17. Habrá que darse cuenta.

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Caminaban cada uno con una maleta, o mejor dicho Joseph caminaba a través del aeropuerto de Toronto con una pequeña maleta mientras que ella, arrastraba una que muy apenas se notaba podría significar que viajaría por dos días. Ni siquiera dejó que Joseph le ayudase con la gran bolsa y tampoco ayudarle a entrar al auto, estaba tan nerviosa que su torpeza había aumentado en un 200%. Para el hombre al contrario le parecía adorable.

Se sentaron uno junto al otro en clase ejecutiva y ella enseguida se colocó los audífonos para ignorarlo durante todo el viaje. Él, en cambio, una vez más, la miró varias veces y tampoco ignoró el momento en que se mantuvo con los ojos cerrados y con la mano de la chica entrelazada con la suya debido a su miedo por los aviones.

Y por supuesto que tampoco ignoró el momento en el que estuvieron así agarrados de la mano hasta subir al taxi que los llevaría al bar.

—Sabes, que me tienes que hablar, ¿verdad? —Noira frunció el ceño nerviosa y asintió.

—Estaba guardando el momento ideal para hacerlo —Joseph soltó una sonrisa socarrona—. Es solo que no tengo nada que mencionar.

—Tenemos mucho de lo que hablar créeme —pasó su brazo a través de la espalda de Noira y le atrajo hasta su pecho para susurrarle al oído—. Podemos esperar a hablarlo en la cama cariño.

El taxista como Noira se pusieron nerviosos y miraron hacia el frente con pleno conocimiento de aquellas palabras.

—Primero trabajo, luego tu casa y yo voy a la cama sola —el taxista asintió con las cejas elevadas, Joseph intentó no reír otra vez por la situación en la que los tres presentes se encontraban.

En su cabeza se ahogó un: "Ya lo veremos", no podía evitar pensar en ella en un millar de posiciones y en todas de esas, gemía su nombre, cosa que le estaba volviendo loco desde horas atrás. Llegó a pensar que era la necesidad de que dijera su nombre, cosa que no hacía muy a menudo, y apenas unas horas atrás Noira se seguía dirigiendo a él con toda la formalidad de un empleado a su jefe.

—Acerca del trabajo —suspiró al salir del auto y con sus maletas en la puerta trasera del bar, ella le dedicó una mirada antes de abrir el gran pedazo de metal—. Quería saber si vuelves a la empresa... Con un trabajo formal.

En cuanto la última palabra salió de sus labios cerró con fuerza los ojos y al no oír una respuesta de ella los abrió, Noira ya le miraba con el entrecejo fruncido.

— ¿Es de verdad? ¿Me quieres en tu empresa? —preguntó incrédula, al ver la mirada del hombre le reprochó—. Y no te atrevas a decir en dónde más me quieres.

—Supongo que tuve que decir esto luego.

—No, por los dioses Joseph —el mencionado se estremeció—. Es el mejor regalo de Navidad que nadie me podría dar.

— ¿Trabajo? —ella asintió y se echó a sus brazos que lo apretó hasta más no poder, cosa que pasó desapercibido por él—. Entonces, significa que puedo regresar el otro regalo que te tengo.

—No, también lo puedo aceptar —los dos rieron al unísono—. Bueno, ya debería entrar.

—Y hablamos luego.

Se despidieron por última vez.

—Me dan asco —Joseph giró para ver a Edmond caminar hacia él, la diferencia de altura lo hizo encogerse, ahora sentía lo que todos cuando se acercaba, así fueran nada más cinco centímetros—. ¿Se quedará al evento?

—Te mostraría mi entrada para presumir, pero algo me dice que podrías romperla.

—Amigo, podría sólo decirle a la hostess que no te deje pasar, así tengas un boleto insignificante —Joseph asintió—. Espero que esté tratando bien a Noira.

La Diosa de la Noche.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora