capítulo quince.

Nuestros labios se sincronizaron de una manera única, era un beso suave y delicado dado por mí y correspondido por él.

No quería despegarme de Azrael, pero la falta de aire no me dejó de otra, tiré mi cabeza hacia atrás y logré alejarme milímetros de sus labios, mis pupilas se conectaron con sus deseosos ojos grises, eran tan brillantes. Él quería más, al igual que yo y esa mirada era todo lo que necesitaba para ya nunca poder negarle algo.

Di un respiro profundo sin quitar mi atención de sus ojos y de un momento a otro sentí como sus manos se despegaban de mi cintura para sostener ahora mi rostro. Azrael volvió a engancharme a su boca de manera salvaje intensificando el beso en uno más demandante y posesivo, se sentía absolutamente maravilloso. La forma en que se apoderaba de mis labios me hacía soltar pequeños jadeos que ahogaba dentro de su boca, mi respiración se aceleró mientras él dejó entrar su lengua de manera minuciosa rozando levemente mis ya hinchados labios, la forma en la que jugaba con ella dentro de mi boca me enloquecía, tenía un sabor a ron y tabaco combinados con menta, maldición su sabor era jodidamente delicioso, ¿Por qué razón no hice esto antes?

Las sensaciones que tenía en ese momento eran indescriptibles, una mezcla de pasión y excitación se apoderaban de mí. Mi piel se erizó por completo y mis piernas empezaron a temblar, sentía que me derretía en sus brazos.

En los brazos del ángel caído.

Esta vez fue él quien se separó bruscamente de mí, su respiración estaba acelerada igual que la mía, sus labios estaban rojos y gruesos, con solo verlos así supe que jamás podría saciarme de probarlos. Mi corazón estaba hecho un desastre palpitante y sentía mis mejillas encendidas por causa de la excitación que sentía. Nos quedamos mirándonos fijamente tratando de recuperar el aliento entre jadeos, mi mundo se paralizó, cualquier tipo de sonido se evaporó y solo lograba oír el de nuestras agitadas respiraciones.

Un pequeño empujón, producto de la cantidad de personas que se encontraban bailando, me hizo voltear quitándome la concentración de Azrael.

Volví mi mirada rápidamente, pero él ya no estaba por ningún lado, dejé de respirar y se me heló la sangre, los nervios se hicieron presentes en mí.

Azrael no estaba, se había ido y me había dejado ahí. ¿Por qué carajos me siguió el beso si se iba a ir? ¡¿Por qué me volvió a besar?! Mis cambios de humos aparecieron enseguida, estaba furiosa. Después de todo, esto era mi culpa, ¿Qué más podría esperar de Azrael Quiroga?

Maldición, me siento imbécil.

Recojo la poca dignidad que me queda y regreso al grupo donde estaban todos con la esperanza de encontrar ahí a Azrael con una buena explicación, pero mi sorpresa es grande cuando ni él ni Cristina se encontraban en el lugar. Mi cabeza se llenó de ideas locas que solo me enfurecieron aún más, quería largarme y nunca más volver a dirigirle la palabra, ¿Por qué me tuve que ilusionar de él?

Iba a decirle a Abby que me tenía que ir, pero desistí de la idea al verla coqueteando a más no poder con Uriel. Si quiera ella si se estaba divirtiendo.

Entré a la sala principal, por la que tenía que pasar para salir de ahí y una figura conocida llamó mi atención. Azrael Quiroga estaba subiendo las escaleras y no estaba solo, así es, Cristina Quevedo con ese irónicamente llamativo vestido rojo lo estaba siguiendo.

Mi pecho dolió y la sangre llegó hasta mi cerebro de golpe.

Unas palabras atormentaron mi cabeza. Solo eres un juego para él.

La ira me invadió de repente, estaba furiosa.

Oh no cariño, esa idiotez no te la pienso aceptar.

Todo Comenzó Con Tu MiradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora