4. El imperio.

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Aduló la manera en la que Karla se paseó frente a ella con los nuevos tacones color amarillo que compró la semana anterior. Ya era un mes que estaba trabajando junto con ellos, al principio fue difícil comprender la jerga que tenían ahí. En cada uno de los departamentos en los que conocía a alguien se sentó para platicar y conocer un poco más. Tenía más percepción de ese lugar que el del que en realidad trabajaba.

Karla era una persona directa, sin pelos en la lengua para decir las cosas, muy animada y sin duda aduladora, por el contrario Sophie era callada y sólo tenía una noción muy pequeña de lo que la chica opinaba, pero a pesar de ello congeniaba muy bien con cualquiera de las dos.

Le recordó a su amiga Juliet, sacó su celular por un instante y le pidió encontrarse esa tarde más temprano que de costumbre para platicar un poco.

—Mañana sábado los de R.H harán una fiesta de cumpleaños al gerente, ¿irán?

—Sí, será divertido ir, pero no te puedes alejar de mí como la última vez Karla —tocó el hombro de Noira—. Le pidió a alguien que se pusiera a platicar conmigo mientras ella bailaba con el tonto del almacén.

—Lo siento chicas, tengo que ir a trabajar, de hecho, ya debería irme —se excusó fijando su vista en el reloj ignorando por completo el comentario de Sophie, ya era realmente tarde para ir al banco como quería ir, comprar un poco de maquillaje en la tienda que tanto le gustaba de la plaza y luego llegar a tiempo al autobús—. Será para la próxima.

—No comprendo tu insistencia por tener tantos trabajos. Nena, eres ideal para Joseph Myers —Noira rio recogiendo sus cosas, tal vez sí lo era, después de todo los dos estarían trabajando todo el tiempo que ni siquiera se acordarían del aniversario o el cumpleaños del otro—. Juro por mis zapatos nuevos que si no te presto dinero para lo que sea para lo que estés ahorrando me tiraré del quinto piso de la empresa.

—Te hubiera creído si el edificio tuviera los suficientes pisos para eso. Me voy.

Se despidió con un beso de las mujeres y se dispuso a salir hacia el estacionamiento en la superficie. Parecía que iba a lograr su cometido a tiempo cuando Bruno llamó su atención en la entrada principal.

—Hola.

—Bruno —respondió amable, sujetó con fuerza su celular e impaciente revisó la hora—. ¿Todo bien?

—Excelente, sólo me preguntaba si deseabas que fuéramos juntos mañana a la fiesta de R.H.

—Lo siento, en verdad me encantaría, pero justo ahora voy saliendo a mi otro trabajo —el joven revisó la hora también y frunció el ceño—. Lo sé, lo sé, pero trabajo de fin de semana. Estas bolsas caras no se pagan solas.

Se explicó moviendo de un lado a otra su bolsa. Él aclaró su garganta.

—Entonces, ¿te puedo invitar una cena después?

—Como... ¿En una cita? —Bruno resolvió sus pensamientos con rapidez y afirmó meneando la cabeza de arriba abajo. Una cita no le caería mal en esos momentos y más si era con él, después de todo su incesante platica los hacía simpatizar muy bien, además de que desde un principio la trató como a cualquier mujer y no como un premio que era la costumbre de todos los hombres a su alrededor. Fingió considerarlo y comenzó a caminar lejos de él—. Lo planeamos por mensaje, ¿vale? Pero sí, me encantaría salir contigo.

Le dio la espalda y de inmediato lo escuchó saltar de la emoción y ella por supuesto que se ruborizó. Bruno era amable, divertido y la escuchaba cuando era el momento e incluso se llevaba bien con todos, no como Joseph que sólo vivía para trabajar, que pocas personas lo habían visto salir con alguien o socializar, sin embargo, todos agradecían el puesto que tenían, un punto a su favor al ser un buen jefe.

La Diosa de la Noche.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora