11. La verdad.

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—Por amor a los Dioses, Noir, si no fuera mujer, de verdad te llevaría a cenar —comentó su amiga Juliet observándola de arriba abajo.

Posaba ante el espejo con un body rojo de lentejuelas con una tela transparente del mismo color que cubría sus muslos. Los guantes característicos morados y unos tacones en combinación con el atuendo. Había intentado imitar el maquillaje y peinado, solo que ni siquiera se le ocurrió comprar una peluca, sino que roció spray naranja que le dio tonalidades a un color similar que el de Jessica Rabbit, se sentía satisfecha con el resultado y algo le decía que ese día sería bien remunerado.

—Podrías invitarme a cenar también, estoy tan hambrienta que tuve que hacer doble ejercicio y dieta durante la semana para poder entrar en este vestuario —acomodó un cabello detrás de su oreja—. Estoy nerviosa, he hecho esto tantas veces que hoy particularmente con este traje, me siento ansiosa.

—Lo harás excelente, solo tendrás el placer que no todas tenemos.

Comentó. Justo en medio de todo el bar había un muy pequeño escenario el cual usaban a veces para servir a la mesa que se encontraba alrededor de dicho lugar o a poner a bailar a las chicas, ese día a Edmond se le ocurrió la brillante idea de volver el Bar en un recinto de jazz y contrató a un pianista con su respectivo piano en vertical, un contrabajo y hasta al baterista. Le pareció divertido y que tal vez sería algo nuevo e interesante que ver, por eso estaba tan ansiosa puesto que era la primera vez que se haría.

Las chicas tuvieron que vestir acorde al tema también, así como los meseros y justamente la única cantante sería ella, por suerte solo habría una canción en el repertorio, el resto sería la magia de los instrumentos y el baile de las mujeres.

Frotó una mano contra la otra y vio a Edmond entrar al camerino.

—Es una espléndida noche —normalmente él nunca se encontraba en el lugar, era extraño verlo más cuando se aproximaba la fecha de cumpleaños de cada una y dictaminaba si todavía era digna de seguir en ese lugar—. Señorita Clyde, ¿cómo está?

—Como si un autobús acabase de atropellarme —dijo llevando una mano a su estómago.

—No se preocupe, estaré en todo momento ahí afuera observando su acto, cualquier cosa ya sabe que estoy para servirle, después de todo ustedes son lo más importante para el Burd'Elle.

Contempló al hombre tomar su mano con delicadeza para conducirla hacia afuera donde su oído se inundó de todas las voces que hablaban dentro del Bar y la dulce música de los instrumentos. Tragó saliva, su estómago se encontraba revuelto y pronto sabría por qué.

Joseph y sus acompañantes caminaban por las frías calles de Montreal, todo inundado de color blanco, verde y otros suaves colores que centellaban por las fiestas decembrinas. Uma entornó los ojos en un bar y sonrió.

—Este lugar se ve extravagante, me gusta, entremos aquí.

Joseph elevó también la mirada para leer el anuncio: Burd'Elle Bar.

—No lo sé, ¿estará bien que entren tres hombres con una mujer a ese tipo de lugares? —preguntó Walter aflojando su corbata.

—Oh vamos Walter, los tiempos son diferentes, ahora las mujeres les encantan ver más este tipo de actos que a los propios hombres.

—Así es —afirmó Uma sonriendo a Derek, Joseph tragó saliva apenado, no porque no quisiera entrar, realmente le interesaba saber qué podría ocurrir ahí dentro, además de que ya tenía mucha hambre luego de llevar de paseo a Uma a través de todos los posibles lugares en los que podía estar trabajando Noira, finalmente desechó la idea de que se encontrara ahí, después de todo con la única información con la que salió fue que a Uma le gustaba coquetear con él y comprar ropa interior roja de la que ni siquiera le interesó si se vería bien—. Entremos, vamos a comer un poco, disfrutar y ver a algunas mujeres.

La Diosa de la Noche.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora