15. Absolutamente inusual.

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Entró en primera instancia al departamento, frente a ella estaba un espacio con grandes ventanales sin cortinas, toda la luz que embargaba el lugar era refrescante, a su izquierda estaba una cocina en tonalidades grises, bien equipada con cosas que nunca en su vida podría costear a pesar de ganar bien en el Bar, y la sala al fondo de los mismos colores sombríos y apretados que supuso tendría Joseph en su casa.

—Es hermoso —dijo muy bajo, paseó por el largo espacio y finalmente se sentó en una de las sillas de la isla en la cocina y sonrió al hombre que le miraba impaciente—. ¿Cuál era el plan?

—El plan es comer —comenzó a sacar del refrigerador algunas verduras, carne y aderezos—. Espero que no te moleste cocinar.

—En lo absoluto —curvó los labios en una gran sonrisa y se acercó para ayudarlo, a pesar de ser un hermoso departamento, la cocina era lo suficientemente pequeña para sólo dos personas y con Joseph ahí, eran prácticamente tres, parecía acostumbrado a su gran altura que se movía con gracia y agilidad, le pareció interesante y comenzó a cortar lo necesario—. ¿No imaginó algo mejor que hamburguesas?

—Por supuesto que no, a todo el mundo le gustan las hamburguesas —ella asintió—. Espero que no te moleste...

—No me molesta —repitió interrumpiéndolo—. De hecho, me gusta, pero mi cocina es más pequeña y aunque podría hacerlo, la flojera me gana siempre.

Se escuchó el "tss" de la carne friendo y ella agradeció por primera vez el gesto de cocinar en una cita, aunque no hubiera tenido pareja en su vida, sí tuvo alguna que otra cita, como con Bruno, que solo la llevaban a restaurantes, hablaban de lo mucho o poco que tenían en común e intentaban llegar a algo más.

«Acaso, ¿era una cita?», pensó.

— ¿Has pensado en quitarme el apodo de jefe mandón y hablarme por mi nombre?

—Lo he pensado, pero aún no lo hago —dijo sin siquiera voltear a verlo, no agradaba de hablar de tú a un jefe, en la ABCO lo hizo porque fue su primer trabajo formal, pero fuera de ello a nadie más se atrevió a hablar por su nombre, ni siquiera a Edmond del Burd'Elle Bar—. A mí me parece divertido que en ciertas ocasiones me hable formal y otras no.

—Es algo que hago mucho, no puedo evitarlo —afirmó, las mejillas de Noira se colorearon al verlo moverse con rapidez hacia el congelador y sacar una bolsa de papas fritas. Nunca pensó sentirse atraída por un hombre cocinando o tal vez nunca tuvo la oportunidad de ver a uno—. ¿Sabe? Mañana hay una fiesta de empleados, y muchos han preguntado por usted, sería buena idea.

— ¿Me está invitando? —tartamudeó intentando alejar sus pensamientos de Joseph con el torso desnudo cocinando.

—Sí, puede ser —dijo finalmente recostando su codo sobre la isla para verla, la cercanía con ella lo hizo sentirse nervioso y atraído al mismo tiempo, le sonrió lo mejor que pudo.

—No suele asistir a las fiestas de la empresa, ¿y de pronto quiere ir?

—Es que antes no te conocía, hay veces que comienzas a hacer cosas nuevas solo para estar con alguien.

Su respuesta la puso inquieta y parpadeó con fuerza cuando él se alejó para continuar en su faena de colocar las papas fritas en el aceite. Acomodó a tientas las hamburguesas en dos platos y giró sobre sus talones para enfrentar a Joseph.

—No creas que por decir cosas lindas caeré en tus intentos.

— ¿Cuáles intentos? —rio acercándose a ella, alargó una mano para tomarla de la cintura y acercarse, se sintió presa de sus propias palabras y supo que él no tenía que intentar nada para ponerla exaltada—. Estoy famélico, ¿comemos ya?

La Diosa de la Noche.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora