CAPÍTULO 4

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CAPITULO EDITADO

Alejo

Una semana más tarde...

Hace una semana que estamos aquí. La verdad que estamos muy bien en este pequeño pueblo. Nos pusimos a buscar un terreno en venta y la verdad que hay muchos interesantes, compramos un lugar cerca del hotel, sin pensar dos veces comenzamos con las renovaciones hace una semana.

Tenemos tres semanas para hacer las investigaciones contra mi padre por eso compramos cuatros teléfonos desechables para contactar con mi hermano León para saber el estado de salud de Mijaíl y para que nos ayude en la investigación, para mí suerte, el accedió con gusto a ayudarnos.

Por otro lado, es difícil seguir en contacto con mi hermano porque los celulares desechables también pueden ser rastreados, debíamos tirarlos cada dos por tres, debo admitir que es un poco estresante.

En cuanto a la investigación de los hermanos no hay nada tampoco hemos hablado con ellos y es mejor que se mantenga nuestra distancia así.

Escucho golpes en la puerta, nos miramos con Henry, hago una seña para que abra la puerta y bufa, lo hace y miramos a los dos demonios Villanueva con los brazos cruzados.

— Exigimos una explicación de esto — dice uno de los ellos, nosotros le miramos confundidos por su reacción.

El otro nos entrega el periódico con nuestras fotos, nos ponemos pálidos.

Carajo, ellos nos descubrieron.

Tienes que estar tranquilo, Alejo. No dirán nada o eso espero.

— ¿Qué hacemos ahora? — pregunta en un tono bajo Henry. Le hago una seña para que se tranquilice y me deje hablar.

— ¿Dónde quitaron esto? — pregunto con tranquilidad.

— En un puesto fuera del pueblo, solo dinos la verdad ¿De acuerdo? Somos suficientemente grandes para entender las cosas. Si mi hermana ve esto, le dará un infarto y no queremos eso — dicen los dos al mismo tiempo y con un tono enojado.

— Está bien, vengan les diré, pero esto queda entre nosotros ¿Sí? — comento mientras les señalo con el dedo, ellos asienten.

Es mejor tener pequeño aliado ¿No? Espero no arrepentirme de esto.

— Pasen y pónganse cómodos — ordeno.

Espero solo no arrepentirme de esto más adelante.

Horas más tarde...

Después de explicar todo lo sucedido a los muchachitos, prometieron no decir o hablar con nadie del tema.

— Te ayudaremos — dicen los dos mocosos al mismo tiempo, abro los ojos asombrados y con mucho terror porque su hermana mayor me matará si se meten en problemas.

— No, no lo harán — hablo con un tono frío.

— ¿Tienes miedo de mi hermana? Que gallina eres, toda esa historia que nos contaste creo que es mentira — dice Rodrigo con un tono de burla en sus palabras, se perfectamente lo que está haciendo y no me gusta para nada porque al final tendré que acceder su ayuda.

— No tengo miedo de su hermana, solo de la escopeta que tiene en la casa, Gastón me dijo que debían cuidar de ella así que no puedo ponerles en riesgo, no los conozco lo suficiente para involucrarlos en mi vida y mis trabajos — me excuso y trato de hacerles razonar porque no quiero que ellos se metan en esta vida de mierda que llevo.

— Haremos esto; te ayudaremos hasta un cierto límite si está más peligroso la situación entonces nos detendremos — insiste Rodrigo, pero Gastón se queda callado y pensativo.

— Es mejor y por bien de Aracely que no nos metamos — dice serio Gastón.

El niño más razonable del mundo.

— Pero dijiste para ayudar — dice confundido su hermano.

— Cambie de decisión, Rodrigo — habla con un tono cortante, se da la vuelta y sale de la habitación.

— ¿Qué pasa con ese niño? — pregunto para mí mismo y escucho a su hermano.

— Él tiene un trastorno de apego, mi hermana mayor tiene problemas de desmayos, por lo tanto, el siente la obligación de cuidarla — explica y trago saliva.

— ¿Aracely está enferma, que tiene? — pregunto y niega varias veces.

— Ella siempre fue así, no tenemos nada de lo que puede ser — dice y encogiendo sus hombros, suspira y me mira.

— Yo quiero ayudarlos, por ellos dos, quiero que tengan una mejor vida -— dice, pero niego con la cabeza.

— No puedo involucrarte, es peligroso, lo siento niño pero puedo darte un puesto en el bar que quiero abrir aquí — hablo y asiente varias veces con la cabeza.

Minutos más tarde...

Rodrigo se había ido complacido porque al final aceptó trabajar conmigo en el bar, solamente eso le puedo dar. Henry no ha dicho nada solamente se había quedado serio en toda la conversación.

— ¿Qué pasa si los dos niños hablan? — pregunta.

— Ellos son inteligentes, no lo harán. Confío en ellos — admito mientras me concentro de nuevo en mis documentos y suspira, se levanta de la silla.

— ¿Dónde vas? — pregunto.

— Iré a dar una vuelta, vuelvo enseguida — miente con descaro y asiento varias veces.

Espero que esos dos niños no hablen más de la cuenta con nadie y que Henry no les haga daño porque no me perdonaría si les pasará algo a los dos.

El Príncipe de la Mafia (#3 P.M)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora