22. Este no eres tú.

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Capítulo veintidós. 

- Rachel... - un susurro cerca de mi oído me hace sonreír un poco creyendo que estoy soñando.

- Rachel por favor... despierta... - sí, definitivamente debo estar soñando para escuchar esa melodiosa voz en mi oído.

- ¡Azrael ya nos vamos! – el grito de alguien me hizo sentarme de golpe en la cama, eso me asustó.

Mierda me duele demasiado la cabeza. Y creo que aún estoy algo ebria.

Mi mirada va hacia la persona que se encuentra a mi costado, es Azrael, sonrío un poco al verlo molesto como siempre. Está con una mirada asesina hacia Anthony, quien se encuentra en el marco de la puerta.

Se ve tan lindo con su entrecejo fruncido.

- ¿Quieres que te mate? – mi ángel caído suelta en un tono amenazante.

- Oh... tómate tu tiempo amigo... - la voz temblorosa de Anthony se escucha demasiado chistosa y lo veo salir casi corriendo de la habitación.

- ¿Qué hora es? – pregunto al ver que el día está algo oscuro.

- Las seis. – Azrael suaviza su mirada – Dormiste toda la tarde.

- ¡¿Qué?! Tenía que llegar en la tarde. – me paniqueo mientras salgo de la cama.

- Tranquila...

- ¡Mi mamá va a matarme! Y no la conoces ¡Enserio lo hará!

¿Cómo es que no entiende la gravedad de asunto? La señora Miller podrá ser un amor cuando está de buenas, pero cuando se enoja ¡Es como la reina roja!

Empiezo a caminar de lado a lado de la habitación, estoy demasiado nerviosa, y no tengo idea de que excusa darle a mi madre.

- ¿Q-qué hago cambiada? – entro en cuentas que traía un vestido antes, y ahora estoy con la misma ropa con la que viajé.

- Oh, te tuve que cambiar, estabas empapada. – lo dice como si fuera lo más normal del mundo, mientras a mí se me enrojece la cara en un segundo.

Azrael se da cuenta de mi sonrojo y lo veo sonreír de lado para luego acercarse hacia mí.

- Tranquila, cerré los ojos. – dice relamiéndose los labios, y sé que es mentira.

- Ya vámonos. – hablo algo irritada por el calor en mis mejillas y me dirijo a la puerta.

- Espera.

- ¿Ahora qué? – me volteo a ver que es lo que va a decir y lo veo sacar una caja de su bolsillo.

- Tienes que tomarte esto. – pronuncia dándome la pequeña caja y mis mejillas se vuelven a encender cuando me doy cuenta que es la pastilla del día después.

Carajo, lo olvidé.

La palabra furia era perfectamente lo que representaba mi madre en el momento en que llegué. Lo peor fue que ni siquiera le había respondido las llamadas y mensajes, eso la molestó aún más. ¡No fue porque no quise!

Mi celular estaba muerto, literalmente había dejado de funcionar por el agua que se le había metido. Y el dolor de cabeza que tenía no me dejaba acordarme de su número. No pude siquiera llamarla de otro celular.

Si, definitivamente estaba muerta.

Me castigaron por casi un mes. No podía salir de casa más que para ir a la escuela, y las visitas solo estaban abiertas para Abby.

Mi cabeza casi se parte en dos por los gritos de mi madre, estaba muy, muy, pero muy enojada. Y no la culpo. ¡No vuelvo a probar gota de alcohol en mi vida!

Todo Comenzó Con Tu MiradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora