Prefacio.

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Él estaba entre las sombras de sí mismo, en la trémula luz, reposaba en el puente como si flotara más allá de sus pensamientos, atrapado en el medio, justo en el curvo espacio que cruza con New College Lane y conecta Hertford College. La espalda apoyada sutilmente contra la piedra robusta y apenas gastada de uno de los nuevos edificios. Y su sonrisa premeditada, a causa de la misma persona.

Ella apareció moviéndose sobre las piedras irregulares de la acera próxima, como de costumbre tan puntual a la biblioteca Bodleiana de Oxford. Pasó debajo de él, sin percatarse de su presencia, acelerando su caminata. 

Algo en sus facciones a la lejanía, la hizo parecer más joven de lo que era, cara de ángel sobre las cúpulas de la Capilla Sixtina, su cabello rebelde apenas atado en una cola de caballo, sin maquillaje y pómulos rosados, con esa expresión infantil bastaban pocas palabras para contar cuantos años pasaban por su vida, acentuando su inocencia. Su cuerpo era un misterio bajo las capas de ropa extra.

«Luces tan hermosa», él pensó de manera irónica, recorriendo mentalmente las facciones de su musa, su obsesión. La mirada profunda, las pecas poco visibles en su cuello y el aroma en la cercanía, lo habían hechizado.

Incluso después de verla tan lejos, Harry Potter esperaba que Hermione Granger le gustara menos, pero no podía, no se trataba de la simple belleza física, ahora ya no. Se trataba de algo más emocional, un sentimiento que no podía corromper apartándola de su vida. La amaba y no podía dejar de pensar en ella, aunque lo intentara una y millones de veces.

Quizás no fuese tan fácil de olvidar como era de esperar para alguien con su experiencia. Harry Potter era el hombre que quería ser, simple y sin privaciones. El comportamiento de Hermione Granger le había hecho pensar eso. Desde que se conocieron ella lo había mirado a los ojos sin mostrar la menor sombra nerviosismo por la cercanía que Harry se había acostumbrado a inspirar. Su mirada siempre dirigida a Ronald Weasley lo desquiciaba.

La espalda de Hermione Granger continuaba con los hombros firmes. Seguramente el nerviosismo por dejar las estanterías de la biblioteca Bodleiana y un recinto al cual aclamaba como un santuario.

Tan erguida a pesar de la evidente agitación, un rasgo que Harry Potter encontraba deprimentemente engreído en la mayoría de las personas, pero en ella lucia tan bien, como si quisiera salir adelante, a pesar de la adversidad. Cuando dobló la esquina, Harry Potter se deslizó casi corriendo hasta llegar al muro del New College, para introducirse en el edificio silenciosamente. Gracias a sus influencias, él conocía el diseño interno y estaba instalado, oculto en un portal frente a la escalera cuando ella empezó a subirla. La siguió con la mirada por el apartamento mientras ella iba de pasillo en pasillo, encendiendo las luces. Abrió una ventana, la dejó entreabierta y desapareció.

Él cruzó velozmente el espacio abierto, podría escalar el edificio completo solo por mirarla de nuevo. Desde su nuevo puesto de observación podía detectar la característica rutina de su amada como pasar las páginas de un libro. Estiró el cuello para espiar por la ventana. Efectivamente, ella estaba leyendo.

Se aventuro por el mismo camino que ella había recorrido y abrió sigilosamente puerta tras puerta. En reposo su rostro parecía diferente, pensó él. Era como si su piel se ajustara con precisión a los huesos del cráneo. Balanceó lentamente la cabeza y se deslizó contra los almohadones con un suave suspiro de cansancio. Pronto el silencio indicó que estaba dormida. 

Había transcurrido bastante tiempo desde la última vez que Harry Potter había trepado a las habitaciones de una mujer sin consentimiento. La última vez que lo hizo fue en la casa de los Dursley cuando intento recuperar un preciado tesoro de la habitación de la tía Petunia, ese momento fue un desafío de autoridad. Pero esta vez había una razón muy diferente, ahora él era presa de un apasionado enamoramiento por Hermione Granger. De todas formas, si alguien llegara a preguntárselo, le resultaría sumamente difícil explicar de qué se trataba.

Harry Potter tenía que saber si realmente amaba a Hermione Granger o era una simple obsesión. No había podido encontrar una respuesta certera a esos sentimientos, pero una mirada rápida le había indicado que no era simple obsesión, la amaba, ella era una bruja, que lo había hechizado hasta la locura. Aunque era imposible, así se sentía.

Con pasos inaudibles se movió por las habitaciones. Se deslizó silenciosamente junto al sofá donde ella estaba durmiendo. Los párpados de la Hermione temblaban como si estuviera contemplando una película que sólo ella era capaz de ver. Una de sus manos estaba cerrada, y de vez en cuando sus piernas se movían como si estuvieran bailando. Sin embargo, el rostro de Hermione estaba sereno, sin mostrarse alterado como lo hacía el resto de su cuerpo.

Algo no iba bien. Lo había percibido desde el primer momento en que la vio. Harry Potter se cruzó de brazos y la examinó, pero no pudo descubrir de qué se trataba. Cuando dio un paso hacia ella, la electricidad lo recorrió de pies a cabeza y se quedó inmóvil. Por un momento, el cuerpo de Hermione pareció resplandecer ante sus ojos de enamorado.

Harry Potter movió la cabeza de un lado a otro, sorprendido. Era imposible sentir tanto amor por una persona. Se pasó los dedos por el pelo, frustrado. Ella lo invadía todo y lo estaba destruyendo lentamente sin saberlo. Harry miró otra vez hacia el sofá. Hermione estaba dando vueltas y moviéndose otra vez, llevando las rodillas hacia el pecho. De nuevo, su corazón se apretó contra la piel por un momento y desapareció esa sensación. 

Harry frunció el ceño, intrigado por la discrepancia entre lo que había pensado y lo que estaba presenciando con sus propios ojos. Hermione lo envolvía con evidente intensidad. ¿Ella había percibido perfectamente su obsesión, su amor? Fugazmente, Harry Potter se preguntó si Hermione podría comprenderlo a él con la misma asombrosa precisión con la que él ahora la comprendía.

Se sobresaltó al oír que los relojes daban la hora a la distancia. Tenía la garganta seca. Se dio cuenta de que había estado de pie durante varias horas, inmóvil, observando a Hermione Granger que soñaba, mientras un poder que no conocía se manifestaba y entraba en reposo, cientos de oleadas contra la mente de Harry.

Por un momento consideró la posibilidad de saciar sus instintos, despertarla y basarla con desesperación. Sólo así descubrir si el algún momento podría sacársela de la cabeza y al mismo tiempo enterarse de cuáles eran los secretos que ocultaba, si ella en lo profundo de su corazón también sentía algo por él. Pero se contuvo. Su deseo por no alejarla era lo único que lo retenía de cometer algún error. Se dirigió silenciosamente hacia la salida y se desvaneció en la noche.

Die For You (HERMIONE y HARRY)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora