5. Bruno Suaste.

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—Noira —escuchar su nombre en los labios del hombre la hizo sobresaltar del asiento en el que yacía dormida desde dos horas atrás—. Por favor, no se esfuerce mucho en trabajar, descanse un poco.

—Oh, ya llegó —sorbió un poco de saliva y se paró frente a él—. Sabe, estoy muy cansada de no hacer nada, incluso ya hasta terminé mis traducciones del mes, ¿no puede ponerme a trabajar?

—Se supone debería estar trabajando en las etiquetas y la traducción de la página con el equipo de diseño, ¿ya ha ido a ver qué pasa?

—Me han dicho que comenzamos la siguiente semana, pero ya tengo unas cuantas ideas luego de revisar la página y con respecto a las etiquetas, ya pasé algunos formatos para su impresión.

— ¿Estarán listos antes de que lleguen mis... "proveedores alemanes"? —se burló, ella soltó un bufido.

—Debería olvidarlo, en serio, solo fue un comentario.

—Ese comentario definió nuestra relación.

— ¿Ah sí? ¿Y cuál es?

—Consiste en que yo me burlo y usted me regresa la burla —la joven consideró la oferta de hacer sus chistes, pero guardó compostura—. ¿Tiene tiempo hoy? Me gustaría platicar con usted sobre lo que pasó.

No había mucho de qué hablar, ya estaba todo arreglado entre ellos especialmente en la parte de que ni siquiera se dirigieron palabra alguna la última vez que se vieron que fue ese lunes, sólo sonrisas incómodas que la hicieron ruborizarse al saber que le dirigía miradas sinceras.

—Hoy estoy un poco ocupada, ¿qué le parece otro día?

— ¿Qué tal el fin de semana? O en el camino a Montreal, puedo llevarla a su trabajo —ahogó un grito y desvió la mirada fingiendo leer un mensaje en su celular—. ¿Hay algún problema?

Preguntó al notar su obvia incomodidad por mencionar el trabajo que tanto trataba ocultar, él desconocía qué era lo que hacía, pero aseguraba le causaba vergüenza que la gente se enterara por ello siempre cambiaba de tema o evitaba hablarlo.

— ¿Por qué no la siguiente semana? Y no trabajo en Montreal, lo hago a través de Internet, pero tenía que ir a ver a un cliente, recuerde que yo...

—Enseña idiomas, lo sé —le interrumpió, se acercó a ella olisqueando su perfume, su cercana presencia la hizo sobresaltar una vez más—. Debería aprender a mentir mejor... Hasta entonces, nos vemos la siguiente semana y no aceptaré un no por respuesta.

Asintió al verlo partir. Lamentaba no poder puntualizar cada aspecto de su extraña plática y del por qué fue la primera persona que pensó llamar estando pasada de copas. Pensó que sería mejor idea disfrutar ese día y comenzar a preocuparse al siguiente sobre las mentiras que le diría si seguía preguntando acerca de algo más.

Ese día estaría con Bruno, no era su primera salida, sino que ya se habían encontrado en su casa luego de que lloviera y la llevase de regreso en un gesto de buena fe. Vieron una película, pidieron comida y se despidió tan rápido que no le dio tiempo saber si sus labios eran tan suaves como pensaba. No es porque le haya desagradado su compañía, todavía le costaba un poco la idea de dejar entrar a alguien a su vida de manera tan repentina, lo quería conocer primero y saber si valía la pena dejarse querer.

Tecleó el resto de la tarde las etiquetas y otra parte de la página, no creyó en su momento que sus actividades fueran lentas y agotadoras. Era en primera porque ella se distraía con cualquier cosa, cantando, leyendo e incluso con su propio reflejo haciendo muecas. Cerró la sesión de computadora y se dirigió hacia la salida, quería irse temprano y prepararse para la cita de esa noche.

La Diosa de la Noche.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora