Capítulo 3

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Sostenido sus esfuerzos por mantenerse alejada de las imágenes, comenzó a empacar. La platica con Luna había sido reconfortante, pero ahora en la soledad de su habitación, sintió que los fantasmas volvían. Luna tenia una vida fuera de la escuela, visitaría a su padre como cada fin de semana y no podía quedarse más tiempo con Hermione.

Abrió la vieja maleta que la acompañaba desde su mudanza a Oxford. El cierre estaba un poco oxidado, pero funcionaba bien. No se detuvo a doblar cuidadosamente su ropa como lo haría en cualquier otra ocasión. Envolvió todo sin importar que era y aplastó la tapa de la maleta para que todo entrará.

No quería estar en el mismo lugar donde vivía la mujer que la había traicionado. Lavender sabía perfectamente que Ron era su novio, lo había visto muchas veces. Cual mentirosa la miraba todos los días sin culpa. ¿Dónde ir? No quería quedarse y mirar la cara de la mujer con la que la estaban engañando, no tenía muchos amigos, debido a que pasaba mucho tiempo estudiando y su tiempo libre se lo dedicaba a Ron.

Llamar a su madre parecía ser la mejor opción por el momento, quizá tanto tiempo separadas la había hecho cambiar de opinión, quizá su corazón de madre había resucitado. Después de tres intentos ella contestó.

—¿Quién es? —preguntó molesta una mujer, tan usual de su madre.

—Madre —aspiro lentamente tratando de no sonar triste —. Soy Hermione.

Hubo un silencio al otro lado de la línea. Pasó un segundo, pero a Hermione le pareció una eternidad. La primera vez que hablaba con su madre en años y al parecer, no había una respuesta positiva.

—¿Qué quieres? Es muy tarde ¿Qué tu escuela de niños ricos no te tiene muy ocupada? —cuestionó con sarcasmo, era su parte preferida, molestar hasta por el mínimo detalle.

—Mamá —Hermione trató de no llorar, tenía la garganta casi cerrada y los labios resecos —lo siento, por llamar a esta hora, pero tengo problemas.

Una sonora carcajada resonó a la distancia, no importaba ser la burla de su madre siempre y cuando la aceptara en casa por unos días, al menos hasta que encontrara un nuevo lugar donde vivir.

—No sé porque no me sorprende.

—¿Crees que podría pasar unos días en casa? No será mucho tiempo —. Pidió Hermione con voz esperanzadora.

—Estás loca si piensas que te voy a dejar quedarte en MI CASA —bufó recalcando que era su casa —. Ya suficiente tiempo te tuve cerca de mí, eres mayor, arréglatelas como puedas.

—Por favor mamá, no sé a dónde ir, a quien más acudir —Hermione se volvió a quebrar y las lágrimas comenzaron a fluir.

—Pues son tus malditos problemas, no molestes más. No sé cómo conteste el teléfono. Me arruinaste la noche.

Colgó sin remordimiento.

La única persona que quizá podría ayudarla y recibirla a esas horas de la noche era el mejor amigo de Ron.

—Harry —suspiró.

Con una maleta de viaje desgastada salió de la habitación sin mirar atrás. Caminó fuera del campus, el aire le devolvió un poco de autocontrol, cada paso que daba despejaba su mente. La única persona que podría ayudarla estaba tres calles adelante, no se había dado cuenta de donde estaba hasta que notó un anuncio enorme en la esquina, su cafetería favorita, le recordó a Harry.

Decidió dar un par de vueltas antes de enfrentarse a Harry. No había visto a Harry Potter desde su fiesta de cumpleaños el 31 de julio, se sentía fatal por haberlo abandonado en un día tan especial, pero Harry estaba tan borracho que en un momento de mala copa confesó sus sentimientos por ella y la besó.

Eso no le gusto para nada, desde luego Harry era bueno besando, era inteligente y guapo, tenía un gran corazón, podría tener a cualquier mujer que quisiera y ese era el principal inconveniente, tenía a las mujeres que quería. Y es que, Harry era un mujeriego, una mujer una noche, su lema. Todos sabían que Harry jamás estaba más de una vez con una mujer, cualquier mujer que Hermione conocía había pasado por los encantos de Harry Potter incluidas Ginny Weasley la hermana menor de Ron y Fleur Delacour ahora esposa de Bill Weasley el también hermano de Ron.

La música resonaba en los altavoces. Una mezcla de la que cualquier DJ estaría orgulloso. Harry la acorralo en su habitación, parecía rendido, a punto de quedarse dormido, pero no lo hizo.

—Hermione eres tan hermosa, Ron tiene tanta suerte de tenerte —la boca de Harry estaba tan cerca de su cara que podía oler el Whisky.

—Harry estás borracho, no piensas coherentemente —dijo Hermione acariciando su mejilla izquierda.

—Es la única forma en la que puedo ser valiente —Harry se inclinó en la cálida mano de Hermione y tomo su mano libre con delicadeza para besarla —y decirte que te amo.

Las palabras de Harry siempre estaban presentes, pero no las quería tomar en cuenta, aunque aceleraran su corazón. Ron era su novio, el mejor amigo de Harry. Creía que era una broma y no deseaba caer de nuevo, no quería sufrir, no quería dejar a Ron y ahora, él la traicionó. Había evitado a Harry hasta el cansancio, ayudaba que no compartieran facultad y que Harry no insistiera después de ese día.

Sacudió la cabeza para concentrarse otra vez en el dilema que tenía delante suyo. Estaba en la calle, en medio de la luz de una lámpara parpadeante. Podrían ser las dos o tres de la mañana, ni siquiera recordaba donde tenía el teléfono móvil para checar la hora.

Empezaba a encontrar respuestas mientras se pasaba la mano por el cabello y miraba la puerta del otro lado de la calle. Aunque, la mayoría de los estudiantes vivían en las residencias o departamentos compartidos, Harry se había mudado a una casa cerca del campus. La esperanza por encontrarlo despierto aumento cuando miro la luz de la sala encendida.

No tenía idea de porque Harry miraba la televisión tan tarde. Pensaba que quizá estaría en una de esas fiestas de fin de semana, bebiendo, peleando o teniendo sexo con alguna mujer guapa. La sola idea de Harry con otra mujer la estremeció más que el engaño de Ron.

Hermione era plenamente consciente de que amar a Harry Potter tendría demasiadas dificultades, por eso hacía caso omiso a su corazón. Desde el primer año lo observó jugando futbol en medio de la lluvia. Era alto. Medía casi dos metros, incluso teniendo en cuenta los problemas de perspectiva relacionados con el hecho de estar mirándolo desde lo alto de las gradas.

No era muy delicado en sus formas, sus anchos hombros se estrechaban en caderas esbeltas, que se convertían en piernas musculosas y ágiles. Mientras sus ojos lo recorrían de arriba abajo, los suyos estaban fijos en el balón. Desde el otro lado del campo parecían verdes como la hierba después de muchos días de lluvia, mirando por debajo de unas cejas gruesas negras. Su cara resultaba sorprendente, con diferentes planos y superficies. Por encima de la barbilla se encontraba uno de los pocos rasgos en donde parecía reflejarse la ternura.

Pero lo más perturbador en él no era su perfección física, sino la combinación salvaje de fuerza, agilidad e inteligencia aguda que era palpable incluso desde el otro lado del campo. Con el jersey de Oxford y shorts en conjunto, su cabello negro despeinado, parecía un león dispuesto a atacar en cualquier momento, pero que no tenía ninguna prisa por comenzar. Sonrió en un tiro de esquina, ensayado para terminar el gol. Fue una sonrisa pequeña y educada sin mostrar los dientes.

Le pareció que su apariencia agresiva contrastaba bien con su carrera de economista. Muy divertido tratando de salvarla de las garras de profesor Horace Slughorn para la conferencia de historia de la economía. Prefirió deshacerse de esos pensamientos y enfocarse en algo más real, en Ron, su novio. No sabía que Harry era su mejor amigo.

El simple hecho de pensar en esos recuerdos envió una instintiva corriente de adrenalina por todo su cuerpo, haciendo que sus dedos sintieran un hormigueo. De pronto, lo único en lo que podía pensar era en encontrar a Harry Potter.  

Die For You (HERMIONE y HARRY)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora