13. ¿Pudiera ser?

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Le miró de reojo en cuanto soltó una carcajada junto con Juliet viendo la película que ni siquiera conocía cómo se llamaba y mucho menos de qué trataba. Lo único que ahora sabía era que Noira tenía un hermoso perfil con una nariz abultada y que se ruborizaba por debajo de aquellas pecas que tanto le atraían.

Sacudió la cabeza ignorando ese pensamiento, le atraía, nada más. Le atraía la risa estruendosa que golpeaba sus oídos, su inteligencia y astucia, así como lo perfecta que lograba ser cuando trabajaba, hermosa hasta el interior.

Habían decidido quedarse hasta el día siguiente a pesar de ser inicio de semana, Joseph no le dio importancia de regresar al trabajo y se comprometió a comprar boletos de avión para que cada una llegara a tiempo.

Sorprendentemente disfrutó cada momento escuchando sus pláticas sin sentido mientras comían a más no poder lo disponible en la habitación. Ni siquiera regresó a la suya, se quedó dormido en el sofá hasta el amanecer cuando las escuchó reírse entre sueños y despertó.

—Joseph, es hora de levantarse —gritó Juliet, el mencionado abrió los ojos pausadamente, luego cerró uno al notar que las dos chicas le miraban—. Muy buen paquete.

Le dijo a Noira observando que esta se ruborizaba y Joseph apenado se levantaba para cubrir su erección matutina.

—Quería agradarte Juliet, pero no tener este tipo de confianza —hizo una mueca y Juliet rio más.

—Queríamos ir a desayunar —comentó Noira ignorando el mohín que hacía—. Debería ir a ducharse joven Myers. ¿Lo vemos en el restaurant?

Le siguió hasta que llegó a la puerta luego de confirmar su asistencia al desayuno. Juliet también contempló a su amiga y sonrió curiosa.

—Entonces, te gusta.

—Basta Juliet, no quiero saber nada más sobre esto, no me gusta, lo único que puede pasar entre los dos es ser amigos —Juliet siguió sonriente y enmarcó una ceja moviendo la cabeza—. Y no me hagas esos gestos, sé lo que estás pensando.

—Si sabes lo que estoy pensando entonces sabrás por qué lo pienso.

—El destino no es —reclamó Noira enojada—. Basta.

Alargó la palabra comenzando a reír también al ver las muecas que su amiga hacía. Quería tener certeza de que Joseph no le agradaba para algo más que ser amigos y aun así se vio a sí misma recordando la noche anterior en la que todo su cuerpo se estremeció por tenerlo cerca y desear besarlo, su corazón se encontró desbocado por completo cuando se vieron a los ojos, y justo cuando estaba por besarlo, como un rayo subió desde sus pies hasta su cabeza el deseo de acercarse, aunque no fuera lo bastante rápida pues no pudo lograrlo, y aunque estaba hambrienta en aquellos momentos de comida, también lo estaba de Joseph Myers.

Abrió la puerta con cierto nerviosismo en las manos y sonrió muy apenas al chico que le había llevado su comida, entró extrañado por el comportamiento de la chica y entonces fue él quien se puso nervioso cuando vio a Joseph detrás de la puerta intentando esconderse de la vergüenza, tal como un adolescente acabado de ser descubierto por los padres de la chica que le gustaba.

A Joseph nunca le hubiese molestado hacerlo, con ninguna mujer a la que llevó al éxtasis fue así pero ahí parado como si estuviera de contrabando, realmente contempló la situación en la que se encontraba e incluso también cuando Juliet llegó unos minutos después de que el joven terminara de acomodar la comida en la pequeña mesa de té junto a la televisión.

Se encontraron en el restaurant media hora más tarde, Joseph ya estaba ahí y una vez más vestía rígido, con traje azul oscuro y sin corbata, llevaba los dos primeros botones abiertos, las dos mujeres soltaron un largo suspiro al verlo quitarse el saco y doblar la manga de la camisa hasta su antebrazo.

—Noir, es momento de que sepas que ese hombre está que arde, lo tomas tú o lo hará otra mujer.

Y casi de inmediato Noira como si su amiga fuera adivina, vio a una mujer de cabello oscuro acercarse a Joseph para platicar. Enarcó la ceja molesta, comenzó a acercarse a la mesa y en un movimiento lento se acercó a besar la mejilla del hombre con sensualidad, el gesto que más volvía loco a los hombres en el Bar.

No tuvo idea de en qué momento pasó por su cabeza tener esa reacción. Joseph por su parte no supo cómo corresponder de una manera más correcta a ello y la única que se le ocurrió fue seguirle el juego. Pasó su mano izquierda a través del hombro atrayendo su cuerpo hasta besar el cuello de la mujer, lamió y mordisqueó con suavidad causando un estremecimiento en el cuerpo de Noira.

Subió con otros cuantos besos hasta succionar el lóbulo de su oreja y hablar ronco sobre su oído.

—No eres la única que sabe jugar —ella soltó una suave gemido que encendió cada parte del cuerpo de Joseph—. Y a menos que quieras ver quién gana, te sugiero que no lo hagas.

—Bueno, tal vez podría volver luego o sentarme junto a la mujer que acaban de espantar —señaló Juliet a la castaña que salió del restaurant con el orgullo por los suelos luego de seguramente no haber conseguido el número de Joseph.

—Es culpa de tu amiga —reclamó el hombre quitando su mano del cuerpo de Noira con suma lentitud que no sabía si le quemaba más a él o a ella por alejarse del otro—. Solo pretendo comer tranquilamente, no que me estén antojando.

Noira estaba por hablar, pero prefirió quedarse callada, ¿ella seduciéndolo? Era como si los papeles se invirtieran.

Desayunó en silencio escuchando la animada conversación que mantenían Joseph y su amiga y no se sintió tan encerrada hasta que llegaron al aeropuerto y tuvo que despedirse de Juliet para subir al avión y sentarse junto al hombre. Con las manos sudorosas intentó colocarse el cinturón.

—La última vez que visité Montreal, tuve que subir a un avión lleno de gente que invadían mi espacio personal —comentó recordando su estadía para saber de ella, Noira acercó sus cejas y le vio con impaciencia—. Fue terrible, aunque si tú quisieras invadir mi espacio, no tendría problema alguno.

—No suelo viajar en avión, así que, mejor guarde silencio a menos que quiera que corte sus manos.

Desde que despegó hasta que aterrizó Noira cerró los ojos con fuerza y entrelazó los dedos con Joseph, ni un solo segundo el dejó de hablar para hacerle olvidar en dónde se encontraba, incluso se dedicó a acariciar el brazo de la mujer, contó chistes tan malos que le causaban una risa nerviosa, cantó y sorprendida por lo bien que lo hacía le dijo que debería acompañarla al Bar alguna vez para cantar también.

Lo rechazó en cuanto él bromeó que se vería muy bien en ropa interior y tacones.

No hubo mucha conversación hasta que llegaron a la casa de Noira, y entonces tampoco ninguno supo bien qué decir.

—Espero verte mañana para trabajar —ella asintió, los dos estaban conscientes de que su contrato ya había acabado, Joseph agachó la mirada y habló—. Fue un fin de semana interesante, ojalá podamos repetirlo.

—No, por favor —los dos rieron al unísono y Noira se ruborizó casi de inmediato—. Gracias.

Fue lo último que dijo antes de entrar a su casa. Joseph le miró y subió también al auto, un fin de semana que definitivamente no olvidaría.

A la mañana siguiente entró a la empresa con la mirada de todos encima, sería por el hecho de que ese día llevaba un cómodo pantalón formal y un abrigo blanco con rayas rojas y azules en el cuello, o porque faltó al trabajo el día anterior.

Sería posiblemente por su falta de intención de que ya no le vieran como el jefe estirado que sólo pensaba en trabajar, sino porque quería que todos ahí vieran el interés que tenía por Noira del que Joseph pensaba que también era mutuo.

Eso sentía.

Podía jurar que al menos tensión sexual sí existía.

Se paseó como por los estantes, líneas de producción y hasta en el almacén, subió a la cafetería donde pidió un café y continuó su tour hacia el área de Finanzas como de costumbre.

No había ningún lugar en el que no quisiera estar, amaba su trabajo y la manera en la que administraba todo, aunque no dejaba de pensar en su hermano, tal vez las cosas mejorarían más si estuviera ahí.

La Diosa de la Noche.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora