1. Noira Clyde.

679 27 6
                                    

Vestida con un galante vestido blanco que adornaba a la perfección su figura, caminaba de un lado a otro descalza, atrayendo la mirada de todos en el lugar, incluso de las mujeres.

Desde muy joven sabía perfectamente que su vida se trataría de esconder su cuerpo, hasta que a sus dieciséis años logró sacar provecho de ello, y es que con su altura de 1.65 metros, largas piernas con figura envidiable y unos pechos perfectamente redondeados, levantaba la vista de todos en cualquier habitación a la que entrase. De cabello color castaño cenizo, tez blanca y ojos azules. No era más que una Diosa.

Y era efectivamente como se referían a ella cada que tenía que salir a realizar su espectáculo. "La Diosa de la Noche", todos esperaban su acto en la noche en el que cantaba unas cuantas canciones y danzaba al son de la música sensualmente.

No era precisamente lo que esperó toda su vida pues siempre creyó trabajar en una importante editorial traduciendo libros o incluso haciendo los subtítulos de sus películas favoritas, no precisamente esto. Aunque de alguna manera muy retorcida disfrutaba escuchar a todos aclamar su nombre y pedir más tiempo de su acto.

Afortunadamente siempre se destacó en los idiomas y es por ello por lo que conseguía los mejores horarios en los que había más personas, ganaba más propina e incluso le invitaban algunos tragos que por supuesto no pasaban desapercibidos por su jefe.

Suspiró en cuanto la última luz del escenario en el Burd'Elle Bar la dejaron de iluminar y bajó de una mesa con ayuda de un hombre que la miraba fijamente y entonces aquella mirada de perversión total la acompañó hasta el camerino en la parte trasera del lugar.

Caminó con una gran pesadez a lo largo del pasillo, sus pies le pedían el más largo de los descansos e incluso por fin pudo sentir el frío invierno de Montreal entrando por su piel desnuda. A pocas semanas de Navidad no podía quejarse eran las mejores fechas para trabajar, con mayor afluencia de personas y muchísima propina.

Era otra cosa de la que tampoco se podía lamentar, ganaba bien y era un extra del poco dinero que le ofrecían en su actual empleo de Traductora e Intérprete en Toronto, sabía perfectamente que era un buen negocio, pero al ser la más novata del lugar la veían de manera inferior y no le ofrecían muchos trabajos. También sabía que podía comenzar su propio negocio, haciendo unos cuantos trabajos de traducción, pero no tenía el tiempo ni siquiera para estructurar la empresa que quería llevar a cabo.

Fue a sentarse al sofá de terciopelo rojo y descansó en cuanto dejó caer sus pies sobre el brazo del sofá, por fin logró respirar. Ni siquiera se preocupó en quitarse el maquillaje, se quedó dormida en unos cuantos segundos hasta que escuchó la puerta trasera sonar constantemente.

— ¡Noira! —gritó un hombre detrás del pedazo de metal, como resorte se levantó para observar al viejo reprocharla con la mirada—. Otra vez te quedaste dormida, deberías tomarte un descanso.

—Mi estatus social no descansa Harry, gracias, en un segundo voy.

El hombre de barba tupida completamente gris asintió con aquellas orugas gigantes que descansaban sobre sus ojos color miel y desapareció en la oscuridad del pasillo. Noira se apresuró a recoger sus cosas, metió sus pies en unas pantuflas y echó su mochila a la espalda, luego se cubrió con una cobija color vino y salió como alma que lleva el diablo directo a la puerta del lugar. Sabían perfectamente los del lugar que sus chicas no eran de la ciudad de Montreal, todas residían en ciudades cercanas o incluso lugares más alejados. Incluso Noira que su departamento se encontraba a ocho horas del lugar, cada viernes en la tarde y Domingo en la madrugada se dirigía a la estación de autobuses para llegar a su destino. Cargaba con su confiable pack de cojín, cobija, bata y pantuflas, ya hasta los empleados de los autobuses que conducían la esperaban si llegaba unos minutos tarde.

La Diosa de la Noche.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora