18. Ternura y sencillez.

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—Me alegra tanto verte Noira, te dije que tenías que venir y lo hiciste —Joseph contempló a su madre abrazar con amor a la mujer y sonrió feliz de que su progenitora tuviera un poco de buenas noticias—. O dime, ¿Joseph te ha traído a la fuerza?

—Para nada Annel —negó alejándose por fin de los brazos de la mujer, miró a Joseph como si su mirada aprobara lo que entonces quería decir de él—. Su hijo ha sido todo un caballero conmigo.

—Es lo que he creado, no a un cavernícola. Ahora, Joseph ve a llevar esos platos a la mesa —hizo una mueca tal cual un hijo haría con su madre y salió con platos en la mano, no fue hasta entonces que Annel se acercó a Noira y la tomó del brazo para jalarle hacia la sala—. A quien tienes que conocer primero es al padre de Joseph, es un hombre muy serio, le gustan cosas muy complicadas, pero créeme que le vas a agradar. Sólo no lo mires mucho a los ojos.

— ¿Mande? —la chica frunció el ceño entorpeciendo sus pasos al caminar, Annel rio.

—Es broma. En verdad estoy muy feliz de que hayas llegado a pasar Navidad con nosotros.

—Bueno, se me hizo un poco extraño que empezaran las fiestas desde un día antes.

—Es tradición de todos los años, nos gusta mucho tener invitados en casa —Noira asintió sin saber muy bien qué decir, la cercanía de la mujer y su amable compañía sólo la hizo sentir más vigorosa y quería agradar a cada uno de los invitados, especialmente si se trataba del padre de Joseph—. Amor.

El viejo hombre de ceñuda expresión elevó su mirada del libro que sostenía en las manos y se levantó de su asiento sólo para saludarla.

—Noira, ¿cierto? —sólo logró asentir con la cabeza y tomó la mano que el hombre de edad le ofrecía—. Annel me ha hablado una y otra vez sobre ti. Incluso Eleanor y James, ya tenía mi cabeza llena de mucha información y ningún rostro al cual asociarle.

— ¿De verdad? Es un placer, aunque no puedo imaginar por qué mi nombre está en sus conversaciones.

—Pues tal parece a mi hijo le gustas —la chica de cabellos cenizos asintió ruborizada—. Es deber de un padre saber quién tiene tan despierto a su hijo.

— ¿No habías pensado que Noira tal vez no sabía eso? —reclamó Annel.

—No, está bien, ya lo sabía, me lo acaba de decir hace unas horas —rio—. Pero, todavía estamos trabajando en ello.

—Esperemos que esta vez no meta la pata nuestro buen Joseph —Annel volvió a reclamar esta vez con un quejido de molestia que no pasó desapercibido por Noira.

—Y esperemos que eso no sea de tu incumbencia padre —Joseph le miraba con un gesto molesto desde la entrada del estudio, se acercó a Noira para colocar su mano en su espalda baja y continuó hablando—. Si no les molesta, llevaré a Noira a que conozca su habitación, pero claro que a ti te molesta.

Finalizó refiriéndose a su padre. Por supuesto que la chica notó aquella hostilidad en el semblante y manera de referirse hacia su padre, no comprendió mucho la situación en la que se encontraba y sólo siguió el camino que le mostraba Joseph, ni siquiera se atrevió a preguntar, tal como lo había hecho con ella, dio su tiempo y esperó hasta que se atreviera a contarle.

Caminar a través de las escaleras blancas hasta el tercer piso donde se dirigió a una de las habitaciones más lejanas, la gran puerta nuevamente blanca se abrió de par en par y frente a ella se encontró con un espacio de casi el mismo tamaño que su apartamento.

El piso de madera oscura estaba cubierto por una alfombra gris, así como toda la habitación que tenía aquel color, un sofá en forma curva estaba bajo el gran ventanal que dirigía su vista hacia el jardín, en el centro dos sillones con vista hacia una televisión y unos cuantos libreros. La cama de cobijas blancas y unos cuantos cojines grises, así como un escritorio junto a esta y unas cuantas lámparas elegantes. Y junto a la televisión que se encontraba sobre una chimenea eléctrica de pared, otra puerta más en la que supuso estaría el baño.

La Diosa de la Noche.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora