Epílogo.

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Dos años más tarde.

Vestía un traje negro, camisa blanca sin corbata y abierta de los primeros botones, el cabello alborotado sin gel y una sonrisa que no logró despegar en ningún momento.

Sabía que estaba feliz, pero los nervios lo turbaban haciendo que sus manos sudaran y bailase en el lugar de donde estaba parado, saludaba a todos esperando a que entrasen al jardín, esta vez no iban muchas personas, solo los amigos más cercanos y familiares, y para ello se refería a las más de sesenta personas que parloteaban a lo largo del gran jardín del hogar Milton, bebiendo y comiendo los snacks de bienvenida.

Esperando a que comenzara la verdadera razón por la que todos se encontraban ahí.

Eran más de las 4:20 de la tarde y Noira ya se había retardado veinte minutos, no contestaba sus llamadas y nadie sabía dónde se encontraba. Trago con amargura y decidió no moverse del lugar hasta que hiciera su aparición.

La escuchó minutos después maldecir a través del pasillo mientras el sonido de su taconeo se movía cada vez con más rapidez, se interceptaron en algún punto y conmovido por lo hermosa que se veía se acercó a darle un dulce beso en la mejilla mientras le colocaba la mano con suavidad en su espalda desnuda.

—Odio tu auto, lo juro, es por eso por lo que toda mi vida he usado taxi o autobús, incluso metro, tren y hasta un burro si es necesario —dejó escapar una larga exhalación de la que estaba completamente consciente que llevaba tragando desde veinte minutos atrás—. Oh sí amor, no debí dejarte el auto, incluso perdiste el anillo cuando venías en camino, pero veo que lo recuperaste.

Farfulló intentando imitar su voz.

— ¿Perdiste el anillo?

—Sí, bueno acerca de eso, lo perdí por unos segundos y luego lo volví a encontrar, lo tenía en el dedo equivocado —habló atropellando las palabras—. ¿Tienes calor o solo soy yo?

—No, desde que entraste por esa puerta que siento comenzó a hacer calor.

—Lo sé, me veo espectacular, ¿verdad?

Joseph la tomó de la mano y le hizo dar una vuelta para observarla mejor, con un vestido color nude ceñido a la cintura de gasa y manga larga, con un gran escote en V y una abertura en la falda. Agregando también el cabello recogido con mechones sueltos, poco maquillaje y tacones bajos en el mismo color del vestido.

—Una Diosa, diría yo —comentó sobre sus labios cuando dejó de dar vueltas. Sujetó con fuerza la cintura y le acercó lo más que pudo para saborear todo su esplendor—. ¿Lista?

—Nerviosa —repitió entrelazando sus dedos, elevó el rostro admirando el jardín desde lejos, todos estaban esperando por ellos. Giró un poco para ver a Joseph y sonrío con el ceño fruncido—. ¿Y tú?

—Nunca he estado más listo.

Caminaron sujetos uno al otro y cuando salieron hacia aquel lugar todas sus preocupaciones y nervios se vieron esfumados por la nueva vida que pronto tendrían juntos.

Ellos no esperaban un final feliz, porque sabían que las buenas historias nunca terminan.

La Diosa de la Noche.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora