Capítulo 20

707 52 2
                                    

El paseo en Londres parecía la mejor idea después de una semana tan llena de tensión emocional. Esa mañana tomaron un desayuno rápido y se vistieron abrigadamente antes de comenzar su día fuera de la ciudad. Hermione estaba agradecida por la propuesta de Harry antes que su mente se demorara demasiado en la calidez de dormir en sus fuertes brazos, su aliento contra su cuello y la forma en que su toque hacía que su corazón se acelerara. El cabello de Hermione se enredaba entre los dedos de Harry, soltándose mientras trataba de apartarlo de su cara.

Eran las cinco de la tarde cuando Hermione se encontró con Harry, quien estaba apoyado sobre un lateral de su Rolls Royce Ghost con aspecto relajado. Incluso con sus prendas deportivas, de color gris y negro, como era de esperar, estaba muy guapo, aunque considerablemente menos formal que con la ropa que llevaba a la facultad. Al contemplar las finas líneas del coche blanco, Hermione se sintió inexplicablemente irritada. Sinceramente, el coche de Harry parecía demasiado llamativo, y esas ultimas horas Hermione ya no podía sentir la misma emoción por el viaje, que los días anteriores.

No había tenido un buen día. La cinta transportadora de la biblioteca se había estropeado, y tardaron un tiempo interminable. Su proyecto de la edad medieval seguía sin avanzar, y estaba empezando a mirar el calendario con preocupación, imaginando una sala llena de profesores que la acosaban con preguntas difíciles. Estaban en el mes de octubre, y el proyecto se tenía que entregar en noviembre.

—¿He hecho algo malo? —Sus ojos color verde estaban muy abiertos, con aire inocente.

Abrió la puerta del vehículo y respiró hondo cuando Hermione se deslizó junto a él para subir.

—No.

—No estas siendo muy cooperativa —murmuró Harry, al cerrar la puerta con Hermione dentro.

Frunció el ceño e hizo un gesto que indicaba compasión.

—¿Un mal día?

Hermione le dirigió una mirada fulminante. Harry sabía exactamente cómo había sido su día. Él había estado en la sala Duke Humphrey. Harry puso en marcha el coche y avanzó por la carretera de Woodstock sin hacer el menor intento de entablar conversación.

El aire inundó el coche cuando bajo el vidrio y su cabello revoloteó, todo el estrés pareció disminuir en ese instante. Hermione aspiro este aire y suspiro hasta encontrar en un estado de completa calma. Las luces de la ciudad les daban la bienvenida, la noche era más estridente que en Oxford.

—¿Adónde vamos? —preguntó Hermione con desconfianza al notar que la mayor parte de los negocios cerraban sus puertas y solo los clubes y bares brillaban de vida.

—Es una clase de sorpresa —respondió Harry tranquilamente—. A juzgar por tu humor, yo diría que lo necesitas.

—¿Y dónde es esa clase de sorpresa? —quiso saber Hermione.

—Si te lo dijera no sería sorpresa —La voz de Harry tenía un toque de exasperación —. ¿Puedes esperar hasta que lleguemos a nuestro destino?

—Sí.

—Entonces, relájate. No te voy a raptar. Puede ser agradable dejar que otra persona tome las decisiones. Además, es una sorpresa.

—Hummm —replicó Hermione.

Encendió el equipo de música, y de los altavoces salió Die For You.

—Deja de pensar y escucha —sugirió Harry —. Es imposible estar tenso con The Weeknd cerca.

Casi sin reconocerse a sí misma, Hermione se acomodó en su asiento con un suspiro y cerró los ojos. El movimiento del Rolls Royce era tan sutil y los sonidos del exterior tan amortiguados que se sintió como suspendida por encima del suelo, sostenida por manos invisibles, musicales. El coche disminuyó la velocidad y se acercaron a un edificio construido con varios pisos y portón de hierro. Las paredes a eran de cálidos ladrillos rojos, con formas irregulares e intrincados dibujos entrelazados. Hermione se incorporó enderezándose un poco.

—No puedes verlo desde aquí —aclaró Harry, riéndose.

Bajó su ventanilla y marcó una serie de números en un teclado. Se oyó un sonido y el portón se abrió. La grava crujió bajo los neumáticos cuando pasaron por otra entrada todavía más antigua que la primera. No había allí portones con herrajes que se desplazaban, sino sólo un pasaje abovedado en medio de muros de ladrillo que eran mucho más bajos. En medio de la oscuridad cada vez más intensa, entraron por una suave inclinación del terreno y giraron en una curva del sendero de la entrada. El coche disminuyó la velocidad a paso de tortuga al llegar a la cima de la elevación y los faros penetraron la oscuridad.

—Qué bonito —susurró.

—Me imaginé que te gustaría —Harry parecía contento.

—Allí —señaló Harry con su mano izquierda.

En una pequeña placa de luces neón de la entrada principal se leía Tonks Tattoo Studio. Los ladrillos brillaban gracias a poderosos reflectores cuya luz se abría paso por entre las ramas de los robles retorcidos para iluminar la fachada del edificio. Hermione se quedó tan asombrada que se le escapó una imprecación. Harry la miró sin comprender, luego se rio entre dientes, llevó el coche por el sendero y aparcó detrás de un Audi deportivo último modelo. Había ya una docena de vehículos allí, y más faros seguían apareciendo por la elevación del terreno.

—¿Estás seguro de que solo hacen tatuajes aquí?

—Es el mejor lugar de la ciudad, todos mis tatuajes los hizo Tonks —aseguró Harry.

—Está bien.

La ansiedad de Hermione subió un punto, a pesar de su tranquilizadora respuesta. Quizá por los pensamientos que había tenido últimamente de querer hacerse un tatuaje que cubriera la cicatriz de su cuello.

Con movimientos lentos, Harry llegó finalmente hasta la puerta de Hermione y estiró la mano. Ella puso la mano sobre la suya. Todavía no se sentía del todo cómoda cuando sus cuerpos entraban en contacto. Su piel era notablemente caliente cuando se tocaban. Harry sostuvo delicadamente la mano de Hermione y tiró con suavidad para ayudarme a bajar del coche. Antes de soltarla, le dio un ligero apretón alentador provocando una increíble chispa. Estupefacta, Hermione lo miró a los ojos y lo sorprendió haciendo lo mismo.

Entraron sin decir palabra. El edificio estaba en un asombroso estado de conservación. No se había permitido que arquitectos posteriores abrieran simétricas ventanas georgianas o añadieran recargados invernaderos victorianos. Parecía que retrocedía en el tiempo.

—Increíble —murmuró Hermione.

Harry sonrió y condujo a Hermione por la gran puerta de madera abierta de par en par. El exterior era extraordinario, pero el interior era impresionante. Paneles de madera tallada se extendían en todas direcciones, pulidos y brillantes. Alguien había encendido un fuego en la enorme chimenea de aquella sala. Una única mesa y algunos bancos parecían tan antiguos como la casa, y la luz eléctrica era la única prueba de estar en el siglo XXI. Había hileras de zapatos delante de los bancos y montones de jerséis y abrigos cubrían sus oscuras superficies de roble. Harry dejó sus llaves sobre la mesa y se quitó los zapatos. Hermione lo imitó quitándose sus zapatos y lo siguió.

—¿Recuerdas que te acabo de decir que ésta era una sorpresa? —preguntó Harry cuando llegaron a una puerta que aparecía en medio de los paneles de madera. Hermione levantó la vista y asintió con la cabeza —. Lo es. Voy a tatuarme esto.

Harry mostró el diseño de tres letras HJP.

—Son nuestras iniciales.

—Excepto por la P —repicó Hermione.

—Eso cambiara cuando te conviertas en mi esposa, entonces serás Hermione Jean Potter.

Hermione se quedó con la boca abierta con un gesto de sorpresa.

—No te preocupes, no te estoy proponiendo matrimonio, solo piensa que este es mi regalo de cumpleaños, ya que no estuvimos juntos el 19 de septiembre.

Abrió la puerta y Hermione se quedó emocionada, Harry recordaba su cumpleaños, no lo había olvidado como pensó. 

Die For You (HERMIONE y HARRY)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora