Los párpados se me abrieron solos de sopetón.
Me quedé tembloroso y jadeante en mi cálida cama durante unos minutos. Fuera de mi ventana el cielo se veía gris y después pasó al rosa pálido.
Me vestí y me dirigí a la cocina mucho antes de lo necesario. Primero limpié las habitaciones que ya había ordenado, y luego, cuando Matt se levantó, le preparé crepas. Estaba demasiado nervioso para tener interés en comer, así que me senté al borde del asiento mientras él desayunaba.
-Debes recoger al padre a las tres en punto -le recordé.
-Pues no tengo muchas cosas más que hacer además de traer a sacerdote, Guillermo. No creo que se me olvide el único trabajo que debo hacer -Matt se había tomado el día libre por la boda, y efectivamente no tenía nada que hacer.
-Ése no es tu único trabajo. También debes estar vestido correctamente y presentable.
Él miró su plato con cara de pocos amigos y masculló entre dientes las palabras "traje de etiqueta".
Se oyó un golpeteo impaciente en la puerta principal.
-Y tú crees que la pasas mal -repuse yo, haciendo una mueca mientras me levantaba-. Rubén no me va a dejar ni respirar en todo el día.
Matt asintió pensativo, concediéndole que no le había tocado la peor parte en todo este lío. Me incliné para darle un beso en la parte superior de la cabeza mientras pasaba a su lado, él se ruborizó y refunfuñó, y luego caminé hasta la puerta donde estaba mi mejor amigo.
Finalmente, fuimos a la casa de Samuel donde ahí sería la boda; y no es que yo hubiera querido eso, sino que él lo quería así y yo estaba de acuerdo. Estaba vestido y arreglado como habíamos quedado: con el traje blanco y una corbata negra seguida de una rosa roja el lado derecho del smokin. Estoy muy listo. Mi madre había llegado ya.
-¡Oh, Guille! -gritó, demasiado efusiva antes incluso de haber entrado en la habitación -, ¡oh, cariño, que hermoso estás! ¡Oh, creo que voy a llorar!
Los invitados habían llegado ya, todos estaba ahí. Desde el padre hasta los amigos más cercanos; incluso Samuel ya se encontraba ahí. Sólo era mi turno de salir al patio trasero que estaba adornado con flores blancas, y un elegante aspecto rústico y natural. Mi padre entró por mí.
-No permitas que salga corriendo, papá -susurré y Matt me colocó la mano sobre su brazo y la sujetó allí con firmeza.
Un paso a la vez, me dije a mí mismo cuando comencé a descender al ritmo lento de la marcha. No levanté los ojos hasta que vi mis pies a salvo en el piso de abajo, aunque podía escuchar los murmullos y el susurro de la audiencia cuando aparecí a la vista de todos. La sangre se me subió a las mejillas con el sonido; claro que todo el mundo cuenta siempre con el ruboroso novio.
Tan pronto mis pies pasaron las traicioneras escaleras me quedé mirándolo. Durante apenas un segundo me distrajo la profusión de flores blancas que colgaban en guirnaldas de cualquier cosa que hubiera en la habitación que no estuviera viva, pendiendo de las largas líneas de vaporosos lazos, pero aparte los ojos del dosel en forma enramada y busqué a través de las filas de sillas envueltas en raso, ruborizándome más profundamente mientras caía en la cuenta de aquella multitud de rostros, todos pendientes de mí, hasta que lo encontré al final de todo, de pie delante de un arco rebosante de más flores y más lazos.
Apenas era consciente de que su padre estaba a su lado y el padre de Alex detrás de los dos. No veía a mi madre donde debía estar sentada, en la primera fila, ni a mi nueva familia ni a ninguno de los invitados. Tendré que esperar hasta después.
Todo lo que ahora podía ver era el rostro de Samuel que llenó mi visión e inundó mi mente. Sus ojos brillaban como la mantequilla derretida, en todo su esplendor dorado, y su rostro perfecto parecía casi severo con la profundidad de la emoción.
Y entonces, cuando su mirada se encontró con la mía, turbada, su rostro se iluminó con una sonrisa de júbilo que quitaba el aliento.
De repente fue sólo la presión de la mano de Matt en la mía la que me impidió eché a correr hacia adelante atravesando todo el pasillo.
La marcha era tan lenta que luche para acompasar los pasos a su ritmo. Menos mal que el pasillo era muy corto, hasta que al final, por fin, llegué allí. Samuel extendió su mano; Matt tomó la mía y, en un símbolo tan antiguo como el mundo, la colocó sobre la de Samuel. Yo rosé su mano cálida y me sentí en casa.
Hicimos votos sencillos con las palabras tradicionales que se habían dicho millones de veces, aunque jamás por una pareja como nosotros. Sólo le habíamos pedido al sacerdote que hiciera un pequeño cambio y él amablemente sustituyó la frase "hasta que la muerte nos separe" por una más apropiada, que decía: "Tanto como duren nuestras vidas".
En ese momento, cuando el sacerdote recitó esa parte, mi mundo que había estado boca abajo durante tanto tiempo, pareció estabilizarse en la posición correcta. Comprendí lo tonto que había sido temiendo este momento como si fuera un regalo de cumpleaños que no deseaba o una exhibición embarazosa como la del baile de graduación. Mire los ojos brillantes, triunfantes de Samuel, y supe que yo también había ganado, porque nada importaba salvo que me quedaría con él.
No me di cuenta de que estaba llorando hasta que llegó el momento de escuchar las palabras que nos uniremos para siempre.
-Sí, acepto -me las arreglé para pronunciar con voz ahogada, parpadeando para aclararme los ojos de modo que pudiera ver su semblante.
Cuando fue su turno de hablar, sus palabras sonaron claras y victoriosas.
-Sí, acepto -juró.
El sacerdote nos declaró esposos, y entonces Samuel acunó mi rostro en sus manos cuidadosamente, como si fuera tan delicado como los pétalos blancos que se balanceaban sobre nosotros. Intenté comprender, a través de lágrimas que me cegaban, el hecho surrealista de que esta persona asombrosa fuera mía. Sus ojos cafés también parecían llenos de lágrimas. Inclinó su cabeza hacia la mía y arrojé mis brazos alrededor de su cuello.
Me besó con ternura, con adoración y yo me olvidé de la gente, el lugar, el momento y la razón... Sólo sabía que él me amaba, que me quería y que yo era suyo.
Él comenzó el beso y él mismo tuvo que terminarlo, porque yo me colgué de él, ignorando las risitas disimuladas y las gargantas que carraspeaban ruidosamente. Al final, apartó mi cara con sus manos y se retiró, demasiado pronto, para mirarme.
El gentío estalló en un aplauso y él movió nuestros cuerpos para ponernos de cara a nuestros amigos y familiares, pero yo no pude apartar la vists de la suya para mirarlos a ellos.
Los brazos de mi madre, con la cara surcada de lágrimas fueron los primeros que me rodearon cuando finalmente retiré los ojos de Samuel desganadamente. Y entonces me fueron pasando de mano en mano por toda la multitud, de abrazo en abrazo, y apenas fui cociente de a quién pertenecía cada abrazo, pues mi atención permanecía prendida de la mano de Samuel, que aferraba firmemente a la mía.
Pero un abrazo abrazador destacó entre todos los demás: el de Lanita, que había afrontado varias horas de viaje para estar aquí, ocupando el luar de Frank, mi mejor amigo perdido.~~~~~~~~~~~~~❤
Oh, creo que voy a llorars ಥ_ಥ Esto ha sido demasiao, incluso para mí xd
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Un Amor de Medianoche «Wigetta» (Saga Wigetta a Medianoche 4)
FanfictionEl último tomo de la épica historia de Guillermo y Samuel, amantes de la serie de Alexi5000 «Wigetta a Medianoche» Todo lo bueno se acaba, Lector Constante, y ni siquiera Alexi5000 es capaz de narrar una historia que jamás se acabe. El autor teme qu...